El economista Federico Fiscella trazó la comparación con la convertibilidad para explicar que el proyecto del libertario no cierra ni en los papeles, excepto a un costo social insostenible y con final más traumático que el experimento de la década del 90
Milei es hábil para enmascarar el más brutal de los ajustes que es la dolarización sin utilizar esa palabra que en el imaginario quedó más vinculada a la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, señaló Fiscella sobre la propuesta madre del postulante por La Libertad Avanza.
Es, agregó en diálogo con le programa Apuntes y Resumen, quitarle la centralidad a una licuación violenta de salarios que inexorablemente se producirá en el momento o el proceso del movimiento cambiario. “Un hábil recurso de márketing”, calificó el economista de la UNR, porque además no se explica en profundidad el mecanismo. Y menos su eje principal: ni siquiera se esboza una aproximación del valor de paridad al que se daría el cambio de moneda.
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Como ejemplo, FIscella recordó que el dólar oficial, que está a alrededor de 360 pesos, explica (o debería explicar) el 80% de los precios de las materias primas o las importaciones de capital del país, y si se mueve en el mejor de los casos hasta el valor del ilegal blue, ahora cerca de mil pesos, encima con una base del 140% de inflación, “no cabe duda que de inmediato se desataría una hiperinflación“.
Un ejemplo que, destacó Fiscella, es condescendiente. Para el economista rosarino, el valor de conversión con las reservas actuales sería muy superior, cercano a los 10 mil pesos. Y entonces, hay que dividir por ejemplo el sueldo promedio por 10 mil para calcular su valor en dólares. La cuenta arroja un nivel lejano incluso al de subsistencia mínima.
De todos modos, Fiscella concedió que las propuestas de Milei hacen pie en un escenario de hastío y desesperación generalizadas en el que se pueden sembrar aparentes soluciones mágicas y simplistas. Es que, explicó, en la Argentina no se hace lo debido a nivel de comercio exterior, de producción, de relaciones internacionales para venderles más cosas al resto del mundo, para ahorrar el dinero de Vaca Muerta, por ejemplo. Todas esas críticas se pueden hacer a las gestiones en esas áreas. El resultado es que volvió con fuerza la restricción externa – la falta de dólares para sostener consumos, impòrtaciones y ahorros– y con ello todos los problemas recurrentes en el país. Entre ellos, la inflación a niveles récord.
Aún en este paisaje, siguió, más allá del cansancio que produce vivir con estos niveles de aumentos generalizados de precios, la dolarización lo que genera, además de una empinada pérdida de poder adquisitivo para los asalariados y los trabajadores en general es una alta tasa de desempleo, como ya se vivió en la década de los 90 con el proyecto menos radical de la convertibilidad. Y, advirtió, “es una tragedia la falta de trabajo”.
La dolarización, de todos modos, “no cierra ni desde el marco teórico“. Y es “un delirio de alguien que no experimentó nada con el Estado“, abundó Fiscella sobre Milei. Añadió que tampoco es consistente el proyecto del fideicomiso externo con los activos del Banco Central para obtener divisas en el exterior con los que sacar de circulación la moneda nacional a niveles de conversión menos estratosféricos. Y ahí marcó una de las tantas contradicciones del libertario, quien al mismo tiempo declama que el pasivo de pesos circulantes de la autoridad monetaria con la que quiere tentar a los inversores (especulativos) es “excremento”.
Es vía es impracticable. Y lo que queda entonces es vender el resto de los activos del país, las empresas del estado, los recursos naturales como el litio. Pero así sólo es comprar tiempo, porque al no producir dólares genuinos vía producción competitiva y exportaciones, el problema, como en los 90, reaparece. Encima, con los bienes ya enajenados. Y si fue difícil salir de la convertibilidad cuando estalló, destacó Fiscella, mucho más es hacerlo de una dolarización, cuando ya no hay moneda propia a la que retornar.
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