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Los Locos de la Azotea inauguraron la radio

El médico Enrique Telémaco Susini anunció el 27 de agosto de 1920 la transmisión de una ópera de Wagner desde la terraza del Teatro Coliseo porteño. Lo escucharon 50 personas, pero fue un hito mundial 

La voz del médico Enrique Telémaco Susini se esparció por las ondas electromagnéticas el 27 de agosto de 1920: “Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal, con la actuación del tenor Maestri, la soprano argentina Sara César, todos bajo la dirección de Félix Von Weingarten, secundados por el coro y orquesta del teatro Constanzi de Roma”, dijo y así inauguró la primera transmisión radiofónica de la Argentina, y posiblemente la segunda del mundo, hace 102 años. Fue el pionero junto a César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica. La emisión fue escuchada por apenas unas 50 personas, pero se transformó en mítica. Tanto como sus responsables, que pasaron a la historia como “Los locos de la azotea”. Y eso por el equipo y la antena que montaron en la terraza del porteño Teatro Coliseo para captar y hacer viajar por el aire el evento artístico.

Eran todos radioaficionados jóvenes. Susini tenía 29 años. Sus compañeros, entonces estudiantes de la Universidad Nacional de Buenos Aires, aún menos. Mujica (sobrino de Susini) apenas había cumplido los 18. Guerrico, Romero y Carranza tenían 22.

La noche siguiente, el cuarteto volvió a la terraza del Coliseo para transmitir la misma ópera y sumarle Aída e Iris. Después, ya con más potencia, las transmisiones incorporaron relatos deportivos de boxeo y más adelante programas musicales, de humor y de noticias.

Una década antes de la emisión pionera, cuando en el país se celebraba el centenario de la Revolución de Mayo, había llegado a Buenos Aires el italiano Guillermo Marconi, inventor del telégrafo sin hilos. Lo hizo para continuar sus investigaciones, y en la localidad de Bernal hizo varias pruebas de transmisión utilizando un barrilete con el que remontaba la antena. Consiguió hacer contacto con Irlanda y Canadá. Y despertar, poco después, la curiosidad de los Locos de la Azotea.

Cinco vatios y tres horas

El desarrollo de la radiofonía no estaba al alcance de todos. El inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1916, hizo de esa tecnología una cuestión estratégica para los bandos en lucha, que mantuvieron los avances en secreto. Los argentinos, sin embargo, se las ingeniaron para hacerla propia y ponerla en práctica.

El 27 de agosto de 1920, con un transmisor de apenas 5 vatios de potencia armado con válvulas francesas marca Metal, una antena conectada a la cúpula de un edificio cercano y un micrófono con una bocina de gramófono instalado en la sala de reflectores del teatro, lo consiguieron.

La transmisión se inició a las 20.30 y continuó por alrededor de tres horas. El operador de radio de un barco la escuchó en Santos, Brasil, señalaron medios de la época.​

El número de oyentes fue estimado en medio centenar. Poco ahora, una enormidad entonces. Es que las radios a galena de ese momento eran pocas y, además, difíciles de poner a punto. Había que realizar un trabajoso ajuste del cristal resonante para sintonizar cualquier frecuencia radioeléctrica, además de contar con una antena (cable o hilo conductor) de varios metros de largo.

La guerra, Francia y las válvulas

Susini había nacido el 31 de enero de 1981 en Gualeguay, Entre Ríos. Estudiante de física y química en Europa, obtuvo su título de doctor en medicina en la Facultad de Buenos Aires a los 22 años. Fue el primer otorrinolaringólogo del país.

Antes de que terminara la Primera Guerra, la Marina lo envió a Francia, donde había estado de adolescente, para estudiar los efectos en el aparato respiratorio de los gases asfixiantes que se habían utilizado en la matanza global. Aprovechó para volverse con algunos equipos de radio “de rezago” que habían utilizado los bandos armados. Entre otras cosas, las válvulas con las que armó el transmisor usado para emitir la ópera de Wagner. 

Todos los medios, todos, y un elogio de Einstein

El Coliseo fue la clave. Ya interesado por el mundo del espectáculo y el arte, Susini impulsó en 1919 la conversión a centro cultural del hasta entonces sitio de espectáculos cirquenses, ubicado en la calle Marcelo T. de Alvear al 1100 del barrio de Retiro, frente a la Plaza Libertad. Lo hizo con el acompañamiento de los entonces dueños de la institución, los italianos Faustino da Rossa y Walter Mocchi.

El médico, antes de serlo, había estado en Europa. En 1906, su padre asumió como cónsul argentino en Viena, capital del Imperio austrohúngaro. El muchacho, recién salido de la secundaria, aprovechó para asistir al Conservatorio de la ciudad y perfeccionarse en canto y violín. En Berlín y París estudió además, aunque brevemente, física y química. Y regresó a Buenos Aires en 1909 para continuar una formación al cabo de la cual obtuvo el primer título de otorrinolaringólogo de la Argentina.

Durante las décadas de 1920 y 1930, Susini se destacó como un exitoso empresario de las nacientes industrias de la radio pero también del cine: fundó los estudios Lumiton en Munro, en el partido bonaerense de Vicente López. De allí salió, en 1933, la segunda película sonora local: “Los tres berretines”. Pocos días antes se había estrenado la primera, “¡Tango!”, de Argentina Sono Film.

Con sus socios, creó además Vía Radiar, un servicio internacional de radiotelegrafía entre Europa y América. Y varios años después, en 1961, fundó Telpin, empresa dedicada al servicio telefónico domiciliario en la ciudad balnearia de Pinamar.

Por si le faltaba explorar otro medio medio de comunicación, dirigió la primera transmisión de televisión de Canal 7.

Albert Einstein, de visita en Buenos Aires en 1925, elogió al pionero de la radiofonía. El creador de la Teoría de la Relatividad lo definió como “una de las primeras inteligencias de la Argentina”.