Por Dr. Gastón Mutti
Profesor Titular – Facultad Ciencia Política y RRII – UNR
Las elecciones que se desarrollaron este domingo 22 de octubre pusieron en conocimiento de cada ciudadano las maneras y formas en las que piensan los demás votantes. Ya no son las encuestas las que hacen presumir sobre tendencias, son las decisiones de millones de argentinos las que pueden ser contabilizadas y sopesadas. Es este ejercicio electoral el que nos permite desprender un conjunto de observaciones sobre la manera en que los argentinos seremos gobernados en los próximos años.
Una primera lectura es la que indica que, la participación electoral no descendió de los niveles que había alcanzado en las PASO de agosto ni en los comicios provinciales hasta ese momento realizados. Si recordamos, en las PASO nacionales la participación electoral no alcanza el 69%. Este porcentaje es considerado muy bajo respecto del 78,64% que es el porcentaje promedio desde el inicio de la democracia, pero fue muy próximo al de las PASO legislativas 2021. Comparando, en las PASO de 2011 la participación fue del 78%, en las de 2015 del 75%, en las de 2019 del 76%, pero en las PASO legislativas de 2021 alcanzó sólo al 67%. Pero en las provincias la participación promedio en 2023 disminuyó un 5% y el voto en blanco aumentó un 3% respecto de 2019. De esta forma, los comicios de ayer implicaron un aumento de la participación electoral al 74%, es decir una suba respecto de las PASO del 6% aproximadamente, pero siguen siendo menores, significativamente, al 80,8% que se produjo en las generales de 2019. La democracia sigue concitando el interés por la participación electoral, pero con una merma destacable.
La segunda observación de las mismas es que 2023 significa para la democracia argentina el cierre de un sistema de partidos políticos en nuestro país. La dinámica política en la que se estructuró la oferta electoral en los últimos tres quinquenios ha dejado de ser representativa para el electorado. Ésta tuvo dos grandes actores emergidos de la crisis de 2001: el Frente para la Victoria (Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner) y el PRO (Mauricio Macri). Ambos, han experimentado un corrimiento del centro de las preferencias electorales y se han visto (y presumiblemente se verán) pospuestos de las posibilidades de incidir sobre las decisiones políticas de futuro.
En este nuevo escenario, aparecen como emergentes destacados la consolidación del Frente Renovador (Sergio Massa) y de la “volcánica” La Libertad Avanza (Javier Milei). En el caso de la primera de estas propuestas ha alcanzado una representación muy significativa dentro del peronismo, colocándose ahora como la organizadora de los propios sectores que integran su frente. En el caso de la segunda, deberá mostrar que su capacidad para obtener votos y alzarse con un número significativo de senadores y diputados nacionales (puestos en juego principalmente por Juntos por el Cambio y en menor medida por Unión por la Patria) podrá proyectarse en el tiempo sin disensiones y con claros objetivos políticos.
El voto se encuentra cada vez más escindido de las estructuras partidarias, en el cual el votante demuestra la capacidad de poder elegir distintas opciones u ofertas electorales en diferentes elecciones. Eso nos habla en líneas generales de una mayor sofisticación del electorado. Lo cual no tendría que significar necesariamente una disminución en la fortaleza de los partidos políticos.
En tercer lugar, lo que uno tiene que observar es que evidentemente los que no fracasaron ahora fueron los aparatos partidarios de Unión por la Patria para fidelizar a su electorado. Pero sí lo hicieron las estructuras políticas de Juntos por el Cambio. Esto le permitió a Massa revertir las performances electorales de agosto. Principalmente en la Provincia de Buenos Aires con una elección ejemplar, pero también en el Norte Grande y en provincias patagónicas. En muchos de estos distritos con un importante porcentaje de corte de boletas entre las categorías nacionales, provinciales y locales.
El triunfo de Unión por la Patria tuvo como condición fundamental la existencia de una oposición dividida. Sus oponentes estaban en las otras cuatro candidaturas que no les restaban votos, sino que incluso se los sacaban entre sí. La Libertad Avanza demoliendo las esperanzas de Juntos por el Cambio. Juan Schiaretti alzándose con un voto moderado y geográficamente situado que no implico una merma para el gobierno que ya estaba resignado a hacer una mala elección en Córdoba. La Izquierda sin capacidad para horadar a Unión por la Patria en aquellos votantes que habían apoyado a Juan Grabois.
Por último, tenemos casi un mes más por delante para la realización del balotaje, ya los principales candidatos empezaron a dar cuenta de sus propias estrategias electorales (UP y LLA), o de supervivencia (JxC). Pero el dato más significativo estará dado por un sistemático corrimiento hacia el centro político. Sergio Massa edulcorando su campaña y deskirchnerizándola. Javier Milei tomando elementos de la campaña de Patricia Bullrich.
Lo que no se debe olvidar es que deben lograr interpelar a una ciudadanía que ya se ha movido fundamentalmente a partir de un voto liberado de sus ataduras políticas previamente existentes. Eligiendo de manera disímil en diferentes instancias en un mismo año.
Veremos cómo se comportan las dinámicas partidarias en la fidelización de sus votos. Veremos como el miedo se constituye en una clara estrategia de construcción política por ambas partes. Escucharemos las propuestas para el futuro de los argentinos. Estas semanas por venir van a mostrar la dinámica del tipo de elección y harán prever quienes serán los futuros integrantes del Poder Ejecutivo Nacional.