La movilidad intracelular de esos lípidos de mala prensa y la marihuana tienen una relación. Es una simplificación, pero un estudio del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario habilita la esperanza de diseñar terapias para enfermedades graves en base a los canabinoides que sintetiza el organismo e, incluso, los que produce el cannabis
Mucho se escribe y habla sobre el colesterol. Casi todo lo que se difunde masivamente remite a sus efectos negativos para la salud, pero sin ese lípido no se darían varios de los procesos que permiten la vida, y no solo en humanos. Todo depende de su circulación y acumulación en el organismo. Lo que científicos de Rosario descubrieron es que esos desplazamientos, estacionamientos y balances están regulados por el llamado sistema endocanabinoide. Sí, el nombre alude, y de hecho tiene que ver, con la marihuana. Sin embargo, se trata de un sistema de síntesis interna que, hasta la investigación local, mantenía oculta esa importante función. Y si la investigación escala, y lo hace con resultados coherentes con esta primera etapa, se abre la esperanza de utilizar el mecanismo en el diseño de terapias para enfermedades graves, como el llamado Alzheimer de los niños.
“Todo empezó con una investigación guiada por la curiosidad. No teníamos la menor idea de lo que íbamos a encontrar”, admitió en los estudios de Radio Universidad Diego de Mendoza, director del Laboratorio de Fisiología Microbiana del IBR (Instituto de Biología Rosario). Es el coordinador del resonante estudio que fue publicado por la revista PLOS Genetics, y lo explicó para el programa ABC.
“El colesterol tiene mala prensa. Se lo asocia con la aterosclerosis o enfermedades coronarias. Sin embargo, es esencial para que vivamos. Es el precursor de las hormonas que nos hacen tener diferente sexo, y de vitaminas”, cita como ejemplo del conocimiento parcial y sesgado. La relación con enfermedades, en verdad, no es por su presencia a secas sino por su deficiente metabolismo en el organismo, o lo que es lo mismo, las anomalías en su circulación que lo hacen acumularse en ciertos tejidos. Por ejemplo, en los del sistema cardiovascular y el nervioso.
El gusano modelo
Lo que el equipo del IBR coordinado por De Mendoza hizo y está a las puertas de escalar tras una interrupción debida a la pandemia es un estudio –explica el investigador– “no en humanos sino en un organismo pequeño, modelo, que es un gusanito de un milímetro que tiene la particularidad de que se conoce toda la secuencia de sus genes, su genoma, con un gran porcentaje de homología con el de los mamíferos”. Además, es ideal para estudiar ciertas enfermedades hereditarias. Es que puede ser manipulado genéticamente en el laboratorio para generar ejemplares con mutaciones análogas a las que producen las patologías en los humanos.
El gusano en cuestión es el Caenorhabditis elegans. “Tiene un período de vida muy corto. Llega a adulto en tres días. Es hermafrodita, produce óvulos y espermatozoides, y a las 72 horas de nacer puede poner huevos y tener descendencia”, explica De Mendoza. De allí, señala, otra ventaja: los procesos son mucho más rápidos que, por ejemplo, en ratones o moscas. “Se pueden diseñar muchos experimentos cortos”, resume.
En el laboratorio, a los gusanos se los alimenta con bacterias. Se mantienen en pequeñas cajas de Petri, que son de plástico, transparentes y con tapa, por lo que es posible observarlos con una lupa.
A diferencia de los humanos, que obtienen el colesterol por “fabricación” interna además de la dieta, los C. elegans tienen la vía de síntesis del lípido incompleta. Por eso, se les puede regular fácilmente la cantidad por vía externa, modificando su “comida”. Y el estudio es posible hacerlo con el animal entero, porque sus tejidos están formados por apenas unas mil células, de las cuales 300 son neuronas.
El colesterol es esencial para la supervivencia del gusano, porque es precursor para la síntesis de una hormona que le permite reproducirse. Y para eso, tiene que circular. Si no se lo alimenta con el lípido, igual le queda una pequeña cantidad atrapada en los tejidos. Y ese resto, comprobaron en el IBR, puede liberarse si se le suministran unas moléculas, también presentes en los humanos: los endocanabinoides. Son neurotransmisores que interaccionan con el mismo receptor neuronal con que lo hace el CBD de la marihuana, pero los fabrica el organismo. Regulan varias funciones del cuerpo, como el estado de ánimo, el apetito, las sensaciones y la memoria, entre otras.
La hipótesis que se desprende, y que tratará en breve continuar la becaria del IBR Albertina Scattolini en Canadá, “es que los endocanabinoides tienen un papel muy importante en la circulación del colesterol”. Y, entonces, como correlato, también en sus anomalías, las que producen enfermedades. En el país nortamericano hay equipamiento avanzado que permite analizar decenas de miles de células al mismo tiempo, lo que permitirá reproducir los estudios en tejidos de mamíferos. El siguiente paso, si los resultados corroboran lo hecho con los gusanos, será continuarlos en tejidos humanos.
Posibles terapias
“En el laboratorio está la posibilidad de trabajar con los C. elegans alterados genéticamente”, refiere De Mendoza. Explica que, por ejemplo, se estudiaron ejemplares de gusano a los que se le indujo deficiencia en una proteína similar a otra que, en humanos, produce una enfermedad genética recesiva (sólo se expresa cuando tiene el gen mutado del padre y la madre) mortal. “La escasez de esa proteína inhibe la circulación del colesterol, que queda retenido en las neuronas. La enfermedad se da en los primeros años de vida, y tiene una expectativa de sobrevida de apenas cinco o seis años”, se entusiasma el investigador sobre las posibles aplicaciones del descubrimiento en el IBR.
Se trata de la patología neurodegenerativa Niemann Pick tipo C. “Se la llama el Alzheimer de los chicos, por su parecida sintomatología”, aclara De Mendoza. Y continúa: “Lo que hicimos es tomar el gusano con esa proteína alterada y suministrarle endocanabinoides en la alimentación, con lo que comprobamos que puede sobrevivir porque el colesterol retenido comienza a circular”.
“El objetivo es saber si esos endocanabinoides, o bien los canabinoides del cannabis sin los compuestos psicoactivos de THC, pueden ser una terapia efectiva contra la enfermedad“, señala, aunque con la aclaración de que la investigación está apenas en su primer peldaño.