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En qué escenarios surgen los liderazgos liberales y antipluralistas en América Latina

Flavia Freidenberg es una politóloga y periodista argentina –nació en Santa Teresita, Buenos Aires– y española, integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Estuvo en Rosario para el Congreso sobre Democracia organizado por la UNR y habló con Radio Universidad, además, sobre la representación de las mujeres en la política

Freidenberg se presentó en Un Programa Perfecto como integrante del Laboratorio de Reformas Políticas en América Latina, un laboratorio de la Organización de Estados Americanos (OEA) radicado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde es investigadora titular.

La tarea del Laboratorio es relevante en el escenario de una región atravesada por turbulencias, carencias y procesos de cambio: analizan, dijo, la representación de las mujeres, “uno de los aspectos positivos de la región en términos de democracias paritarias”, la movilización ciudadana y la recuperación de la democracia. Pero, y de actualidad furiosa, también las agendas vinculadas a los liderazgos iliberales, antipluralistas, “que han sido electos en democracia pero que una vez en el poder limitan la democracia”. Otro eje de las investigaciones es el de los procesos y las reformas electorales.

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Reformas políticas y tipos de liderazgos

“En una de las últimas investigaciones, evaluamos más de 297 reformas que se hicieron en los últimos 40 años en los 18 países” evaluados de América Latina. Y con los resultados y su procesamiento, clasificaron a los sistemas políticos en híperreformistas (con incontinencia reformista), moderados y conservadores.

“Encontramos que no hay una relación entre el nivel y el ritmo de las reformas y la emergencia de ciertos liderazgos” como los extremos que comenzaron a surgir en los últimos tiempo. Como ejemplo, mencionó al presidente argentino, Javier Milei, que surgió “en un sistema de partidos enraizado” y un país calificado como de reformas moderadas. Lo mismo, agregó, sucede con Nayib Bukele en El Salvador, también un país de reformas moderadas en el que “surge como reacción al agotamiento de la política tradicional” y que, a su vez, reformó más el sistema electoral de lo que lo habían hecho las dos fuerzas principales, el FMLN (Frente Farabundo Marti para la Liberación Nacional) y Arena (Alianza Republicana Nacionalista).

Freidenberg contrastó con los casos más hiper reformistas, que son Perú, México, y sobre todo Ecuador, que han tenido liderazgos iliberales o antipluralistas, pero de izquierda. “Porque no necesariamente son de derecha”, aclaró.


El hartazgo, los emergentes peligrosos y los responsables

Los liderazgos iliberales se constatan, señaló la investigadora, en países con gran desgaste del sistema de partidos tradicional, los surgidos en general con las democracias recientes, que se agotan o colapsan.

Una hipótesis, dijo, es que es más probable que surjan liderazgos antipluralistas en aquellos países en los que el sistema de partidos tradicional es responsable de las reformas estructurales que agotaron al centro político. Que atraviesan crisis económicas, de distribución, con pobreza y desigualdad, pero también en los que se desgastó la narrativa de la transición democrática. “Los liderazgos en los márgenes expresan el rechazo no solo a las políticas públicas, sino al modelo de configuración de la democracia“, precisó.

Esos líderes en los márgenes, describió, dicen lo que van a hacer, y lo hacen. “Hacen lo que dijeron que iban a hacer. No lo ocultan. Ni siquiera sobre aspectos revulsivos, como el cierre del Congreso”. En el caso salvadoreño, abundó con la aclaración de que muchos elementos permiten calificar al Gobierno de Bukele como no democrático, “porque después de muchos años en los que atravesaron una guerra civil, pactos de desmilitarización, la incorporación de la izquierda a la institucionalidad política”, persistieron “problemas de inseguridad y pobreza muy altos”. Y así, “lo que el Gobierno de Bukele consiguió es reducir los niveles de criminalidad de manera sustantiva. La gente no es tonta y vota por alguien que los está manipulando, sino que está harta de que la democracia no le garantice seguridad y bienestar“.

De ese malestar profundo y sostenido que permite los emergentes no democráticos, dijo Freidenberg, “son responsables los Gobiernos electos en democracia, de ninguna manera el sistema democrático“.

Porque, lo que no se entiende y habilita estos nuevos escenarios, agregó, es que “la democracia tiene que generar una serie de políticas públicas que mejoren la vida de la gente. No se pueden pedir cheques en blanco. Porque así se le hace el juego a quienes, electos en democracia, apelan a un discurso de odio, a la desinformación o a la polarización extrema como estrategia electoral“.


Las representaciones femeninas

Freidenberg se formó como periodista en el Taller Escuela Agencia (TEA), como licenciada en Ciencia Política en la Universidad de Belgrano, se trasladó a España donde obtuvo su doctorado en la Universidad de Salamanca para luego desempeñarse como investigadora y dirigir el Instituto Universitario de Iberoamérica. Desde 2015 reside en México, donde se incorporó al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Y habló del país en el que vive desde la perspectiva de género, uno de los temas que la apasiona y sobre el que trabaja desde hace décadas. “México viene haciendo una revolución pacífica desde hace muchos años, gracias a la lucha del movimiento de mujeres por reducir las desigualdades de género en la política. Desde 2002, hubo un seguimiento muy exhaustivo de los mecanismos con los cuales se deciden las candidaturas. Eso generó una transformación actitudinal”, repasa lo que considera un ejemplo singular en Amèrica Latina, si bien no el primero en términos temporales.

“Las autoridades sociales, electorales, el movimiento de mujeres, la academia, las mujeres políticas, trabajaron en conjunto los últimos 20 años para conseguir transformar a México en una democracia paritaria. Es el país, hoy, que tiene mayor representación política de mujeres, en la mayor parte de los niveles institucionales. Es una paridad matemática en las instituciones: 50-50 en el Congreso, los gabinetes políticos de todas las instancias y hasta en las candidaturas de cada espacio político“, describe.

Sin embargo, señala que en México, y en toda la región, queda mucho por transitar: “Siempre es bienvenida la presencia de mujeres en altos cargos políticos, más allá de cómo piensen. Pero después está la cuestión de si esa representación descriptiva supone una sustantiva: si las mujeres que alcanzan altos cargos institucionales impulsan políticas con perspectiva de género“.