¿Se lee más o menos, mejor o peor? Se lee distinto, con otros modos que ofrecen experiencias variadas. Del fetichismo del papel a las nuevas tecnologías. El lugar de los libreros y editores, calidad y cantidad. Ejes del debate de la Tertulia de Viernes
Incontables son las preguntas que se pueden hacer sobre el presente o el futuro de la lectura, o mejor de las lecturas. Los cambios tecnológicos, de la mano de los culturales y las crisis económicas, obligan a agudizar la creatividad para sostener y expandir el placer de una actividad que se da por igual en soledad y comunidad. Sobre esto hablaron los invitados del programa Apuntes y Resumen.
En el estudio de Radio Universidad intercambiaron sus historias y pensamientos los libreros Marcos Buchin, de Buchin Libros, Gabriel Riestra, de Homo Sapiens, y Martina Mainelli, de El Cuco No Existe. Con ellos, Romina Gianfelici, de Editorial Biblioteca Vigil y el ciclo Hagamos Barrio, y Ricardo Valquinta, director general de Aprendizajes Colectivos, área municipal a cargo del proyecto Celebración de las Lecturas.
El marco del encuentro fue la Semana del Libro y la Lectura en Rosario, que entre el 17 y 23 de abril y bajo el lema “40 años de democracia: celebración de las lecturas”, propone participar de numerosas actividades pensadas especialmente para las infancias, las juventudes y personas adultas: talleres, clubes de lectura, espectáculos, lecturas al paso, Noche de Librerías, entre otras.
Una “Celebración de las lecturas”, señaló Valquinta, “por todos los medios, como un disfrute y un derecho ciudadano” cuyo impulso adjudicó al secretario de Cultura y Educación de la Municipalidad, Dante Taparelli.
Valquinta volvió sobre la pregunta recurrente de si hoy los niños leen o no como antaño. Y escapó del laberinto por arriba: “A lo mejor lo hacen por otros medios, no como lo hacíamos o lo hacemos nosotros, que superamos los 30 años”. Es que, completó, “hay otros modos, soportes y estrategias, y ahí está el desafío“, en especial para los que gestionan espacios culturales desde el ámbito público. No son tiempos fáciles, admitió, y hay que “agudizar la imaginación”, porque aunque haya presupuestos, nunca son suficientes.
El director de Aprendizajes Colectivos señaló que desde esa área apuestan a una alianza con bibliotecas populares, organizaciones sociales y otros colectivos para generar, por ejemplo, la Red de Clubes de Lectura, que considera una acción de democratización de la cultura.
Los libreros Riestra y Buchin destacaron los más de 30 años “en el oficio” y una condición imprescindible para un librero: primero, ser lector. Es la “clave para transmitir pasión, conectar, transmitir”, explicó el primero. Y su colega recordó que de chico, incluso, no era muy común ser un niño lector, aun cuando no hubiera la competencia de los celulares inteligentes y tantas pantallas.
Antes que la vista, el oído
Para Mainelli, se trata de un plural: las lecturas. Porque las hay de diferentes modos. Y más, fue al inicio del placer de esa actividad con una observación: no siempre el sentido principal es la vista. En la primera infancia, remite al oído, al relato verbal de los padres, por ejemplo. Ahí hay una clave, agregó, incluso “anterior a cualquier alfabetización”.
Otro sentido común a criticar, apuntó la referente de la librería para niños, es la imagen del lector exclusivamente en soledad. Que los lectores se junten a compartir sus lecturas, como es en parte la propuesta de La Semana… es una experiencia que también abona el disfrute y permite la transformación de las propias experiencias con las de los otros.
Más o menos, mejor o peor
La tecnología transforma el universo de la lectura, un consenso. Hay miradas morales, en términos de mejor o peor, incluso de cantidad. Los invitados señalaron que, como ejemplo, el teléfono inteligente es un dispositivo que impulsa a escribir más que nunca, y que eso es lo que ocurre es porque, del otro lado, hay quienes leen ese mayor volumen de textos. Ni de la misma manera, ni con la misma atención que en papel, pero la reacción, señalaron, debe aser aceptar la realidad críticamente, sin demonizarla ni “rasgarse las vestiduras”. Porque, además, la pantalla suele ser disparadora de otras experiencias de lectura. Un aporte, en ese sentido, es desechar el precepto de “leer como corresponde”, antiguo canon de la enseñanza escolar. Es que placer de la lectura se manifiesta, dijeron, en lo contrario: como no corresponde.