El espacio construido por el presidente electo Javier Milei toma prestados de la “casta” los funcionarios que no tiene y saca de la agenda sus propuestas más extremas, pero el pronóstico para sus primeros tiempos es un ajuste brutal en el Estado y otro del mismo tenor en los precios relativos
“No es soplar y hacer botellas”. El dicho popular aplica a lo que se conoce de la puesta en el congelador de sus propuestas màs disruptivas que el presidente electo Javier Milei transita los días previos a su asunción en la Casa Rosada, al compás de la entrega de muchas áreas clave de Gobierno a integrantes de la denostada “casta” política. Lo destacó ante el programa Apuntes y Resumen el economista del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate) y docente en la Facultad de Derecho de la UNR Lavih Abraham.
La falta de estructura y cuadros que evidencia La Libertad Avanza para llenar los casilleros de la gestión nacional es uno de los datos de los convulsionados momentos de la transición presidencial.
“Queda claro que es un partido muy modesto, lejos de estar preparado para conducir un Estado nacional”, destacó Abraham. Y expuso el escenario de estos días, de marchas y contramarchas en los nombres de funcionarios: “Ni siquiera tiene nombres para las principales carteras, mucho menos para ocupar los puestos en todos los ministerios, secretarías, subsecretarías y direcciones”.
Es que, recordó el economista, se trata de un espacio político “armado alrededor de las solitarias figuras de Javier Milei, su hermana (Karina), y tres o cuatro referentes más”. Y entonces, la manera de superar ese déficit es buscando refugio en lo que ellos mismos, los libertarios, defenestraron como la “casta política”.
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A lo que hechan mano desde LLA, por lo pronto, es a políticos profesionales que por un lado provee el ala del PRO que el ex presidente Mauricio Macri arrastró al pacto con los libertarios, y en menor medida los cedidos por el saliente gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti.
En paralelo, ya terminada la campaña de la motosierra, las medidas maximalistas que apuntaban a transformar radicalmente la economía y la política nacionales, se torna inviable. Contra las promesas, hay estructuras consolidadas por décadas que no se pueden borrar y reemplazar por otras sin más ni en corto o mediano plazo.
Abraham señaló que, en el fondo, se muestra la ingenuidad de una concepción del manejo del Estado, expresada en los discursos de Milei, que consiste en una gran botonera que el que llega aprieta acá o allá para que las cosas funcionen bien y de otra manera. “No es así: el capitalismo del siglo XXI es mucho más complejo” que lo que dibujaba el libertario, insistió el economista de la UNR.
Las reformas extremas son poco probables en cuanto a su posibilidad. Lo que sí puede haber durante las primeras semanas del nuevo Gobierno, siguió Abraham, es un brutal ajuste fiscal. Y un reacomodamiento también extremo de los precios, fundamentalmente de los servicios, en parte por el retiro de subsidios, dados los apotegmas repetidos, entre otros, de que la energía en la Argentina es muy barata.
Las muletillas de campaña, en contraste, quedaron en veremos: la dolarización, la detonación del Banco Central, como las más paradigmáticas, ya quedaron fuera de la agenda del primer tramo de mandato.
No es esperable lo mismo con los contenidos neoliberales del espacio. Sí hay lícito estimar que los primeros meses estarán marcados por una baja sensible de los salarios de los empleados públicos primero, y del resto de los asalariados a continuación, en relación con el poder adquisitivo, sobre todo en contraste con la suba pronunciada de los precios relativos.
Respecto de la respuesta social ante un programa de ajuste veloz, Abraham recordó la experiencia de las anteriores gestiones neoliberales, como las de la década de los 90 con el menemismo, la de Fernando De la Rúa que terminó en el estallido de 2001 y la de Mauricio Macri. El acompañamiento social sin resistencia durará lo que pueda el Gobierno sostener el relato de que los sufrimientos que padeceràn, aún más que ahora, los sectores medios y populares son parte de un plan para llegar a un estado de mayor bienestar. Cuánto, en función de ese horizonte prometido, se soportará el esperable aumento de la desocupación, el consiguiente de la pobreza, la caída del consumo interno.