A través de ARSAT, Argentina logró lanzar dos satélites geoestacionarios al espacio. Estaba prevista la construcción del ARSAT-3 pero su realización se encuentra demorada. Presente y futuro de este proceso científico – tecnológico
* Por Alejandro Arnoletti
Argentina logró ingresar a un muy selecto grupo de países que tienen la capacidad de diseñar y construir sus propios satélites geoestacionarios. Lo hizo con la producción y lanzamiento de los ARSAT-1 y ARSAT-2. Las otras naciones con esta posibilidad son Estados Unidos, China, Israel, Japón, India, Rusia e integrantes de la Unión Europea, con programas llevados adelante por países que componen este bloque regional.
La inserción argentina no fue casual, sino el corolario de un trabajo que comenzó con la aprobación de una Ley. La norma Nº 26.092, promulgada el 26 de abril de 2006, indicó la creación de la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales Sociedad Anónima (ARSAT). Según marca la legislación, el objeto social es el de “realizar por sí, o por cuenta de terceros o asociada a terceros: a) el diseño, el desarrollo, la construcción en el país, el lanzamiento y/o la puesta en servicio de satélites geoestacionarios de telecomunicaciones en posiciones orbitales que resulten o que resultaren de los procedimientos de coordinación internacionales ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones (U.I.T.) y bandas de frecuencias asociadas y b) la correspondiente explotación, uso, provisión de facilidades satelitales y/o comercialización de servicios satelitales y/o conexos”. Los lanzamientos de los satélites ARSAT-1, el 16 de octubre de 2014, y ARSAT-2, el 30 de septiembre de 2015, son sus dos grandes hitos.
El primero de ellos concentra su potencia máxima sobre el territorio nacional. Por su parte, el segundo tiene una cobertura sudamericana, norteamericana y hemisférica, llegando hasta Canadá. Ambos satélites le brindan beneficios concretos a nuestro país, en distintos sentidos. Por un lado, como llegar a escuelas rurales u otros sitios a los que no se puede acceder a través de fibra óptica. Por otro “soberanía satelital” y ahorrar millones de dólares que se dirigían empresas que prestan servicios satelitales. También permite brindar puestos de trabajos calificados en telecomunicaciones y generar ingresos de divisas a través de la comercialización de los satélites.
El panorama es aún más próspero en esta materia desde noviembre de 2015, tras la promulgación del Plan Satelital Geoestacionario Argentino con vistas al período 2015 – 2035. A partir de allí se contempla la creación de otros 8 satélites argentinos, siendo el ARSAT-3 el primero de ellos. A mediados del año pasado había comenzado su elaboración con el objetivo de lanzarlo en 2019. Pero en enero de 2016 por decisión del actual Gobierno se frenó el proyecto y hay dudas en torno a la continuidad de este proceso. Además se suma la autorización a empresas extranjeras a operar en el país, a pesar de los regímenes de exclusividad y competencia y en detrimento de ARSAT.
Para analizar el presente y futuro argentino en materia satelital, el portal de Radio UNR entrevistó a Guillermo Rus, exvicepresidente de ARSAT. Tras el cambio en el Poder Ejecutivo fueron designadas otras autoridades. Actualmente Rus es el director de la revista digital LatamSatelital.com. El sitio web trata del sector espacial y abarca temas de comunicación, de observación de la Tierra, de navegación, de acceso al espacio y tiene un foco fuerte en mostrar toda la actividad en nuestra región.
¿Cuál es el estado actual de ARSAT?
