El economista Federico Fiscella analizó la medida como un acompañamiento de la mejora de ciertos indicadores, entre ellos el riesgo país, pero advirtió que tiene costos y deja la duda de si no es parte de las negociaciones con el FMI. La debilidad de la economía argentina y la volatilidad del entramado financiero, junto con un crecimiento acompañado de una redistribución regresiva de la renta, es su descripción del escenario actual
El ministro de Economía, Sergio Massa, anunció en la mañana de este miércoles la recompra de mil millones de dólares de la deuda externa soberana expresada en bonos de corto plazo, y la medida mostró, en un primer momento, algunos movimientos positivos, como una reducción del riesgo país y una revalorización de los papeles argentinos.
El economista Federico Fiscella expuso en Apuntes y Resumen la complejidad del proceso, sus costos y beneficios, la incerteza sobre resultados consistentes y el panorama político durante un año electoral.
El encargado de llevar adelante la operación será el Banco Central, que utilizará recursos del Tesoro. La intención oficial es generar un efecto positivo sobre la brecha cambiaria, el riesgo país y las posibilidades de acceder nuevamente a los mercados de crédito.
“Es una señal financiera a los mercados, un ingreso del Banco Central en la negociación de los bonos para intentar tener un poco más de control sobre sus precios, que son los que terminan por determinar el riesgo país”, interpretó Fiscella. El anuncio, siguió, es por un monto “que no es significativo” e implica “habilitar al Banco Central como un jugador dentro del mercado, comprando su propia deuda, que es lo que hizo estos últimos días, acompañando la tendencia de baja del riesgo país que empezó a mostrarse cuando aparecieron los datos de inflación de diciembre”.
El economista advirtió sobre luces y sombras de toda medida en el contexto de la debilidad de la economía vernácula. Evaluó que la recompra de deuda “aprovecha una tendencia positiva de los últimos dos meses” pero “tiene sus riesgos, porque no sobran dólares” en las reservas.
Y comparó: “En una situación normal, los países recompran su deuda para mostrar fortaleza, para demostrar que pueden aprovechar situaciones en las que el precio de los bonos está bajo”. En el caso argentino, aclaró, no hay demasiado margen para jugar sin la posibilidad de un rebote negativo.
Los bonos de deuda en cuestión, explicó Fiscella, expresan las acreencias que canjeó el ex titular del Palacio de Hacienda Martín Guzmán durante la pandemia, que eran parte de las acumuladas durante la gestión presidencial de Mauricio Macri y, más atrás, con origen en el canje que Néstor Kirchner encabezó sobre la deuda del default de 2001, a lo que se agregó lo hecho por Macri, y lo que se dejó de pagar durante la negociación de Guzmán.
“Esos papeles cotizaban a 20 centavos por dólar. La jugada es interesante, porque implica casi un 80 por ciento de quita respecto del valor nominal, y sin negociación, directamente yendo al mercado a comprarla”, describió el economista.
Fiscella alertó sobre falsas expectativas a largo plazo: “Con mil millones de dólares es difícil bajar sistemáticamente el riesgo país, lo que se puede hacer es acompañar esta mejora de los últimos dos meses” que responde, opinó, al ajuste que Massa pudo cumplir con el FMI, al dato de inflación que tiende tímidamente a la baja, a consideraciones políticas que colocan a Massa, junto a Horacio Rodríguez Larreta desde la oposición, como presidenciables, es decir, dos opciones promercado para el recambio en la Casa Rosada.
“Lo que se van a utilizar son los derechos especiales de giro, la moneda del FMI, y esto habilita pensar si no es parte de las negociaciones con el Fondo, un pedido de recomprar deuda en vez de utilizar ese monto en planes sociales o en otras políticas”, siguió Fiscella. E insistió: “Es para dar respuesta al mercado financiero”.
El futuro, agregó, no está dado: “Seguirá peleada la lucha contra la inflación y el valor del dólar, para mantener la imagen construida en cuatro meses”, en cuanto a la construcción política del ministro de Economía.
Avance macro, con regresión
Ya en el análisis de los números económicos, Fiscella contrastó los indicadores. “El crecimiento del 5% (del PBI en 2022) se contrapone con la inflación del 95% y demuestra la extraordinaria concentración de la renta”. Es decir, una generación de riqueza que no se distribuye equitativamente. En el mismo sentido van los cimbronazos del mercado cambiario, “que transfiere renta a los sectores dolarizados”.
Las cifras de empleo apuntan al mismo proceso de inequidad: “Lo que creció es el monotributo y el monotributo social, pero el empleo registrado, casi nada. No crece el trabajo con derechos y de calidad, sino el cuentapropismo”