Marcelo Ramal, precandidato a presidente de Política Obrera, criticó a los dirigentes de otros espacios socialistas que participan de una “riña de gallos” con el único fin de acceder a un cargo
Marcelo Ramal es profesor universitario de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad de Quilmes y en la Universidad de Buenos Aires. El domingo, en las elecciones primarias, presentará su precandidatura presidencial por el espacio Política Obrera.
Dentro de su plataforma de campaña plantea que, de ser presidente, su primera acción será la de convocar a una Asamblea Constituyente para tomar decisiones sobre salarios mínimos, jornadas laborales, jubilaciones y toma de deuda.
En La Marca de la Almohada Ramal aseguró que la campaña de su espacio está focalizada “en la defensa de la condición salarial y laboral de la clase trabajadora en un momento en el que vive un conjunto de agresiones muy importantes”. Entre otras, el candidato marcó la caída del salario y de las jubilaciones, además de un “aumento frenético” de la precarización laboral.
“Nuestra agenda coloca con mucha fuerza la defensa de un salario que cubra la canasta familiar en ocho horas de trabajo, la estabilidad laboral, la defensa de una jubilación que sea entendida como salario diferido y no como una pensión asistencial. Es decir, el cuestionamiento de un orden económico y social que está dictado por los acreedores de la deuda pública y no por el interés de la gran mayoría nacional que vive de su trabajo”, explicó Ramal.
El dirigente del Polo Obrero explicó la división de los sectores de izquierda, cuyos candidatos conforman una oferta amplia y desgranada.
“Lo que caracteriza hoy al frente de izquierda es una pelea interna furiosa. Es una pelea de cargos. En momento como éste, de una crisis tan aguda, la izquierda debe concentrar la atención en la situación de las masas, en plantear un horizonte socialista a una crisis que por otra parte tiene proyección internacional. Esta agenda está afuera de la pelea intestina del frente de izquierda. Uno ve lo que está ocurriendo en esas dos listas del frente de izquierda, en las declaraciones de sus dirigentes, y parece una riña de gallo”, criticó a quienes representan parte del espacio socialista, pero con los que no competirá en una interna.
Sobre la irrupción de fenómenos de extrema derecha como el de Javier Milei opinó que “se trata de una tendencia internacional representada por dirigentes demagogos que buscan explotar el desprestigio de los partidos tradicionales”. Sin embargo, moderó: “Se trata de fenómenos cambiantes y efímeros”.
“Milei mismo ha entrado en un cono de sombras. Que una persona que emergió a la política denunciando a la casta termine organizando un sistema de franquicias electorales para subastar candidaturas… si eso no es casta, no sé cómo llamarlo”, fustigó.
“La rebeldía, entre comillas, de la derecha, interpela a la izquierda. Porque quiere decir que la izquierda no ha sabido, no ha tenido una estrategia clara y enérgica para emerger como alternativa de poder frente a una crisis tan profunda. Cuando se discute si la rebeldía es de derecha o de izquierda, la explotación de Milei de la cuestión de la rebeldía muestra también los límites de la rebeldía como categoría política o social. La rebeldía sin orientación y sin programa puede servir de pasto para cualquier fiera”, advirtió.
Por último, llamó a votar a su espacio para alcanzar el objetivo del 1,5 por ciento de los votos válidos, condición para quedar habilitados a competir en la elección general de octubre. “Nuestro propósito es ambicioso desde el punto de vista de nuestro planteo, pero modesto desde el punto de vista del objetivo inmediato. En la elección del 13 de agosto no está en juego quién va a gobernar, sino quiénes van a tener el derecho de llevar sus planteos y agendas a la elección general. El voto lo pedimos en nombre de ese derecho. El de poder colocar la agenda del mundo del trabajo y que esta crisis tenga una perspectiva socialista”, concluyó.