El Colegio de Psicólogos de Rosario repudió los dichos sobre Cristina y Florencia Kirchner en el programa de Viviana Canosa en LN+. La presentadora y Laura Di Marco esgrimieron una supuesta enfermedad de la joven y responsabilizaron a su madre
¿Vale responder a los discursos de odio o con ello se potencian y se ingresa en el juego que proponen? Una disyuntiva que el presidente del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe 2ª Circunscripción, Nahuel Castillo, desarrolló en conversación con Apuntes y Resumen.
El disparador fue lo ocurrido durante el programa que conduce Canosa, donde ella y Di Marco instalaron sin filtro la idea de presuntos trastornos alimentarios de la hija de Cristina Kirchner a partir de fotografías de la joven en redes sociales.
“Hay que reflecxionar por qué nos vemos empujados a reaccionar ante este tipo de acontecimientos comunicacionales. Es una sociedad donde se piensa, se reflexiona, se debate y se dialoga poco. Y estamos todo el día reaccionando desde un lugar emotivo”, expuso Castillo el dilema.
Fue luego de que la institución que preside emitiera un comunicado sobre el tema.
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“Para qué están diseñadas estas intervenciones comunicacionales: para despertar odio, agresión, dolor, violencia”, evaluó el profesional. No es nuevo, es un límite ético que se corre cada vez un poco hacia la zona de peligro. “A esta altura, no se puede negar que hay una utilización de los medios masivos para generar este tipo de afectos en la población, y a partir de ahí corroer y dañar el tejido social, dicho esto más allá de las pertenencias partidarias”, reforzó el presidente del Colegio de Psicólogos.
La institución se involucró, dijo, porque lo sintió un deber: “Tiene que ver con intervenir en un registro del discurso relacionado con la salud mental y las incumbencias profesionales”. Para Castillo, declaraciones como las de Canosa y Di Marco “provocan un daño muy grande en un grupo amplio de personas”. Y lo puso en números dramáticos: “Estamos hablando de un millón y medio de personas, el 90% mujeres, muchas adolescentes, que tienen afecciones de este tipo. Y se habla a la ligera de esto, de sus familias, y de las madres”.
¿Qué hacer entonces? “Es muy violento y un desafío no reaccionar y pensar, no salir en espejo a la instigación de la descalificación y la denigración”, indicó sobre los riesgos de aclarar y repudiar ante la sospecha de que, así, además, se potencian los discursos de odio.
El acostumbramiento a los derrapes frente a la pantalla, además, no debería naturalizarse. “Los medios de comunicación no sólo forman opinión sino que construyen significados” a partir de los cuales las personas elaboran sus interpretaciones del mundo, explicó el psicólogo. Y deslizó la sospecha de que, en muchos casos, más que impericia o falta de profesionalismo, hay voluntad y objetivos claros: “Los responsables de los medios no registran esa importancia, o sí y después intervienen adrede de este modo para producir cierto tipo de subjetividad”. Y no es aislado: “Estamos acostumbrados a que cualquier periodista entre comillas dice cualquier cosa y diagnostica sin saber”, resumió Castillo.