Lo afirmó Graciela Rojas, fundadora de la ONG “Mujeres Tras las Rejas”, sobre las condiciones de vida en la Unidad Penal de mujeres de Rosario
Las mujeres recluidas en la Unidad Penal Nº 5 de Rosario hicieron públicas esta semana las dificultosas condiciones en las que están viviendo en ese complejo penitenciario. Denunciaron ante los medios la pésima situación en la que viven y presentaron un documento ante el Director Regional de Prevención de Violencia Institucional del Servicio Público Provincial de la Defensa Penal, Marcelo Marasca, quien ratificó, junto a la ONG Mujeres Tras las Rejas, la situación de las reclusas, que va desde la mala alimentación por provisión de comida en mal estado, hasta la falta de chequeos médicos y el deterioro en la salud de las mujeres y diversidades que habitan la Unidad.
“Esto no es nuevo y se ha intensificado con el traslado de la Unidad a fuera de lo urbano, en lo marginal de Rosario”, afirmó Graciela Rojas, fundadora de Mujeres Tras las Rejas. “Esta cárcel nueva está asentada sobre un basural, no hay agua potable, no hay gas natural, las condiciones eléctricas son deplorables” enumeraba.
La fundadora de la ONG que defiende los derechos de mujeres presas indicó que “en lo interno, la salud y la alimentación se ha degradado absolutamente”, contó que los alimentos que se proveen en la Unidad se encuentran en mal estado y pueden generar intoxicaciones, no solo en las mujeres, sino en los hijos de las mismas ya que “hay un pabellón de madres con 15 chicos de 4 años”. Además, respecto a los controles médicos afirmó que “no hay control ginecológico, tampoco controles mamarios”.
Por su parte, la Secretaría Provincial de Asuntos Penales y Penitenciarios de Santa Fe negó las acusaciones y, según contó Rojas, a partir de un habeas corpus presentado por la Defensoría Pública ante la justicia donde se indicaban las irregularidades en las condiciones de vida de la Unidad, la jueza encargada rechazó el pedido estableciendo que “si bien había recomendaciones que hacer al Servicio Penitenciario la atención en alimentación y en salud era la esperada”.
“Hay una desidia, una falta de políticas públicas que tengan en cuenta, que mejoren, que regulen y que normalicen la alimentación, la higiene, el cuidado de la salud de las mujeres y las diversidades privadas de la libertad en la cárcel de mujeres de Rosario” manifestaba Rojas.
Y agregó: “Hay un desinterés, no nos olvidemos que estamos hablando de mujeres presas, no solamente en la comida, en la atención médica, en la recreación, en la educación, las mujeres privadas de la libertad están privadas de todos los otros derechos”.
Por último la fundadora de Mujeres Tras las Rejas, concluyó: “Las chicas están en lo que ellas llaman huelga de hambre, solo comen la comida que ellas hacen en la ranchada, pero como en esta cárcel no hay gas natural, no hay gas en los pabellones, solamente hay esas cocinitas eléctricas que saltan inmediatamente los tapones, o sea que es muy precaria la situación de una cárcel nueva, construida, edificada, que Lifschitz dijo que pusieron 600 millones para hacer este complejo penitenciario, pero no les alcanzó para pensar en las necesidades de las mujeres privadas de la libertad”.