Juan Pablo Hudson, doctor en Ciencias Sociales, magister en Ciencia Política y Sociología y licenciado en Comunicación Social, analizó los fenómenos contemporáneos que sacuden a Rosario y a toda la Argentina en tiempos de crecimiento de la ultraderecha y aumento exponencial de la violencia
Hudson es un “rosarino viviendo en Capital Federal”. Así lo presenta la revista Crisis, de la cual es editor. Este jueves volvió a la ciudad donde nació y estudió para dar una charla sobre “Las periferias urbanas como centro de disputas”, cuyo subtítulo ancla el sentido: “Jóvenes, mercados ilegales y violencia”. Y pasó por los estudios de Radio Universidad para una extensa charla en el programa Apuntes y Resumen.
De la coyuntura al fondo, el investigador y periodista comenzó con una mirada sobre las próximas elecciones, con centro en las de Santa Fe. En una lectura general, señaló que hay que “diferenciar entre lo electoral y lo cotidiano”, porque responden a lógicas que no se yuxtaponen.
Como datos salientes, mencionó la promoción de periodistas a candidatos y candidatas, y lo atribuyó a la necesidad de generar en corto tiempo la instalación en la sociedad de los postulantes. Los comunicadores mediáticos, en ese sentido, ya tienen gran parte de ese camino desandado.
Frentes e internas en Santa Fe
Hudson marcó como otro factor relevante del escenario electoral santafesino “el frente variopinto centrado en el socialismo”. En un intento de buscarle sentido, señaló que “puede pensarse como la deriva esperada, porque el socialismo viene de una manera errática desde 2010, cuando la ciudad empieza a tener quiebres en torno a la violencia”. Agregó que una posible consecuencia de esa alianza, que incluye a la derecha del PRO junto a otros espacios, será la “decepción y el sentimiento de traición del partido a sí mismo”. En tren de aportar inteligibilidad a ese viraje, resaltó que “el socialismo no tiene renovación generacional, es como un partido de viejas y viejos, no por la edad sino por el tiempo de permanencia en la dirección partidaria”.
Un dato que también llamó la atención del editor de Crisis es, ya dentro del escenario rosarino, la interna planteada entre un sector del peronismo y Ciudad Futura para proponer como precandidato a la Intendencia al ganador de la puja entre Roberto Sukerman y Juan Monteverde. “Un paso audaz, que tiene como antecedente la movida con María Eugenia Bielsa” por parte del espacio que tiene como la otra referente a la concejala Caren Tepp.
Por qué se instala la ultraderecha
“Un fenómeno nacional es el crecimiento capilar y electoral de la extrema derecha”, repasó Hudson, y marcó que es “donde las representaciones políticas (tradicionales) ya no hacen pié” que aparece esta novedad, no exclusiva de la Argentina.
Tiene razones y causas y no hay que banalizarlo, siguió. “La denuncia de Javier Milei sobre la casta política es real, aunque sea insoportable que la encabece él”, puso como ejemplo del atractivo de su discurso. Otro dato reciente que alude a la desconexión de las lógicas partidarias y la sociedad en conjunto lo remitió a la decisión de la Corte Suprema de Justicia respecto de poner en stand by las candidaturas de dos jefes políticos provinciales, en Tucumán y San Juan. Hudson aclaró que lo que resolvieron los cortesanos es una injerencia en los procesos de las jurisdicciones subnacionales, sobre todo por el momento en que fueron anunciadas, a días de los comicios, pero ello no quita que se apoyan en la existencia de sistemas políticos locales cerrados e impermeables al cambio con voluntad de perpetuarse.
La extrema derecha, siguió el rodeo por el fenómeno de su irrupción, tiene una “audacia” que el resto de las fuerzas políticas perdió. Aludió a una descripción hecha en la revista Crisis sobre “el fin de la polarización”. Esto es, que los dos grandes espacios políticos “que ordenaron el tablero político nacional desde 2001 empiezan a flaquear”.
Un momento en ese proceso de abandono de la cancha, dijo, fue la pandemia. “Los sectores nacionales y populares estuvieron encerrados y la ultraderecha tomó la calle”. Esto, dicho sin una valoración moral del proceso, basado en el rechazo suicida a las medidas sanitarias contra el covid.
La desconexión
¿Cuándo empieza el divorcio, o la incapacidad de entender lo que pasa por parte de los actores democráticos? “Desde los 90 hubo una gran crisis de las instituciones que moldeaban las subjetividades infantiles: la escuela y la familia”, rastreó Hudson. Eso, estimó, se extendió “hasta la primera década del siglo XXI”. Para completar, siguió, en la segunda década “hacen agua las organizaciones sociales territoriales, que auxiliaban a las instituciones públicas ya sin poder de comprensión de los niños y niñas digitales, consumidores formateados por la economía de mercado”. Entonces, ni unos ni otros “saben ya quiénes son esos chicos”.
Allí se cuela el extremo ideológico, esta vez por derecha. “La extrema derecha, en cambio, tiene capacidad de interpelación y construye una imagen de futuro, por horrible que sea”. Llena los espacios vacíos, más allá del contenido de sus discursos.
Las señales que no se quisieron ver en Rosario
El investigador recordó trabajos de hace más de una década en los que participó y que fueron desdeñados. “Cerca de 2010, vimos síntomas sobre una incipiente mutación de la vida social de Rosario: la violencia narco”. Señaló que, entonces, los detractores de esos avisos de que algo estaba transformándose peligrosamente se escudaron en las encuestas que, en ese momento, no reflejaban con contundencia el escenario descrito. Hoy sí lo hacen, las estadísticas marcan que el 70% de las muertes violentas en el departamento Rosario están vinculadas a los circuitos del narcomenudeo. Y entonces, provocó Hudson, hay que desconfiar de esos números de nuevo. “Si ahora lo confirman las cifras del Estado, es que las causas de la violencia están en otro lado, y eso hay que investigarlo”, apuntó un rumbo para que no se vuelva a cegar la mirada.
Es que, describió, hoy las disputas interpersonales, la construcción de estatus, las identificaciones y los caminos hacia el prestigio están moldeadas por el fenómeno narco. Hasta lo territorial se delimita con otro lápiz: “Ya no hay barrios, sino zonas, es una cartografía dibujada por la violencia” en reemplazo de las identificaciones culturales y geográficas tradicionales.
Qué pasa, qué trama armar para entender lo nuevo
“Hay un pasaje de las explosiones sociales a las implosiones al interior de los hogares. Los problemas se procesan allí, y se traduce en violencia doméstica, en consumos de sustancias”, refirió el investigador rosarino. Y entonces, sugirió que esa dinámica puede ayudar a entender la pregunta recurrente de “por qué no explota” la sociedad con la gran presión que suben crisis varias al mismo tiempo. “Y a lo mejor, lo hace por ahí”, arriesgó sobre una posible ruptura del tejido social por el momento invisible.
En esa hipótesis, juzgó interesante la metáfora que construyó el colectivo Juguetes Perdidos: “Los interiores de nuestra vida están estallados”. Este fenómeno, resaltó, atravisa a todas las clases sociales. Claro está, que con acceso diferencial a las mediaciones que atenúan sus efectos inmediatos.
Hudson cerró el paneo por esa interpretación del presente con la urgencia por indagar de qué manera se puede recomponer una trama social que procese el fenómeno de disrupciones y desconexiones cruzadas. Todo, en un paisaje en el cual, afirmó, la narrativa narco ocupó el lugar de la periodística y de la sociológica, entre otras. “Es la que cuenta la ciudad, que pasó de desconocer el fenómeno a sobrenarrarlo”, sintetizó otro problema.