Por Camila Correa y Valentina Alvarado
Según un informe de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), “Argentina es el segundo país con mayor cantidad de casos de estas patologías”. Límites y alcances de las políticas públicas frente al paradigma hegemónico del cuerpo deseable. Urge la implementación efectiva de la Educación Sexual Integral (ESI) en todos los establecimientos educativos para contrarrestar esos estereotipos
El pasado sábado 3 de junio las calles de Rosario se tiñeron de violeta por una nueva conmemoración de la primera marcha “Ni Una Menos”. En su documento, la ONG homónima invitó a la lucha “para decir que la violencia machista mata y no sólo cuando el corazón deja de latir”. Luego de ocho años del femicidio de Chiara Pérez, la proclama tocó puntos claves como la urgencia de una Ley de Reparación Histórica Trans post dictadura cívico-militar, remuneración de las tareas de cuidado, reconocimiento salarial a las cocineras comunitarias y el derecho a la libertad de los cuerpos deseantes. En las escalinatas del Parque España, también se oyó el reclamo por las exigencias que rondan los cuerpos de las feminidades, además de concebir a la ESI como algo más que una ley. Las mujeres ponemos cuerpo pero, ¿qué pasa cuando éste no cumple con los múltiples cánones de belleza exigidos?
De acuerdo al estudio dado a conocer por ALUBA a fines del 2022, “el 70% de las mujeres argentinas no está conforme con su cuerpo” mientras que el “60%, quiere adelgazar”. Además, dicha investigación afirma que la edad de mayor riesgo de sufrir un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) es entre los 12 y los 25 años. Son infinitas las razones que llevan a las mujeres e identidades feminizadas a no sentirse conforme con su propio cuerpo y recurrir a alternativas poco saludables para alcanzar un ideal de belleza utópico impuesto por la sociedad y la política patriarcal.
A mediados de 2022, un tweet de una joven residente en España y que regresó de visita al país, revivió una discusión que continúa manteniéndose bajo la alfombra: “Me sentí muy fea durante toda mi estadía en Argentina, volví y se me pasó. Siento que los estándares estéticos allá son la dictadura”. Ese mismo año, la autora de Abzurdah se volvió tendencia tras el estreno de la película basada en su libro homónimo publicado en 2006: “Dejá de fomentar TCAs, no te alcanzó con el libro de mierda que escribiste?”, arrojó una usuaria.
Antes de la existencia de las redes sociales, el auge de los blogs mantuvo entre lo under de su entramado una temática que escondía un código entre las tantas jóvenes que padecían trastornos alimenticios: Ana y Mía hacían referencia a dos prácticas sobre las que publicaba, incluso, la autora de Abzurdah, Cielo Latini. La romantización de las conductas alimentarias persiste en 2023 en la sinopsis de la editorial que publicita su obra: “La desfloración a los catorce años, la dependencia amorosa y sexual de un hombre mucho mayor que ella, la fascinación con la muerte, la bulimia y la anorexia, la creación del blog “Mecomoami” en el que miles de adolescentes hacían público su derecho a ser anoréxicas, los intentos de suicidio, la autoflagelación”.
Por otro lado, a pesar de que se trata de una problemática que demanda ocupar un lugar de urgencia en la agenda mediática y política, la disputa por los cuerpos pareciera instalarse de manera súbita y fugaz en la opinión pública sólo cuando alguna figura reconocida o celebridad recibe comentarios de odio en relación a una o varias características de su aspecto físico y, sumado al constante fogoneo de los medios de comunicación, decide posteriormente llamar a la reflexión en sus redes sociales.
En este marco, los feminismos se alzan con un estandarte que proclama que la violencia patriarcal tiene su base en las acciones más cotidianas, como en el opinar sobre los cuerpos feminizados, en el de exaltar una belleza que no existe. Hace más de diez años, la socióloga venezolana Esther Pineda le ponía nombre a esta problemática: violencia estética. En su libro «Bellas para Morir – Estereotipos de Género y Violencia Estética contra las Mujeres», la define como la «presión social que tiene consecuencias físicas y psicológicas en las mujeres y que se fundamenta sobre la base de cuatro premisas: el sexismo, la gerontofobia, el racismo y la gordofobia». En esta investigación, Pineda explica que las mujeres nacemos y nos desarrollamos en sociedad con la idea de la belleza como referencia y obligación para demostrar la femineidad, por lo cual nuestra identidad desde el primer momento comienza a construirse alrededor de los múltiples mandatos de belleza, incluso hasta configurar el concepto de amor y cuidado propio íntimamente ligado a cuán cerca estemos de cumplir ese ideal hegemónico.
