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Rodríguez Zapatero: que el extremismo no marque la política argentina a pesar de las dificultades

El referente del partido Socialista Obrero Español, que se reconoció en Rosario como un “devoto” de Messi, consideró imprescindible una unidad latinoamericana que incluya un gobierno de gobiernos y una moneda común para dialogar de igual a igual con los grandes jugadores globales

José Luis Rodríguez Zapatero nació hace 63 años en Valladolid, España. Fue el quinto presidente del Gobierno español después de la transición entre la dictadura franquista y la democracia, con su nueva Constitución. Ejerció el cargo durante dos mandatos consecutivos, entre 2004 y 2011. Este martes, en Rosario, el político del Psoe disertó ante un auditorio de estudiantes, docentes e investigadores de la UNR en el aulario de la Ciudad Universitaria y más tarde concedió una entrevista para el programa Apuntes y Resumen sobre su visión del contexto político global, de Latinoamérica y de la Argentina.

Zapatero concedió que la Argentina atravisa un momento complicado, afectada como otros países por la pandemia y la guerra en Ucrania, en particular alimentando altos índices de inflación aunque sin que su crecimiento económico se haya revertido. En ese contexto adverso, el líder español enfatizó dos aspectos que no centró en lo económico sino en lo político.

El visitante destacó en primer lugar el riesgo de que “el extremismo marque la línea política del país”. En momento de graves dificultades, señaló, es necesario construir un espacio de diálogo entre las fuerzas democráticas para que ello no ocurra, porque sería garantía de un camino hacia el “desastre”. Recordó, en ese sentido, la conocida sentencia de la filósofa y ensayista española, ya fallecida, María Zambrano: “Todo extremismo destruye lo que afirma“.

El ex presidente aceptó que el otro foco en clave política que puso sobre la mesa puede parecer, en una coyuntura difícil como la actual, no prioritario. Pero lo juzgó imprescindible a mediano plazo, y con una construcción que no debería esperar, asentada en las experiencias previas: la unidad latinoamericana.

El español puntualizó ese eje, que en muchos casos queda como expresión vacía de contenido. “Ir, incluso, hacia un gobierno y una moneda latinoamericana“, redobló la apuesta. Y argumentó que con los recursos que tiene la región, en su conjunto, puede diseñar una moneda común poderosa, como ocurrió con el euro en su continente.

“Son pasos necesarios”, enfatizó, y “la única vía para luchar contra las desigualdades sociales y su consecuencia de pobreza“. Es, siguió, el camino para que la región “asuma un papel de autoridad en el mundo ante los grandes jugadores globales“. De lo que habla, insistió, es de una unidad política, un gobierno de gobiernos, dicho de otro modo. Porque, “de lo contrario, será un sub continente que no cuente en el concierto mundial, sumido en la violencia y el crimen organizado“, que avanzan cuando no hay un horizonte social esperanzador.

Ese “gobierno de gobiernos”, se antepuso a los cuestionamientos, “parece utópico en la coyuntura, pero todas las concreciones humanas fueron, antes, sueños”.

De regreso al fenómeno de los extremismo, también Zapatero le bajó el precio a un dramatismo de largo plazo y un derrotismo anticipado. Recordó que los ex presidentes Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos no fueron reelectos: “La gente los despide a los cuatro años, a pesar de su demagogia y populismo”.

Y sobre la tarea para frenar esos ensayos extremos, sobre los cuales aceptó tácitamente que en la Argentina tienen a Milei como apellido sobresaliente, reafirmó que “la cuestión esencial de las democracias latinoamericanas que han sobrevivido es la deuda social”.