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Susy Shock: los días de la traviarca en Rosario

Por: Julia Cadoche / Foto: Fer Quiróz

Una caravana mostra sale de la sede de la UNR rumbo al centro cultural del Programa Andrés Rosario. Acaba de terminar la presentación del último libro de Susy Shock: La Loreta / Pibe Roto. Las locales organizaron un guiso de pollo y arroz para aprovechar la visita de la traviarca a la ciudad. La invitación es, además de una ofrenda amorosa, la posibilidad de profundizar conversaciones, de relajarse y sacar a relucir el filo de la palabra. Pero también de poner en valor lo construido y por eso la locación elegida no es azarosa. El Programa Andrés es una organización que aloja, entre otros proyectos, a la cooperativa de cuidados Juntas y Unidas, conformada por personas travesti-trans-no binarias.

Desde una punta del tablón enorme, armado de muchas mesas para que entren las 30 personas invitadas, sobresalen las voces de Morena García, Michelle Vargas, Laly Krupp, Ayelén Beker, referentas de la comunidad travesti-trans de Rosario. Y la de Susy Shock, claro. Las conversaciones se solapan y los comentarios venenosos hacen estallar las carcajadas. No es fácil seguirles el ritmo, tampoco entender todo. Los códigos construidos con años y calle no son aptos para todo público. Como dirá Susy el sábado a la noche cuando cante La Capricho, tema de su nuevo disco que lleva letra de Morena García y que recupera el carrilche (1) en sus versos, “muchos de ustedes no van a entender lo que dice, porque este es el lenguaje que construimos las travas para protegernos, así que está bien”

La intimidad da lugar al desparpajo, aunque los intercambios públicos no son mucho más livianos. Hace un rato Morena García desplegó los años de conspiración colectiva para clavar, como buena cuchillera, punzadas precisas que hicieron brotar las historias que atraviesa este libro: amor de amigas que se construye con la llegada a Buenos Aires desde Tucumán y se convierte en familia; y amor de pareja, sexual, revolucionario, amor que se duela con la palabra después de la muerte. Las preguntas también hacen brotar la discusión política. Susy respondió a todas con gesto cómplice para redoblar la apuesta invitando al auditorio a debatir para reconstruir el país, pero también a sus hermanas travestis a pensar en las conducciones de esa reconstrucción y su  lugar en esos espacios centrales.

Historias sobre teteras descontroladas, caminatas de madrugada por pasillos de villas con los tacos en la mano y un taxi esperando a algunas cuadras, recuerdos de compañeras que les heredaron implantes se mezclan con tejes políticos para conseguir leyes, movilizaciones para pedir el fin de los travesticidios o la entrega de los bolsones mensuales que estas compañeras (y tantas otras) garantizan todos los meses. Aunque no es lo habitual, la noche termina temprano porque aún quedan muchos días por delante. 

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– Mirá, les estoy vendiendo entradas a todos los chongos de Grindr -dice una con picardía. 

Faltan pocos días para el show en el teatro Lavarden y Grindr, la app que permite vincular a personas por cercanía geográfica para coordinar encuentros de sexo ocasional, también sirve para esto. Desde CaPra, la productora cultural autogestiva responsable de las presentaciones, no escatimó estrategias al momento de responder al lema que Susy repite en cada video de promoción de sus shows en instagram: “nosotras vamos, ustedes llenan los lugares”. 

Esa militancia permanente se nota en la puerta del teatro Lavarden un rato antes del show. La gente, enfilada por calle sarmiento, charla tapada de abrigos, bufandas y gorros. El invierno llegó con ola polar pero hoy nadie le teme. 

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Cuando la prueba de sonido termina aparecen las altareras con sus bolsos. Despliegan una tela dorada sobre mesas apiladas. Un truco para convertir un par de cajones de soda en algo majestuoso. Siliconas, tacos aguja, preservativos, hormonas, cannabis, joyas, aceites, plantas, vino, monedas, postizos, flores amarillas, una boa, la foto de Alejandra González, una bandera que pide el fin de los travesticidios, una faca, cigarrillos, un Gauchito Gil, perfumes, un pañuelo del aborto, un teléfono, hilo y aguja para el teje, la visera de la Nicole. Minutos después, un altar travesti se alza a un lado del escenario. Ese fue el pedido de la traviarca, un altar en cada parada de la gira de presentación de Revuelo Sur. Corona el escenario una barredora enorme que pregunta ¿dónde está Tehuel? La memoria viva es un ejercicio que las travestis sostienen hace años. 

