Por Leandro Arteaga
De lo mucho sucedido durante estas últimas dos semanas, destaca la 28ª edición del Festival de Cine Latinoamericano Rosario, que organiza el Centro Audiovisual Rosario, dependiente de la Municipalidad. Si bien con menos días de los habituales (5, antes eran 10), el festival recuperó toda su actividad y de manera presencial, con funciones en Complejo Nuevo Monumental (la lógica indica que el CAR debiera tener sala propia, ¿cuándo será?). En la Categoría Largometrajes, el galardón lo obtuvo Jesús López de Maximiliano Schonfeld (Argentina); el premio al Mejor Largometraje Santafesino (novedad bienvenida que aportó esta edición) fue para Amando (El Genio de los Acuario) de Fernanda Otero y Juan Pablo Menchón (las otras dos producciones fueron las también notables Gonzalo. de Gonzalo Giuliano; y Bajar, Subir, Bajar, de Elad Abraham; las dos, relatos en primera persona, íntimos y polémicos); Acordate Dame un Beso al Despertar de Estefanía Clotti (Rosario) obtuvo el premio al Mejor Cortometraje Rosarino; y Llueve, de Magali Rocha Donnadieu y Carolina Corral Paredes (México), fue seleccionado como Mejor Cortometraje del Festival. De los muchos más premios, vamos a destacar el que se instituyó a partir de este año: Premio Derechos Humanos Viviana Nardoni para El silencio del topo, de Anaïs Taracena (Guatemala).
Y agregamos algo más y valioso que trajo aparejado el festival: entre sus actividades especiales pudo conocerse la tarea de Laura Tusi, en un conversatorio dedicado al uso del archivo en las producciones audiovisuales. Tusi es una de las expertas en la materia, cuyo oficio pocos practican y de manera profesional en Argentina, una tarea que la llevó a participar en algunas de las más recientes series y largometrajes, como El Presidente de Armando Bo, y Argentina, 1985 de Santiago Mitre.
En otro orden y ya por fuera del festival, hubo estreno para el documental Extranjero, de Alfonso Gastiaburo, en donde sus pesquisas e intuiciones lo llevan a hermanar el relato de Che Cetin, kurdo residente en Argentina, con las revueltas en Rajava y el testimonio familiar de Natalia Benavídez, ligado a la última dictadura cívico-militar de nuestro país. El pulso de la película está dado por un montaje que articula aquello que, en un principio, parece haber sido una deriva, a partir de la cual dar forma a una película que hasta asume las dificultades inherentes a las restricciones por la pandemia (como viajar a Rajava, algo vuelto imposible). De esta manera, la película se encuentra a sí misma. Hay momentos muy bellos, en donde las palabras de cada uno y cada una se conectan, se miran espejadas. El estreno fue en Cine El Cairo, con proyecciones también previstas para estos días. En El Cairo tuvo también estreno formal La Casa de los Tíos, de Verónica Rossi, en el marco de Santafecine, ciclo dedicado a realizadoras y realizadores de la provincia.
Otra sala que es de actividad notoria y se menciona de manera asidua en esta columna, es la del CC Cine Lumière. Ahora con un ciclo –los días jueves, normalizado como otro día de proyección semanal y gratuita– dedicado al cine chileno contemporáneo; la primera película fue Rey, de Niles Atallah, que aborda mito y “verdades” de Orélie Antoine de Tounens, el rey de la Patagonia sobre el cual Carlos Sorín hiciera lo propio con La Película del Rey. El film de Atallah es asumidamente onírico, de tinte experimental, capaz de situarse en una frontera difusa y febril. Hay algo que lo acerca, si se quiere, a Zama, la obra maestra de Lucrecia Martel.
Por otra parte, no deja de haber novedades editoriales (virtuales, en este caso) de parte de Estación Cine, el proyecto que dirige Sergio Luis Fuster y edita el sello CGEditorial. Hace días salió el nro 2 de la revista digital Estación Cine, que Fuster codirige con Marcelo Vieguer. Puede descargarse de manera gratuita (https://www.cgeditorial.com.ar/), y descubrir, entre muchos textos de valía, uno en particular necesario. Me refiero a “El recuerdo de Alfredo Scaglia, director del Cine Club Rosario” que escribe el colega Fernando Varea. Desde lo que sé, no hubo texto que hablara de la importancia de Scaglia y con el conocimiento que Varea tiene, hacia una persona insustituible, a quien todos los que nos relacionamos, de una u otra manera con el cine, le debemos algo. Ese “estar en deuda” es, ni más ni menos, el haber compartido cine. Un espacio que Scaglia hizo más amplio. El artículo de Varea es muy sentido, y debe ser leído.
A propósito y en días, Fernando Varea presentará en la Biblioteca de la ENERC el libro que lo tuvo por ganador en el Concurso Nacional y Federal de Estudios sobre Cine Argentino que organiza dicha entidad: El cine como eco: Vaivenes de la lengua en el cine argentino. Felicitaciones.