• Tiempo de lectura:5 minutos de lectura

Los feminismos frente a los tiempos crueles

Por Mariángeles Camusso y Alejandra Ridruejo

CIFEG (Centro de Investigaciones Feministas y Estudios de Género – FcPolit UNR) – Columna #Ultravioleta de Radio Universidad 103.3

Estamos en vísperas de un nuevo 8 de Marzo. Un 8M brutalmente diferente a los que vivimos en la última década, que nos exige repasar nuestra historia reciente. No hace falta aquí que contabilicemos las transformaciones que los feminismos hemos generado en estos años de movilización que hemos dado en llamar la Cuarta Ola. No ha quedado institución sin revisar, violencia sin detectar ni micromachismo sin denunciar. La justicia, la educación, los medios de comunicación, la economía, la familia, la cultura, la pareja, el trabajo, el lenguaje: todo, todo ha sido interpelado.

Es quizá esta voluntad de observar y problematizar todo lo que ha colocado a los feminismos y la perspectiva de género -denominada por sus detractores ideología de género- en el lugar de enemigo público para la discursividad libertaria. Hemos señalado en algunas investigaciones[1] que la construcción de este antagonismo no solo es conceptual sino también estratégica: “el planteo ´anti feminista´ es el principal articulador de coincidencias entre grupos que difieren en procedencia, público destinatario, territorio de intervención, composición y grado de impacto de sus despliegues políticos” y por esta razón es tensado cotidianamente desde las redes del nuevo gobierno y sus aliados. 

La intención de derogar la Ley de interrupción voluntaria del embarazo, la prohibición del lenguaje inclusivo, el avance sobre los contenidos  y las modalidades de Ley Micaela, el desmantelamiento del INADI, el ataque directo a figuras femeninas de la cultura y los medios, como Lali Expósito, constituyen algunas de las decisiones que materializan una batalla cultural de la cual se jacta, pero además es usada tácticamente para mantener la atención y la discusión pública dispersa y alejada del proyecto político central: la feroz transferencia de ingresos y el consecuente empobrecimiento de la mayoría de la población.

Frente a esto, los feminismos tenemos muy en claro que nuestros principales aportes en  las ultimas décadas fueron, por un lado la producción de diagnósticos precisos sobre cómo opera el sistema hetero-cis-patriarcal y capitalista en tanto sistema de dominación que sostiene y refuerza las desigualdades de género, clase y raza. La visibilización del valor de  las tareas de cuidado familiares y comunitarias ha sido una de las grandes batallas conceptuales que hemos instalado en la agenda pública. La noción de violencia económica como sustrato del ejercicio de todas las violencias machistas implica un corrimiento de la mirada sobre las mismas, descentrándolas del ámbito “privado”, “doméstico” o “familiar” para comprenderlas como fenómeno estructural que sostiene un sistema de dominación social. Por otra parte, los feminismos hemos sido capaces de vislumbrar y prefigurar otras formas de producción, otras formas de relación, otras formas de convivencia; formas que, como nos gusta decir, ponen la vida en el centro.

Ahora bien, para les sujetes políticos que encontraron en esta manifestación política del neoliberalismo un espacio de identificación -y también de esperanza- los feminismos y el activismo de la diversidad sexual constituyen una amenaza porque, en un momento de crisis civilizatoria ponen en jaque aquellos lugares que funcionaban como un resguardo ante la intemperie del mundo actual: la familia heterosexual, el binarismo, la maternidad. Para la estrategia de gobierno, sin embargo, las razones probablemente son otras: el movimiento feminista, con toda su heterogeneidad y sus contradicciones, conserva una enorme capacidad organizativa y de movilización. La propia identidad asambleísta, horizontal y plural del movimiento dificulta ponerle cara, nombre y apellido para demonizar a sus dirigentes -como sucede en cambio con sectores políticos partidarios o gremiales-. (Hay que decir que las actrices, cantantes y periodistas son quienes sufren los embates de odiadores famosos y desconocidos).

Los feminismos además, y sobre todo, somos un enemigo perfecto porque fuimos y somos capaces de pensar, soñar y diseñar un mundo que desafía la férrea lógica del capital trasnacional que solo nos considera como máquinas de producción y consumo.  Porque a la crueldad sistemática que nos proponen, le oponemos más afecto y más cuidado, que es lo mismo que decir más feminismo. Y porque todo lo imaginamos, lo proponemos y lo hacemos colectivamente. 


[1] Para un desarrollo de este tema ver: “Discursividades de los grupos anti-género en la Provincia de Santa Fe. Primera aproximación a un estudio de caso múltiple”. Dra. Noelia Figueroa; Lic. Clarisa Leonard; Mg. Mariángeles Camusso; Est. Julia Goñi.