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Litio, entre una legislación que no protege y una política destructiva de la ciencia

Argentina tiene grandes reservas, pero su aprovechamiento para un desarrollo nacional con autonomía está jaqueado por una ley de minería que, al contrario de lo que pasa en países vecinos, no asegura el interés nacional. Las capacidades científicas y técnicas que acumuló el país en la materia están a punto de evaporarse con la desfinanciación del Conicet y las universidades en el actual Gobierno, y los despidos irracionales de personal capacitado e indispensable

Especialista en fisicoquímica, electroquímica y nanotecnología, investigador del Conicet con doctorados en Gran Bretaña y Estados Unidos, Ernesto Calvo es uno de los principales especialistas en litio no sólo de la Argentina, sino a nivel global. Con su equipo, desarrolla un innovador método de extracción del mineral de características sustentables por requerir escaso volumen de agua y utilizar energía eléctrica solar. En diálogo con ABC, expuso las debilidades locales para aprovechar de manera soberana el recurso estrella del momento y puso énfasis en el agravamiento que significan las actuales medidas nacionales que ponen en riesgo una tradición de construcción de conocimiento en ciencia y técnica que costará mucho recuperar si, como se está dando, desaparece con el desfinancamiento de las universidades y el Conicet y la expulsión de trabajadores del sector.

El “peor de los mundos” en legislación

Calvo recordó que hay distintos modelos de explotación del litio en Lationoamérica. En la región se encuentra el famoso triángulo, que suma el 68% de los reservorios globales de litio en forma de salmueras. En Chile, explicó el especialista con énfasis en que se trata de una economía de mercado, hay una fuerte regulación del Estado a través de Corfo (orporación de Fomento de la Producción). El litio no es de las empresas, sino que está concesionado, y Corfo fija las cuotas que pueden extraer las dos empresas principales, que son la estadounidense Albermarle y SQM, una de las mayores productoras del mundo vinculada al empresario Julio Ponce, ex yerno del dictador Augusto Pinochet.

El investigador agregó que la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, en cambio, establece que los recursos minerales son del pueblo boliviano, y que es el Estado el que tiene el monopolio de la extracción. Es el eslabón de la alta renta minera. A partir de ahí, puede contratar con empresas privadas para agregarle valor al carbonato de litio.

Por el contrario, completó Calvo, Argentina está en el peor de los mundos, porque a partir de la reforma constitucional de 1994 los recursos son de las provincias. Y aunque en principio puede parecer un aspecto positivo en términos de federalismo, obliga a una negociación notablemente despareja entre esas jurisdicciones subnacionales y corporaciones más poderosas que muchos países.

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Respecto de la apropiación de la renta en el negocio, siguió el especialista, la ley argentina de minería establece una regalía máxima del 3%, mientras que en Chile asciende hoy al 40%. Así, el país vecino recaudó el año pasado por esos conceptos casi 3 mil millones de dólares, mientras que la Argentina, apenas 45 millones. Lo anterior, destacó, hace pensar que es mal negocio para el conjunto, aunque sea muy bueno para unos pocos.

 

Diferentes métodos y el impacto ambiental 

Calvo remite a numerosos estudios que coinciden en que el inicio de explotación de un salar demanda alrededor de siete a ocho años desde el momento en que se estudia, por ejemplo, la concentración de litio a diferentes profundidades, se confecciona un mapa hidrogoelógico y se estudia la cuenca para, a partir de allí, decidir qué método utilizar para la extracción.

Como ejemplo, mencionó que tanto Bolivia como China tienen salmueras con mucho contenido de magnesio, por lo que eso les condiciona el mecanismo de obtención del litio. Deben usar uno radicalmente diferente al que utilizan Chile y Argentina.

La explotación se basa hoy, en la gran mayoría de los casos, en la evaporación del salar en piletas de baja profundidad pero gran extensión: unas dos mil veces el tamaño de un estadio de fútbol. Ese proceso demanda alrededor de un año y medio, explicó el investigador. El resultado es una salmuera rica en concentración de litio (originalmente, en una proporción de 0,1 a 0,14%), porque el resto de los metales alcalinos, como sodio, potasio y magnesio, precipitan.

Es un mecanismo, pese a lo extenso en tiempo, económico para las empresas, porque se basa en la energía del sol, que por el momento es gratis. Pero el método implica la pérdida de enormes volúmenes de agua en zonas desérticas.

Por eso, explicó, en el mundo se están desarrollando métodos de extracción directa, que por ahora no alcanzaron la escala industrial. Al respecto, Argentina tiene un desarrollo propio avanzado, pero en riesgo por las actuales políticas nacionales. Al respecto, Calvo informó que especialistas del Conicet mantuvieron, hace una semana, un simposio con el Servicio de Hidrología de Gran Bretaña.

El método actual para extraer el litio en la Argentina es el de evaporación, repitió, aunque con una sola excepción, que es el de la empresa Livent, de capitales norteamericanos que se asoció con la australiana Allken y detenta una posición oligopólica en Catamarca: en parte, utiliza un proceso de extracción directa. En el país el litio se encuentra básicamente en salares. Hay en roca –como en Australia– en Córdoba y San Luis, pero la obtención del mineral en esos sustratos requiere un proceso sucio y muy caro.

 

Las corporaciones

El litio en Salares se encuentra en las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy. Calvo señaló que una de las mayores empresas que lo explotan es la australiana Orocobre, asociada a la japonesa Toyota Tsusho Corporation que firmaron un acuerdo para desarrollar y comercializar en el proyecto Olaroz, en Jujuy en conjunto con la público-privada Jemse. Otra de las grandes es Livent, que opera en Catamarca, y otra sociedad entre la canadiense Lithium Americas y la china Gangfeng, también junto a Jemse.

Hay otras con procesos modernos que van a empezar a producir en algunos años, añadió el investigador. Y algunas en proceso de desarrollo, pero lejos de la producción. A este universo, dijo, se acoplan capitales especulativos que se hacen de concesiones de salares para luego venderlas una vez que se valorizan.

 

Argentina, boicoteada desde adentro

En la Argentina, pese al ataque sufrido por el Conicet y las universidades, enfatizó Calvo, hay un desarrollo autónomo de un método sustentable de extracción de litio que minimiza la pérdida de agua.

De hecho, el propio especialista lidera un equipo compuesto por la doctora Victoria Flexer, del Centro de Investigaciones y Transferencia (CIT) de Jujuy y las becarias Florencia Marchini y Valeria Romero que ganaron el premio de la compañía holandesa DSM denominado Bright Minds Challenge (Mentes brillantes) por ese trabajo.

Pero todo se puede perder aceleradamente, advirtió Calvo, como ocurrió en otras épocas del país en las que se desmereció la ciencia nacional. El desmantelamiento no es sólo en infraestructura, sino en personal, que lleva años capacitándose al mejor nivel global, y que desde el exterior tientan con absorber.

Frente al ninguneo de esa inteligencia y esa tradición de ciencia y tecnología adquirida mediante voluntad política y desde el ámbito público, que permitió entre otras cosas ubica al país en el primer nivel de desarrollo de vacunas, satélites, radares, bioingeniería, entre otros logros, Calvo alertó sobre la pérdida de un acervo de saberes que, si la dirección política continúa en los actuales carriles, se irán al exterior a continuar sus trayectorias profesionales. La destrucción es rápida, señaló, pero la reconstrucción demandará varias décadas.