Hay una situación de preocupación principalmente por lo que sería la construcción de nuevos satélites. Con ARSAT-1 y ARSAT-2 se cumplió con una parte muy importante de la Ley de creación de ARSAT, que era ocupar las posiciones orbitales con satélites construidos en Argentina, ya que ambos fueron diseñados y fabricados por INVAP. A su vez se promulgó una Ley para el desarrollo de la industria satelital, un plan para desarrollar 8 satélites más en 20 años, de los cuales ARSAT-3 iba a ser el primer hito. Se pensaba que Argentina iba a conseguir más posiciones orbitales y así crecer como operador, poniendo más satélites y brindando más servicios. Y también contemplaba exportar la plataforma con un foco más puesto hacia nuestra región, donde hay otros operadores satelitales en Bolivia, Venezuela, Nicaragua, sumados a los proyectos de Colombia, Ecuador, Perú y ni hablar Brasil. Hay una serie de oportunidades después del lugar que ocupa Argentina y el éxito de ARSAT 1 y 2 y veíamos factible avanzar, a pesar de que cueste mucho esfuerzo. Pero desde el 10 de diciembre de 2015 no hay noticias sobre el avance de este plan de desarrollo e incluso se puso una serie de excusas diciendo que ARSAT-2 no estaba comercializado. ARSAT-1 es un satélite que se lanzó ya habiendo uno en esa posición que estaba alquilado y lleno, por lo que se pasaron todos los clientes al ARSAT-1 y se factura todos los meses por casi toda su capacidad. En cuanto al ARSAT-2, la empresa tenía alquilado satélites de terceros en otras posiciones orbitales, por lo que al lanzarse migraron hacia éste y se ocupó más o menos el 30 por ciento de la capacidad. La gestión actual negó primero esos contratos y después se adjudicó ese 30 por ciento. Además argumentaron que había una serie de problemas comerciales, por lo que no se podía afrontar los gastos de construcción del ARSAT-3. El Plan Satelital Geoestacionario Argentino, que fue aprobado por Ley, contemplaba que los satélites de la flota de ARSAT iban a ser financiados por los propios ingresos de la empresa por sus servicios satélites y no se iba a recurrir al Tesoro Nacional. Y además se podía pedir crédito privado, que como cualquier empresa podía pedirlo para financiar sus proyectos. En este marco aparecieron una serie de noticias que causaron alarma y es la autorización a satélites a brindar servicio en el territorio argentino. Son satélites de Eutelsat y otro de SES, empresas globales con flotas muy importantes. La regulación argentina, incluso antes de ARSAT, protege al operador nacional. El régimen se llama de exclusividad y competencia porque dice que habiendo un operador argentino, hasta que éste no utilice toda su capacidad de servicio no se puede aprobar a otro nuevo. En este caso los que fueron autorizados van a competir con ARSAT. Entonces se frena el desarrollo argumentando que no se pudo cumplir con los compromisos comerciales que, más allá que esto es falso, a la vez se habilita a la posibilidad de competencia. Allí hay una contradicción.
¿Cuál puede ser el futuro entonces?
Argentina tiene una posibilidad de que ARSAT crezca como operador pero si se deja entrar a otros operadores y comercialmente no se desarrolla, pierde posibilidades en el país y afuera. Y más importante, la capacidad que había generado el país a través de INVAP de desarrollar y construir satélites se pierde. Son pocos los países y Argentina se había colocado para su operador nacional. Nos permitía insertarnos en ese mercado mundial muy competitivo y complejo. Hay muchos desafíos pero si el propio operador nacional se discontinúa va a ser complicado ser competitivo. Y esos 9 países restantes, considerando a la Unión Europea como uno solo, no arrancaron en 2006 sino varias décadas atrás. No hay buenas señales para que ese camino se consolide.
¿Qué puede llevar al Gobierno Nacional a proceder de esta forma?
Hay que pensarlo por la línea política. Lo que está de fondo es el modelo político y económico de cada gobierno. En los gobiernos kirchneristas había una apuesta a la ciencia y la tecnología pero no por una apuesta en sí sino porque ese modelo de país requiere de una industria que se desarrolle y eso, de desarrollos tecnológicos. Se buscaba que haya agregado de valor en el país y no que estemos exportando solamente productos primarios. Allí las cosas fluyen porque se apuesta al desarrollo tecnológico. Y además un rol donde el Estado estaba presente y que buscaba ser cada vez más inteligente, más fuerte, incidir en la realidad para solucionarle los problemas a la gente y generar que aparezcan más empresas nacionales y mejores servicios en el país. El modelo es distinto ahora. El ministro del que depende ARSAT votó en contra en su momento de que se cree. Siempre hablaron de que no se viene a competir con nadie. Pero es una empresa y sí compite, sino no sería una empresa y sería otro tipo de institución. De movida había una intención de no competir. Si ves cómo se trabaja afuera, la NASA por ejemplo no da contratos a las empresas extranjeras sino contactos, vinculación, porque estarías compitiendo con las empresas norteamericanas. Es una visión distinta del modelo político, económico y del rol que cumple Argentina.
