La transformación de los partidos políticos sin un formato final a la vista habilita las negociaciones particulares apoyadas en intereses o representaciones poco discernibles. Eso, en el marco de la misma lógica de la “casta” que tradicionalmente formateó los tratamientos de leyes. Todo, juega a favor de un Ejecutivo con débil respaldo legislativo que saca provecho de la ausencia de conducciones políticas unificadas
Apuntes y Resumen dialogó con Martín Ostolaza, especialista en Comunicación Política y director de Innova Opinión Pública, sobre el accidentado tratamiento en plenario de comisiones de Diputados del mega proyecto oficial, cerrado en medio de un escándalo por las modificaciones del texto del dictamen de mayoría posteriores a las firmas que lo avalaron.
Para Ortolaza, el proceso de dictamen de la ley ómnibus no difiere en mucho de los clásicos juegos de palacio, con sus negociaciones abiertas y encubiertas, con el que se tratan los proyectos de ley. “Es casta y así debe funcionar”, resaltó, más allá de desprolijidades y nuevos estilos impuestos por el espacio “libertario”.
Lo que ocurre, explicó, que esos históricos mecanismos están hoy sobre expuestos por gracia de las nuevas tecnologías de la comunicación. Y además, con la llegada de La Libertad Avanza y su prédica de una lógica diferente resaltan las contradicciones entre discurso y práctica.
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Respecto de la actuación de los legisladores, interpretó que es una consecuencia de la actual trama partidaria, en la que cada espacio tradicional se devino en contenedor de varios sub espacios que dificultan la organicidad y una conducción unificada. Es un escenario, siguió, que habilita el juego propio de los diputados en este caso, más allá de sus pertenencias partidarias.
No hay un radicalismo, sino varios, y lo mismo con el peronismo, describió. Y a esa tendencia se suma el más reciente PRO. El resultado, negativo, de ese entramado es que muchos legisladores terminan negociando empujados por intereses que no quedan del todo explicitados. Es así difícil, explicó Ostolaza, distinguir si son genuinos como representación de un colectivo, o particulares, territoriales o extraños a los mandatos por los que fueron elegidos.
Esta atomización, sostuvo, beneficia al Gobierno de Javier Milei, que en ese panorama puede sobreponerse a su debilidad legislativa mediante el tejido de alianzas particulares en cada coyuntura.
Lo que está claro, insistió el especialista, es que los partidos están en una etapa de transformación. No lo es en cambio que esa deriva sea fruto de una estrategia planificada. Es por el momento apenas una ruptura, pero que juega en contra de las representaciones. En el peronismo, marcó, es clara la falta de un rumbo, si bien puede ser apresurado exigirlo cuando está en fase de digerir la derrota electoral. En parte, completó, el sindicalismo, como en otros momentos, asumió circunstancialmente ese vacío en parte por empuje de las bases, o por autodefensa respecto de los daños que le causan las medidas oficiales y los instrumentos jurídicos que promueve el Ejecutivo.
Del otro lado, redondeó la descripción del momento, hay opinión pública más guiada “por los prejuicios que por los juicios”, movilizada por el “yo creo” por sobre el dato que pueda interpelar preconceptos. Y si el discurso del actual Gobierno se aleja de la realidad, como en la interpretación de las movilizaciones de este miércoles, lo puede hacer sin demasiadas consecuencias porque esa contradicción tampoco parece conmover a una buena parte de la sociedad.