Naturalización e incertidumbre es lo que atraviesan las comunidades educativas de numerosos barrios de la ciudad y por eso, junto a gremios, organizaciones sociales y religiosas, preparan una movilización amplia para poner en agenda la crisis de seguridad
La violencia en Rosario y la región no cesa y, después de los recientes hechos que afectaron con amenazas e incluso disparos a varios colegios de la ciudad, y tras una marcha de los sindicatos docentes, este viernes se terminó de formalizar la convocatoria a una movilización mucho más amplia ante la falta de respuesta de las autoridades. Sindicatos de otras actividades, organizaciones sociales y representantes de la sociedad en general, incluso del ámbito religioso, acordaron un “paro ciudadano” para el próximo jueves 22. Incluirá bloqueos en los accesos de la ciudad y una movilización desde Pellegrini y Oroño hasta la Plaza San Martín, frente a la sede de la Gobernación.
Al mismo tiempo que se oficializada la movida, Apuntes y Resumen recibió en el estudio de Radio Universidad, para la Tertulia de Viernes, a David Mendieta, presidente de la Organización Evangélica Ojos que Ven y de la regional Rosario de la Pastoral Social Evangélica, Ariel Sansibar, docente de la escuela Nuestra Señora de Itatí de barrio Las Flores, Eduardo Baratucci, presidente de la vecinal Pueyrredón, y Verónica Aghem, docente de la Escuela 1337.
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“El martes a la noche, miércoles a la madrugada, justamente después de la marcha del martes, que fue multitudinaria a pesar del paro de transporte, los docentes de la Escuela 1337 nos encontramos con que había balazos que atravesaban los portones, y una nota amenazante a una persona ajena a la comunidad educativa”, relató Verónica Aghem como reflejo de la impunidad que permite la repetición de hechos.
La docente aclaró que lo que sufren en la escuela no es un caso aislado ni singular. Y lamentó la soledad con la que atraviesan la situación: “No somos los primeros a los que le pasa esto últimamente, ni creo que vayamos a ser los últimos, porque no tenemos respuesta, algo en concreto”. Las autoridades del Ministerio de Educación, y tampoco las de Seguridad, ofrecieron al menos una indicación de cómo manejarse. “Nos falta un protocolo, en teoría lo tenemos que armar nosotros, el personal de educación, pero el tema es más amplio”.
Verónica contó que, además del temor que invade a la comunidad educativa, lo primero fue la sorpresa, que enseguida se mostró ingenua: “Nos invade a todos una tremenda tristeza, porque nosotros por la zona hacemos más asistencialismo que labor pedagógica y pensábamos que no nos iba a pasar. Hasta que pasó, y nos sentimos completamente desprotegidos”. La escuela Silvestre Begnis, en barrio Alvear, en la noche del mismo día de la marcha docente, fue blanco de al menos una decena de balazos, ocho impactos en el portón y dos cartuchos en el patio.
La docente agregó que desde la cartera educativa les pidieron que den clases, y como única medida de prevención les ofrecieron la presencia de un patrullero en el ingreso, siendo que otros establecimientos educativos, con esa misma supuesta protección, fueron baleados. Además, dijo, cuando los directivos de la Silvestre Begnis preguntaron a la fuerza de seguridad porque no veían ningún móvil, les respondieron que no podían mantener una guardia las 24 horas, que apenas prometían una presencia periódica en los alrededores.
Entre la naturalización y la incertidumbre. Así describió Ariel Sansibar, de la escuela Itatí de Las Flores, cómo la comunidad termina por procesar la continuidad de una realidad de violencia continua. En el noroeste, sin embargo, ya sufrían el fenómeno antes de que se extendiera a toda la ciudad. “No es nuevo para nosotros, sí es nuevo para Rosario en su conjunto. Esto viene de un proceso de 20 años en el barrio, que tiene como uno de sus emblemas al Pocho Lepratti”, refirió el docente en alusión a Claudio, el militante social asesinado por la policía en medio de las protestas de diciembre de 2001.
Sansibar remitió el cambio de paisaje de la zona a “todo el proceso de la formación de Los Monos, 2003, 2002, estaba en plena crisis por la pelea entre la banda del clan Cantero y la conocida como Los Garompas”. Y completó: “Todas esas etapas del barrio, la escuela obviamente las padeció, las acompañó, acompañamos a las familias implicadas en esa cuestión. Despues, uno se empieza a hacer un poquito más viejo y empieza a tener a ex-alumnos en todo este juego, más o menos implicados, en conflicto con la ley, en el delito, a todos los chicos le pasa lo mismo, llegamos a este punto que es un paso más que estamos dando en esta complejización de la sociedad, de la violencia”.
El maestro volvió sobre la convocatoria amplia para el jueves 22: “Luego de la marcha docente en reclamo por mayor seguridad, conversamos con referentes de instituciones educativas, religiosas y organizaciones sobre la situación actual”. La idea es que no haya posibilidad de que los responsables de diseñar soluciones, a corto plazo y de fondo, no puedan desentenderse del reclamo por su masividad y la heterogeneidad de sus protagonistas.
El reclamo es que autoridades y dirigentes partidarios sólo se muestran con declaraciones o promesas de alcance temporal y de eficacia limitados.