El investigador del Conicet Joaquín Gómez Hernández repasó la vida de la irlandesa, que se adelantó a postulados de Le Corbusier y fue postergada por su condición de mujer y su lesbianismo
En vísperas del Día internacional del Arquitecto, que se celebra el 1 de julio de 1949 tras la creación en Suiza de la Unión Internacional, el artista visual, arquitecto e investigador del Conicet, Joaquín Gómez Hernández, repasó en La Marca de la Almohada la vida de Eileen Gray (1878-1976), notable referente en el diseño y la proyección de viviendas que fue relegada en su época de esplendor por su condición de mujer, además de perseguida por su lesbianismo.
“Era una lesbiana arquitecta maravillosa. No se recibió de arquitecta porque no la dejaban. Hay un proceso de visibilización que empezó a darse en los últimos diez años de aquellas arquitectas. Ella es una de tantas otras. La tomo a ella porque mi investigación del Conicet tiene que ver con las sexualidades y la arquitectura, y siendo lesbiana es una referencia ineludible. Pero es la historia de muchas mujeres arquitectas, atrás de otros arquitectos que le ponían el piecito y no la dejaban levantar cabeza”, resumió Gómez Hernández sobre el legado y los escollos que encontró la irlandesa.
Gray era hija de una varonesa, por lo tanto, heredera de un título nobiliario al que renunció en la adolescencia para viajar a París. Luego comenzó sus estudios en Londres dentro de una carrera de artes aplicadas, la única vinculada al diseño en la que podían anotarse las mujeres.
La joven comienza a aprender de forma autodidacta con una arquitecta rusa y con un compañero se lanzan a construir una casa, la mítica E-1027. “Muy paradigmática, excelsa, completamente portentosa en su proyecto y metodología de construcción”, describe Gómez Hernández.
“A Le Corbusier empieza a no gustarle nada la figura de Gray. Empezó a hacer un trabajo muy organizado para correrla del mapa. Durante la invasión nazi en Francia, de la que Gray por lesbiana tiene que retirarse, él usurpa la obra maestra de ella, pinta nueve murales alrededor y entra en una fase obsesiva alrededor de la casa. Era una lesbiana discutiendo en las esferas disciplinares al máximo referente de la época”, detalla sobre una de las batallas que dio mostrándose como una profesional adelantada, capaz de enfrentar y superar incluso los postulados de uno de los arquitectos con mayor reconocimiento mundial.
Los cinco puntos de una nueva arquitectura moderna, que es la construcción teórica que elabora Le Corbusier y presenta en 1927, ya se observan en E-1027, la obra maestra que Gray comenzó a trabajar en 1926. Ella ya tenía la propiedad proyectada, con los planos elaborados. “Eso es un foco de enojo para Le Corbusier”, confirma Gómez Hernández.
“Ella pensaba la vivienda con una plasticidad y una capacidad de flexibilización de los espacios. Postulaba que teníamos que poder garantizar espacios que pudieran adecuarse a las necesidades de cada persona que lo habitara. Paredes que se mueven, muebles que aparecen y desaparecen, pisos que se pliegan. Ponerse al servicio del deseo de cada humano que habite una casa. Le Corbusier va acompañado del aparato capitalista, que decía que la casa es una máquina para habitar. Dos paradigmas bien distintos”, marcó el arquitecto e investigador del Conicet.
“Como con los feminismos en general hay momentos que se profundiza y se recupera el trabajo y los legados de las mujeres y las disidencias y luego quizás no tanto. En los últimos diez años, con ella, se dio una gran recuperación de su obra”, concluyó Gómez Hernández.