Doctor en Humanidades e historiador, especializado en historia social y política del catolicismo y de la secularización, analizó la capacidad de las instituciones religiosas, en particular católicas y evangelistas, para direccionar las opciones electorales de los fieles
Históricamente la Iglesia católica ha tenido muchas dificultades para dirigir el voto católico, que no existe en la Argentina, señaló Mauro en el estudio de Radio Universidad, invitado por el programa Apuntes y Resumen.
El historiador destacó la característica de que la dirigencia católica no tiene en el país una expresión política como en otras geografías, tal los partidos demócrata cristianos. Su voluntad de influencia, en todo caso, está enfocada en la formación de cuadros pertenecientes a todos los espacios políticos (en todo caso, en otros momentos, una acción exitosa en ese sentido fue la del Opus Dei).
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Mauro aclaró que sí puede haber afinidades por determinada agenda pública. Un caso es el tema de la interrupción voluntaria del embarazo, por el que organizó movilizaciones e hizo lobby entre los legisladores.
Es que, además, indicó, la Argentina es un país de creencias “débiles”. Aludió a las recientes estadísticas según las cuales hay un 60% de católicos y un 15% de evangélicos, cuyo crecimiento es sin embargo lento y siguen siendo minoritarios. Incluso con ese trasvasamiento, y aunque más de la mitad de los evangelistas dicen participar una o dos veces por semana del culto, entre los católicos apenas el 5% afirman que lo hace una vez por semana. En conjunto, una participación escasa. Y a eso se suma que, en su mayoría, las personas no se comportan en todos los ámbitos guiadas prioritariamente por sus creencias religiosas, por lo que no hay razones para sostener la hipótesis de una influencia relevante de sacerdotes o pastores a la hora de las decisiones individuales en el cuarto oscuro.
La Iglesia católica, siguió Mauro, nunca pudo traducir en una opción política una capacidad de movilización que, en otros tiempos, entre las décadas del 30 y el 50 del siglo pasado, fue signitificativa en el país. Y eso aplica en general para todas las religiones, que sí pueden incidir en temas puntuales.
Sobre este escenario, sin embargo, hay candidatos que interpelan a la religión. EL caso paradigmático es el del libertario Javier Milei. Mauro consideró que sus declaraciones dirigidas al Papa Francisco no mueven el amperímetro respecto de un potencial rechazo de católicos en las urnas. Y sobre Jorge Bergoglio, apuntó que más que identificarse con un movimiento político, como el peronismo al que muchos lo adscriben, invierte los términos discursivos para afirmar que tanto ese espacio surgido en la Argentina como otros –socialismo e incluso comunismo– incorporan como parte de su cosmovisión ideas originarias del cristianismo.
En estos temas, recalcó el historiador, “hay que desarmar los clichés“. Uno, es el de que el voto evangélico es casi exclusivamente de derecha, con los ojos puestos en el caso de Brasil y la llegada a la presidencia de Jair Bolsonaro. No se puede aseverar que el voto evangélico va a tal o cual candidato o espacio político, advirtió Mauro. Hay dispersión de las opciones electorales, lo mismo que en el catolicismo. Eso no quita, concedió, que haya pastores que participan activamente en un partido. Pero tampoco ese hecho habilita a pensar que tengan capacidad de dirigir el voto de quienes participan del mismo culto.
Además, siguió, el mundo evangélico es heterogéneo, con muchas líneas internas. Y más versatil que el católico, con instituciones que ejercen mayor control sobre las formas, ritos y legitimación de sus ministros. De todos modos también es flexible, aclaró, y puso como ejemplo la aceptación institucional concedida a la “sanadora” Leda Bergonzi y su comunidad carismática.