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Los matemáticos polacos que ayudaron a desencriptar el Código Enigma de los nazis

La muestra “Descifrando el Código Enigma” que podrá visitarse desde el lunes 14 de agosto es un reconocimiento a los matemáticos polacos que descifraron el código de la máquina alemana en la Navidad de 1932 y permitieron al británico Alan Turing sus investigaciones de desencriptado de los mensajes. El logro fue relevante para el triunfo aliado en la contienda

Es conocida la participación delmultifacético británico Alan Turing y su equipo para descifrar los mensajes que los alemanes enviaban encriptados con la máquina electromecánica Enigma, una tarea que contribuyó al triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial. Son menos conocidas las importantes aportaciones de matemáticos polacos, con el liderazgo de Marian Rejewski. Este lunes 14 de agosto, el Instituto Politécnico General San Martín inaugura una muestra sobre estas contribuciones, en conjunto con la Embajada de Polonia y el Consulado del país en Rosario, de acceso gratuito y para toda la comunidad.

Enigma fue una máquina de rotores con conexiones elèctricas diseñada para cifrar y descifrar mensajes. Patentada en 1918 por la empresa alemana Scherbius y Ritter, y cofundada por Arthur Scherbius, quien había comprado la patente de un inventor holandés, se puso a la venta en 1923 para un uso comercial.​ En 1926, la Armada alemana la adoptó para uso militar y poco después comenzaron a utilizarla las demás fuerzas armadas alemanas. En particular, durante la Segunda Guerra Mundial.​

Juan Farina, director del Instituto Politécnico Superior San Martín, explica el sentido de la muestra ↓

 

Su facilidad de manejo y su robustez –para la época– criptográfica fueron las principales razones para su implantación. Sin embargo, gracias a las investigaciones llevadas a cabo por los servicios de inteligencia polacos, quienes instruyeron a su vez a los franceses e ingleses en el sistema de cifrado, la encriptación pudo ser descubierta. Y eso precipitó el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en favor de los aliados. También contribuyeron los fallos en los procedimientos de uso por parte de los operadores alemanes, que permitieron interceptar las tablas de descifrado y la captura de algunos aparatos.

El mecanismo estaba constituido fundamentalmente por un teclado similar al de las máquinas de escribir pero cuyas teclas eran interruptores eléctricos. Se agregaba un engranaje mecánico y un panel de luces con las letras del alfabeto.

 

La parte eléctrica consistía en una batería que encendía una lámpara de una serie de ellas, que representaban cada una de las diferentes letras del alfabeto. El corazón de la Enigma era mecánico: varios discos planos con 26 contactos eléctricos en cada cara, uno por cada letra del alfabeto, conectados entre sí. Cada contacto de una cara está conectado o cableado a un contacto diferente de la cara contraria. Por ejemplo, en un rotor en particular, el contacto número 1 de una cara puede estar conectado con el contacto número 14 en la otra cara y el contacto número 5 de una cara con el número 22 de la otra. Cada uno de los rotores estaba cableado de una forma diferente. Y, además, su posición relativa se modificaba cada vez que se accionaba una tecla. De esta manera, a dos letras idénticas consecutivas en el mensaje original, por ejemplo AA, les correspondían dos letras diferentes en el mensaje cifrado. A eso se agregaba un panel de conexiones eléctricas con los que cada día se cambiaba el cableado, lo que figuraba en el manual que se entregaba a los operadores, tanto los que encriptaban como los que desencriptaban los mensajes. Todas esas etapas posibilitaban un encriptado polialfabético de muy alta seguridad para la época.

En septiembre de 1938, los nazis cambiaron el sistema para asignar claves diarias con el cableado. Pocas semanas más tarde, el polaco Rejewsky y sus colegas desarrollaron dos nuevos métodos de criptoanálisis, uno basado en hojas de papel perforadas con agujeros que permitían determinar la nueva clave diaria, y el otro basado en una máquina electromecánica (diseñada por Rejewski y el ingeniero Antoni Palluth) a la que llamaron “bomba”.

En noviembre de 1938 ya disponían de seis bombas en operación capaces de descifrar en dos horas lo que de otra forma requería unas 200 horas de trabajo de una persona. Sin embargo, en diciembre de 1938, los nazis añadieron dos ruedas más a la máquina. Los recursos disponibles por el Biuro Szyfrów polaco no eran suficientes para fabricar las réplicas necesarias para cubrir todas las combinaciones posibles.

Así, en julio de 1939, invitaron a los servicios secretos francés y británico a una pequeña ciudad cerca de Varsovia, llamada Pyry. Toda la información criptoanalítica, incluyendo el método de la bomba, el de las hojas perforadas y réplicas de la máquina Enigma, fueron cedidas a sus aliados. En aquel momento, Dilly Knox (becario del King’s College, como Alan Turing), había descubierto un método de criptoanálisis similar al de Rejewsky, pero era inútil sin una copia de la máquina Enigma en la que estudiar su cableado. Sin esta réplica y la información cedida por los polacos, Knox y Turing no habrían podido iniciar su trabajo hasta mayo de 1940, cuando los británicos pudieron capturar varias máquinas Enigma en Noruega.

 

La muestra en el Poli

“Descifrando el Código Enigma” es un reconocimiento a los matemáticos polacos que descifraron el código de la máquina alemana Enigma en la Navidad de 1932. Según la información proporcionada por el lado polaco, Bletchley Park permitió a Alan Turing “entrar rápidamente” en un trabajo adicional para decodificar el cifrado Enigma, la máquina que jugó un papel clave en la Segunda Guerra Mundial.

La muestra con entrada libre y gratuita estará abierta en el hall de ingreso del Instituto Politécnico Superior, Ayacucho 1667, desde el martes 15 al viernes 18 de agosto, en horario de 8 a 20.