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Un nuevo 8 M en una ciudad que quema

Por Virginia Giacosa

Rosario arde. En una ciudad cada vez más cementada, un fuego sube desde el corazón del pavimento. El verano, que ya debería despedirse, quema. Pero no sólo es el calor lo que arde en Rosario. También lo hacen las balas que arrasan vidas cada día. Las violencias se sienten en la piel como el calor de la ciudad.

¿Cómo hablar del 8M en una ciudad ardiente? ¿Cómo gritar por el acceso a esos derechos que nos pertenecen en una sociedad donde las libertades y garantías se recortan para todes todo el tiempo? ¿De qué forma pedir que no nos maten cuando la muerte parece estar servida a la vuelta de cualquier esquina? ¿Qué gritamos las feministas un día como hoy, en las calles y en este contexto?

En noviembre de 2022 un informe preliminar sobre muertes violentas de mujeres, femicidios , transfemicidios y travesticidios en la Provincia de Santa Fe elaborado por el Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad incorporó dos variables que hasta el momento no estaban específicamente diferenciadas: femicidios en contextos de narcocriminalidad organizada (muertes violentas de mujeres vinculadas a la consolidación del narcotráfico como un circuito de economía ilegal y las tramas violentas que ese negocio despliega) y muertes en contexto de narcocriminalidad (donde sin existir elementos de violencia de género, las mujeres mueren por quedar en la línea de fuego o son víctimas colaterales en dichas situaciones).

De enero a noviembre de 2022 en Santa Fe se registraron 44 asesinatos de mujeres de manera violenta en contexto de narcocriminalidad organizada. De ese universo, 18 casos pueden considerarse como muertes violentas con elementos de violencia de género (femicidios en contextos de criminalidad organizada) y 26 como muertes en contexto de narcocriminalidad en los que no se detectan elementos de violencia de género.

Lo que diferencia una muerte de otra, según el informe, es que en los femicidios en contextos de narcocriminalidad organizada: “existen elementos que permiten determinar que la muerte violenta es consecuencia de considerar a las mujeres como mercancía y como producto de venganza entre bandas”. Algo así como la reafirmación del escaso valor que se les da a sus vidas aún incluso hacia adentro de las organizaciones.  

La escalada de violencia urbana en Rosario no hace más que mostrar que los territorios están apropiados por la ausencia del Estado.  Y como sabemos los cuerpos de las mujeres también son territorios de disputas y conquistas.

Para la antropóloga Rita Segato estos crímenes “generan formas de comunicar que el territorio está adueñado, o sea que hay dueños. Son crímenes de jurisdicción apropiadas que muestran su capacidad y su impunidad”.

Ante la desagregación que plantea el informe, algunas preguntas: ¿Se pueden desacoplar unos y otros crímenes de la idea de patriarcado? Cómo orden político que es: ¿no impone siempre matar, extraer, convertir en mercancía a toda vida?

Aún, cuando los crímenes ocurren en privado (entre 2015 y 2022 se cometieron 1.956 femicidios en Argentina y casi en el 40 por ciento de los casos el asesino convivía con la víctima) es porque no sólo el asesino de mujeres opera allí sino también porque es allí donde se cristalizan los mandatos del patriarcado (racionales, la inmensa mayoría de las veces, aceptados y en circulación).

La semana pasada una militante dijo que no había más mujeres asesinadas en la provincia porque las redes feministas hacían un trabajo inmenso, desde abajo hacia arriba, para proteger a mujeres y disidencias víctimas de violencias machistas.

No dijo porque el Estado responde con prevención y políticas públicas, porque la Justicia resuelve mejor o porque la Policía llega más rápido. Habló de las redes feministas como micropolítica y como potencia.

Cuerpos y territorios alcanzados por un mismo fuego. La Rosario gentrificada quema. Arde donde las torres crecen sin piedad frente a un humedal que se extingue. Y arde donde chicos y chicas mueren mientras juegan en la calle hasta entrada la madrugada porque recién ahí las chapas se enfrían para poder dormir.

¿Por qué marchamos este 8M en esta ciudad que quema? Por las demandas de siempre, que no por repetidas dejan de ser urgentes.

Lejos de toda efeméride, este día de lucha es una incitación situada. Por eso también marchamos contra la narcocriminalidad que se sigue llevando las vidas de niñas y niños. En 2022 se registraron en Rosario 33 muertes violentas de niñas, niños y adolescentes, de los cuales 29 fueron a balazos y al menos en 26 casos las balas fueron atribuidas al contexto narcocriminal.

Marchamos porque nos mueve el deseo de transformar la realidad, de inventar otro mundo, de hacer una vida más vivible para todes: mujeres, disidencias, niñeces y también varones. Y porque queremos que a la feminización de los cuidados se le oponga el recupero de un Estado cuidador.