Por Santiago Torossi
Politólogo – Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR) – Maestrando en Comunicación Política.
En las arenas movedizas de la política actual, las redes han emergido como herramientas súper poderosas capaces de moldear percepciones, influenciar decisiones y, en consecuencia, transformar realidades. En este contexto, el ascenso de Javier Milei en Argentina representa un caso novedoso por estas latitudes para explicar cómo un personaje puede aprovechar al máximo el potencial de estas plataformas para comunicar el mensaje, movilizar voluntades y desafiar al sistema político.
La llegada de Milei al poder marca una ruptura significativa para la política de comunicación tradicional en Argentina. Su enfoque agresivamente liberal y su retórica provocativa han calado profundamente en un electorado cada vez más cansado con la falta de respuestas y deseoso de cambio. La calle online se ha convertido en el púlpito libertario, desde donde se milita incendiariamente para generar controversias, provocar debates y sobre todo, mantener el nombre y la imagen en la mente de millones de usuarios. Esto le permite conectar de manera directa y emocional con una base de seguidores cada vez mayor.
En un medio donde la atención es un bien escaso, su capacidad para generar titulares y mantenerse relevante ha sido impresionante. Basta con escuchar la radio, leer algún diario o ver el noticiero del horario central para darse cuenta de que el presidente es una usina de información inagotable. Milei juega a sobreinformar mientras tira todas juntas las palancas de la economía. Le da bait a los medios tradicionales que llenan minutos de aire analizando un posteo, memes a periodistas ávidos de primicia que bucean en un mar de clicks e insultos a políticos que luchan por no morir en su intrascendencia.
El gobierno de Milei es Milei. La característica principal en la comunicación de su gobierno es el volumen. No importa demasiado la calidad, el chequeo o el medio, importa la cantidad. Es probable que en este nuevo entorno de ciudadanía digital, la reiteración estandarizada de mensajes sea premiada por los algoritmos. Retuitear es un ejercicio principalmente político para expandir y reforzar los posicionamientos propios. Es una bola de nieve que rueda montaña abajo llevándose todo en su camino.
La marginalidad de las acciones digitales encierran un valor colectivo profundo que nuestros cerebros hackeados no terminan de dimensionar. Digamos que premiar una publicación con un Like es casi una declaración de principios. Compartir una opinión es casi un apoyo intransigente a quien lo haya emitido. Y digo casi, porque siempre se pueden borrar sin pedir perdón o permiso.
De acuerdo, pero cuál es la novedad. Lo que nos pasaba con memes, con videos de gatitos, con referencias y chistes, hoy nos pasa con un sentido político que se construye reforzando estados de ánimo y visiones del mundo que disparan emociones que llegan a las manos, con las cuales metemos votos en una urna. Y lo que fue un like, terminó en un presidente.
Lo verdaderamente novedoso de la comunicación en este gobierno es que usa todos los canales de manera aleatoria y masivamente. No existe un plan de comunicación pormenorizado, ni siquiera un responsable, porque no importa. Lo que sí importa, repito, es la cantidad. Inundar todos los canales de manera escandalosa y polémica.
El discurso libertario encuentra sentido en ese marco, siendo autopoiética y principalmente adversarial. No existe nada más placentero (digitalmente hablando) que recibir un montón de me gustas en una publicación, comentarios de apoyo y compartidos. Esa lógica de propagación es sencilla y requiere el menor esfuerzo. Un click. El discurso libertario no se concibe sino a través de la contrastación y está altamente personalizada en una figura que no niega el ejercicio del show y de los sillazos como instrumentos para mantenerse en el prime.
Existe un axioma básico para entender porqué alguien que va contra todo y contra todos se mantiene en el centro. Simplemente porque mientras más se repudia a Milei, más Milei se recibe. Parece irreal pero no lo es. Los analistas de mercado ponen debajo de sus posteos el disclaimer: “Esto no es una recomendación de compra”, pero la política no usa disclaimers. Simplemente avanza como un maremoto llevándose todo a su paso y dice: “Es ahora. Comprá”. Y si por pericia crítica no lo comprás, “no la ves”.
Cuántas cuentas de Tik Tok se necesitan para poner un presidente, cuántos tweets al día se necesitan para instalar un tema en la agenda mediática, cuántos replicadores son necesarios para mantener la reputación digital. Estas preguntas parecen distópicas, pero tampoco lo son. En fin, los límites de lo políticamente posible son empujados hacia las bandas y la verdad, si existe tal cosa, poco importa cuando la percepción mayoritaria es tan fuerte y direccionada. Like si querés que la inflación baje.