En nuestro país, las normativas que alcanzan la temática existen pero no resultan suficientes a la hora de crear redes de contención, promoción y concientización. La Ley 26.396 de Prevención y Control de Trastornos Alimentarios, sostiene como uno de sus objetivos: “Promover en la comunidad espacios de reflexión y educación para contención de quienes padecen estas enfermedades”. En tanto, el programa nacional de Educación Sexual Integral acorde a la Ley nacional Nº 26.150 de 2006, en sus lineamientos curriculares, propone como eje transversal el cuidado desde “el conocimiento y el respeto del propio cuerpo y el respeto por el cuerpo del/la otro/a”.
“La ESI no se toca”, se escuchó desde los megáfonos de la columna violeta que serpenteaba la calle que costea el río Paraná. En Santa Fe no existe una reglamentación oficial que garantice que el acceso a la información alcance todas las aulas porque se registran dilaciones en el Senado provincial para su aplicación, a pesar de haber sido aprobada en Cámara baja. Esto limita que el derecho al cuidado de los cuerpos alcance a todas las instituciones educativas y para nada garantiza una concientización sobre los trastornos alimenticios. El eje principal del problema, radica en su artículo N°5, que apela a la idiosincrasia de cada establecimiento: “Cada comunidad educativa incluirá en el proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros”.
En su artículo 6 la ley de trastornos alimenticios prevé “la incorporación de la Educación Alimentaria Nutricional (EAN) en el sistema educativo en todos sus niveles, como así también de medidas que fomenten la actividad física y eviten el sedentarismo, y la promoción de un ambiente escolar saludable” entendiendo a ésta como “un proceso dinámico a través del cual las personas adquieren, reafirman, o cambian sus conocimientos, actitudes, habilidades y prácticas para la producción, selección, adquisición, conservación, preparación y consumo de los alimentos”.
En tanto, la cada vez mayor proliferación en redes sociales de los costosos tratamientos y cirugías estéticas, que incluyen desde tratamientos no invasivos como el skin care, depilación definitiva, perfilado de cejas e inyecciones de ácido hialurónico; hasta intervenciones quirúrgicas más complejas como la definición de mandíbula, liposucción, implantes mamarios, bypass gástrico, entre tantos otros, contrasta sobremanera con la falta de una propuesta concreta desde los diferentes estamentos del Estado en son de validar la existencia de diversidad de los cuerpos y los riesgos que suponen dichas prácticas. Por su parte, los medios de comunicación no asumen su responsabilidad en la visibilización de estas prácticas, sino que por el contrario, a menudo las fomentan.
Cabe destacar que en este contexto, la violencia sobre las identidades feminizadas se ejerce también desde el plano económico: por debajo de estos costosos tratamientos, existe inequidad salarial, techo de cristal, oferta laboral limitada y sexista, falta de acceso a determinados puestos de trabajo por ser pensados exclusivamente para varones, entre otras. Esto lleva muchas veces a que las mujeres terminen, de manera inconsciente, afrontando los gastos de la apariencia como prioridad, antes de verse interpeladas por políticas públicas que promocionen una alimentación consciente y un estilo de vida saludable.
Mientras el Estado no promueva la correcta y necesaria aplicación de las normativas existentes que concientizan sobre el cuidado del cuerpo, y no acompañe el urgente pedido de una reglamentación oficial de la ESI en la provincia, los ideales de belleza continuarán apareciendo para la sociedad como un objetivo a perseguir, permeando al mismo tiempo fuertemente en la población adolescente de nuestro país, quizás la más vulnerable en toda la ecuación.
Entretanto, el reclamo por las exigencias que rondan los cuerpos de las feminidades será una premisa que seguirá repitiéndose en cada encuentro y en cada lucha de las mujeres e identidades feminizadas. Tal como manifiesta el documento del 3J de la ONG Ni una Menos, la violencia machista también mata “cuando nos insulta o nos juzga por el modo en que disfrutamos nuestros cuerpos, mata nuestro derecho a poner en acto su inmensa potencia”.