Entre fines de julio y principios de agosto, la medición de la superficie congelada de mar arrojó una cifra inferior a la esperada estadísticamente y la comunicación mediática del fenómeno lo interpretó como una pérdida alarmante de hielo. Un investigador del Instituto Antártico pone los datos en contexto
“A la Antártida le falta una cantidad de hielo marino del tamaño de Argentina”, “¿Puede comenzar a colapsar el hielo marino de la Antártida?”, “La Antártida registró otro récord climático aterrador”. Estos son algunos de los titulares que toman como referencia los últimos datos de un seguimiento científico permanente sobre la extensión de hielo marino en la Antártida. Sebastián Marinsek, glaciólogo del Instituto Antártico Argentino, aclaró los malentendidos en diálogo con ABC: si bien la superficie congelada es menor que la esperada en términos estadísticos, el dato por si solo no habilita para afirmar una tendencia de alarma.
“El estudio es sobre el hielo marino, que es el mar que se congela en invierno alrededor de la Antártida y que en verano se descongela”
Marinsek es ingeniero en Electrónica por la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y jefe del Departamento de Glaciología de la Coordinación de Ciencias de la Tierra. Su área de estudio está relacionada con el balance de masa de los glaciares antárticos y el monitoreo con sensores remotos. “La alarma es por una mala adjetivación, un mal título“, resumió el especialista y explicó cómo se obtienen los datos. “El estudio es sobre el hielo marino, que es el mar que se congela en invierno alrededor de la Antártida, y que en verano se descongela“, señaló para destacar que no se está hablando, en este caso, de hielos permanentes.
“Se mide la superficie de hielo que se congela –en invierno– mediante satélites. Es un valor se calcula día a día. Para fines de julio y principios de agosto, se esperaba tener una cifra de 2.600.000 kilómetros cuadrados más respecto del valor medio de las mediciones efectuadas desde la década de 1980”, continuó el detalle del proceso. ¿Y por qué las malas interpretaciones?: “Cuando se publican datos de esta magnitud, se utilizan comparaciones para dimensionar el fenómeno, y lo que surgió fue que esa superficie menor a la esperada era similar a la parte continental americana de la Argentina”. Un poco menor, en verdad, porque esa parte del país suma 2.791.810 kilómetros cuadrados.
“Con las temperaturas diarias pasa lo mismo. Hay que observar largos plazos para señalar tendencias y considerar una gran cantidad de datos”
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Desde la década de 1980, se forman en promedio unos 17 millones de kilómetros cuadrados de hielo alrededor de la Antártida. La última medición, la que generó los titulares catástrofes, dio un corrimiento de esa media estadística efectivamente muy significativo. Pero no se trata de una “pérdida” o una “desaparición” como consignaron muchas publicaciones, sino de una “formación de hielo menor a la prevista“.
¿Ese dato justifica aseveraciones contundentes? Maresnik lo negó: “Con las temperaturas diarias pasa lo mismo. Hay que observar largos plazos para señalar tendencias y considerar una gran cantidad de datos. Los eventos aislados existen, pero no se pueden obtener conclusiones”.
Son fenómenos cíclicos anuales de congelamiento y descongelamiento que por el momento no alcanzan para desatar alarma
Tampoco, continuó el especialista, están determinadas las causas de esta anomalía respecto del promedio. No hay una, sino varias posibles, refirió. Una es la atmósfera. Este 2023, como ocurrió el año pasado, tuvo una temperatura media estadísticamente superior fue más templada. Puede ser, además, que la capa de agua superficial, que es la que se congela, haya estado más calida. O influencia de las corrientes marinas. Pero se trata de fenómenos cíclicos anuales de congelamiento y descongelamiento que por el momento no alcanzan para desatar alarma. Hay que seguir monitoreando, insistió, para analizar si la regeneración y el derretimiento muestran una tendencia preocupante.
El hielo marino tiene un espesor de un metro, a diferencia de las barreras de hielo y los glaciares, cuyo grosor va de los 200 hasta los 4 mil metros. En estos últimos casos, sí, es más atinado hablar de pérdidas de masa, porque son dinámicas continuas.
La superficie de mar congelado que derivó en las noticias con titulares exagerados y las posteriores aclaraciones se obtiene de instituciones de Estados Unidos que procesan información satelital para determinarla. Sin embargo, aclaró Marinsek, los estudios combinan estas herramientas “a distancia” y el trabajo en el lugar, con sensores y mediciones en el propio territorio. Es un trabajo complementario, abundó, que es lo que el Instituto Antártico realiza durante las campañas de verano recolectando datos sobre diferentes variables. Esa tarea es colaborativa: las consultas son habituales entre instituciones análogas de todo el mundo.
El modelo de pronóstico climático de concentración de hielo marino y de variables meteorológicas se basa en técnicas de “Machine Learning”: análisis de componentes principales con aprendizaje supervisado y propagación hacia atrás en una continua actualización del sistema. Se utilizan datos mensuales de concentración de hielo marino derivados de la información generada por el algoritmo de la Nasa que es provista por el Centro de Hielo y Nieve de los Estados Unidos (NSIDC, por sus siglas en inglés) como entrada al modelo.