Juan Pablo Hudson, investigador del Conicet y editor de la revista Crisis, se zambulló en las varias dimensiones del fenómeno libertario encarnado por Javier Milei. El escenario post PASO, qué sectores abandonaron la calle y cuáles la tomaron. El ciudadano “desafectado” a quien ya no interpelan las representaciones políticas y, sin pretensión de receta, por dónde salir de la encrucijada
Juegos de palabras imprimieron el contenido de Notas de Papel del miércoles: la crisis del papel y el papel de la crisis en la política. Y con la revista Crisis. El segundo capítulo tuvo por interlocutor a su editor, un rosarino que vive desde hace unos años en la Ciudad de Buenos Aires.
Cimbronazo de las PASO nacionales con el triunfo, en lectura de un comicio general, del novel espacio casi sin estructura ni aparato La Libertad Avanza (LLA), casi exclusivamente apoyado en la figura del economista ultraortodoxo. “No sorprendió tanto, se esperaba una gran elección, pero no que fuera primera fuerza”, describió Hudson y destacó que desde la revista que edita analizan el proceso de crecimiento de ese espacio, con entrevistas a dirigentes y militantes.
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El resultado de las primarias, aclaró, estaba en el horizonte del análisis hecho por Crisis, pese a “todas las operaciones sobre su caída en función de los (más que pobres) resultados provinciales” de los candidatos que compitieron bajo el sello LLA.
El ciudadano desconectado de las representaciones
Un dato relevante de las recientes primarias nacionales fue el ausentismo. De 2011 hasta 2023, repasó Hudson, casi se duplica el conjunto de personas que no fueron a votar, lo hicieron en blanco o anularon conscientemente su voto. En ese período, pasó del 24% al 36,5%. “Y son casi 12 millones de argentinos”, puso en valores absolutos un escenario que calificó como no tan sorpresivo porque, ese sí, se venía anunciando en las elecciones provinciales que antecedieron a las PASO nacionales. Dentro de ese universo, lo más significativo fue el elevado ausentismo.
Hudson recurrió para un intento de entenderlo a la categoría del ciudadano desafectado, el que lleva su desconexión con la política al extremo. Lo suyo, precisó, no es voto castigo ni bronca sino una enajenación de las lógicas de la representación, un estado que lo lleva a no esperar más nada de ellas.
“No ir a votar, en su caso, no es una actitud de rebeldía, pensada, programada”, sino algo natural. “Para él, las elecciones no son nada”, ahondó el editor de Crisis. Esos momentos esenciales de la democracia, el voto y las campañas electorales, son, insistió, apenas ruido en las redes sociales y los medios de comunicación.
Claro que no siempre decanta en la misma actitud, aclaró Hudson: en otros momentos, esa falta de ligazón con las formas representativas se tradujo en explosión callejera, como en 2001. Ahora, se procesa como implosión, fuera de lo público, ajeno al sistema político. En su caso, no se trata de “furia, que se puede expresar en el voto bronca”, sino algo más silencioso como la desafección.
El Gobierno callado
Tras el cimbronazo libertario, el oficialismo no atinó a reacomodos. “El Gobierno no habla y se podría decir que capitula”, describió el investigador, porque su primera reacción tras las PASO fue la devaluación brusca que hasta entonces había resistido y una significativa alza en las tasas de interés. Un combo explosivo en tèrminos de alimento inflacionario. “Entregó lo que había dicho que no haría: la devaluación”.
A partir de ahí, y más aún que con el resultado de las urnas, “la escena es de Milei”, apuntó Hudson: “A sus propuestas de incendiar el Banco Central, la autoridad entregó lo que dijo que nunca haría, la devaluación”, citó como ejemplo.
Lo que sigue, ¿malo o peor?
“La crisis puede escalar y eso depende, entre otros factores, de cómo se mueva Milei. Si va a empujar a que se lleve puesto al Gobierno antes del traspaso de mando en octubre, y en esa caso si lo hace vinculado a (la candidata presidencial de Juntos por el Cambio) Patricia Bullrich, es decir apuesta a desestabilizar, o si va a esperar que el Gobierno continúe con su propia autodestrucción hasta las elecciones generales”, planteó escenarios posibles el editor de Crisis.
El candidato oficialista salió muy debilitado del veredicto de las urnas. Hudson recordó que perdió en su propio territorio, Tigre, donde la precandidata a la Intendencia, su compañera y funcionaria Malena Galmarini, cayó en la interna frente al actual mandatario local, Julio Zamora. Además, el desempeño electoral de Unión por la Patria puede explicarse, en parte, por el escaso compromiso de movilizaciòn territorial en todo el paìs por parte de los referentes de cada distrito.
La calle y la audacia cambiaron de manos
“Hay que recuperar la audacia, que es lo que tuvo la extrema derecha”, esbozó Hudson, sin pretensión de receta, y dicho eso fuera de la dimensión moral de las propuestas de cada espacio.
La audacia, continuó, fue tomada por la ultraderecha. Y eso ya se notó en la pandemia, recordó, donde el progresismo y los sectores populares abandonaron la calle y los libertarios y negacionistas se la apropiaron. Lo anterior, aclaró, sin desconocer los correctos protocolos sanitarios de aislamiento ante el avance del virus.
Esa audacia, una característica del ideal de la juventud, “la tomó la derecha desde hace tiempo” y “hay que recuperarla”, sostuvo Hudson. Pero habrá que cambiar el chip: “Para eso, hay que terminar con algo que este Gobierno se cansó de pregonar, el posibilismo. La idea de que nada se puede, que no están las correlaciones de fuerza, que faltan consensos más amplios”.
Para el investigador, salir de esta situación implica “romper”, en el sentido de trascender las estructuras políticas, ideológicas y programáticas de alta inercia que llevaron a esta crisis. Hay material en que apoyarse, señaló: la memoria colectiva. Se trata, reforzó, de salir a la calle que no se pisa desde hace cuatro años a pesar de que el ajuste y los sufrimientos colectivos empujaban en ese sentido. “Hay que desentumecerse. Pasar la frontera del cálculo posibilista del no se puede o el hay que esperar”. Es una forma de ruptura a la que pregonan los libertarios, redondeó, porque ellos “plantean romper con todo, y eso sintoniza con un malestar generalizado”.