Minutos antes de dar sala, Garni, hermanager de Susy Shock, busca a les integrante de La Bandada de Colibríes, a las encargadas de técnica, al equipo de producción. No hay mucho tiempo, por eso insiste con apuro. Al pie del escenario se van arrimando. Cuando no falta nadie se arma una ronda apretada. Un abrazo, con otro abrazo, con otro abrazo y así hasta completar la vuelta. Susy mira a los ojos a cada une. Habla firme. Es un ritual para la función, un agradecimiento colectivo, un momento de respirar hondo, un envión para la recta final de una producción que arrancó lejos, porque es autogestiva. Cuando termina de hablar todes retoman sus puestos con los ojos vidriosos. Llegó el momento. 

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Susy sale a escena con una capa con brillos que destellan acompasados con las luces del escenario. Abre los brazos para saludar al teatro que la ovaciona. Suenan los acordes de Revuelo Sur, tema que da nombre a su último disco. Levanta la mirada, sonríe cómplice a sus hermanas que agitan desde la platea baja y comienza a cantar. “Anda el sur en mi boca  como una lanza / aviva giles, agita agua, demora eclipse / prende fuego, alivia horas / alumbra amor.” Diferentes generaciones de travestis, putos, tortas, no binaries aprovechan que no hay butacas para bailar. Hasta Susy se nombra abuela en referencia al vínculo que tiene con las más chicas. Sus hijas ya son madres y eso da cuenta de que aunque falte mucho, porque la expectativa de vida sigue rondando los 40 años para la población travesti-trans, los tejes de la comunidad que resultaron en decisiones políticas cambiaron y cambian vidas. 

Desde esa platea también llegan chistes, se entonan estrofas, se tiran comentarios. Entre tema y tema se comparte con el público ese vínculo. Un broche perfecto para convertirlo, como dijo Susy, en un espectáculo con travestis arriba, abajo y atrás del escenario. La exploración del tango y las milongas se combina con humor y bajadas políticas acordes a la época. El público celebra el convite de esos géneros que hablan el lenguaje travesti. Con el corazón y la faca a mano, listas para lo que suceda. 

El show avanza y Ayelén Beker se suma al escenario para entonar Mi cuerpo es mío. Un rato antes, la rosarina fue la encargada de abrir el show, acompañada por Quiti Rodriguez en el piano, con una propuesta llena de hits en formato acústico. Un rato más tarde, Susy convoca a la Ferni de Gyldenfeldt para compartir Coplita trava, tema del disco Traviarca. 

– Veni Laly  -grita Susy cuando vuelve a quedarse sola en el escenario. Si antes bajaron de la platea cantoras, ahora es momento de los cuidados. Al terminar el siguiente tema, Laly Krupp aparece en escena para retocar maquillaje y peinado. Con pinceles en los bolsillos e invisibles en los labios despliega una perfo que hace reír al público. 

NO PODRÁN es el mantra que elige Susy para cerrar el escenario. Un recordatorio, una arenga, una mano extendida. Asistimos a un ritual pagano, donde las siliconas que una travesti le heredó a otra coronan un altar, donde las voces protagonistas hablan carrilche y donde la invitación a hacer de este un mundo donde den ganas de vivir se repite con insistencia. 

Con la rioplateada que caracteriza el disco, Susy baja del escenario para cantar a viva voz No nos van a sacar, acompañada de La Bandada de Colibríes.Una entrega que se percibe en cada mano extendida, en cada beso lanzado al aire. Un gesto que la acerca a esas personas que la siguen con una sonrisa como una flautista de Hamelin travesti.

  1. El Carrilche es un lenguaje propio de la comunidad travesti-trans Argentina, utilizado para comunicarse entre sí en situaciones de riesgo o para evitar que se entienda lo que se dicen. Si bien su uso en la actualidad es más escaso, se transmite dentro de la comunidad como un código compartido.