¿ARSAT puede ser vendida o cerrada?
Trascendió que hubo un trabajo de una consultora global que tiene bastante capacidad en tema de telecomunicaciones como McKinsey, y que el resultado fue el de proponer la privatización del segmento espacial de ARSAT. El tema sobrevuela pero tal vez no es el momento político para hacerlo. Que el Estado tenga empresas no es algo que a este Gobierno le atraiga demasiado, que esté presente interviniendo en el mercado con una empresa testigo le molesta y también que simbolice muchas cosas positivas de los últimos años. Todos esos logros no van a poder equipararlos en esa materia.
¿Cuán fuerte es el lobby de las empresas?
Creo que los operadores internacionales en general, como muchas empresas de otros países, tienen armado sus esquemas de ganar mercado, de imponerse, yendo en bloque. No va el representante comercial sólo, sino acompañado por las diplomacias de sus países y con la capacidad de ofrecer soluciones. Para vender tecnología trabajan coordinadamente los sectores privados y públicos, como se hace en Norteamérica o Europa. Entonces cuando tienen condiciones para avanzar y no se prima en la búsqueda de desarrollo tecnológico propio tienen muchas condiciones para imponerse y hacer valer sus propuestas.
¿En qué estado se encuentra el desarrollo de la TDA y la fibra óptica?
La TDA hasta diciembre de 2015 tenía 88 estaciones que cubrían el 80 por ciento de la población abierta terrestre y el componente satelital, que lo hacía en el 100 por ciento del territorio, o sea, complementaba la cobertura terrestre y daba servicio por fuera de esta. La grilla variaba en función de las ciudades pero había 16 señales de base en la satelital y se habían sumado una serie de canales provinciales. Después había dos planes de acceso muy fuertes, el terrestre y el satelital, que se estaban implementando en todo el país y se frenaron. Se desactivó hasta el “contact center” de la TDA. Además había 30 estaciones terrestres más que se estaban instalando, que era lo último que se estaba haciendo y se redujo. Sólo van a inaugurar 5 dentro de poco, como el resabio de lo que estaba en marcha pero disminuido. Y los planes de acceso, que eran muy importantes porque impactaban en la inclusión de la población más vulnerable están frenados. Y no hay otra política en torno a la TDA en general.
En el caso de la fibra óptica restaban una serie importante de inversiones en torno a eso. La obra civil estaba hecha, había 11 mil kilómetros de fibra dando servicio sobre 36 mil, es decir un tercio, y se finalizaba esa parte. A ese proyecto le dieron más continuidad, mientras que a la TDA la denominaron “mochila de plomo”, un proyecto que no se miró con buen agrado. La Red Federal de Fibra Óptica sí fue el único proyecto que se lo valoró y se lo renombró Plan Federal de Internet y se apropiaron del proyecto en un sentido discursivo. Va avanzando despacio, pero va haciéndolo. Hay algo bueno y es que van a utilizar fondos del Servicio Universal para algunas inversiones restantes de esa red. Eso es interesante.
¿Qué puede aportar la Ley de Desarrollo de la Industria Satelital?
La Ley contemplaba el desarrollo de 8 satélites, creciendo ARSAT como operador y exportando satélites. Si no se busca que la empresa crezca en los servicios no va a haber mayor demanda de satélites ni de posiciones orbitales. Eso se va claramente a frenar. Si ARSAT no crece como operador satelital y se queda con estos dos satélites va a ser difícil vender afuera y más allá de eso, el foco que hay en gestionar de esa manera. Si tiene una empresa que le resulta molesta que sea pujante, va a ser difícil. Los otros países más organizados y más consolidados en estos temas van con la diplomacia y tienen un esquema muy fuerte. Si un representante de ARSAT o INVAP va solo, va a ser imposible que lo logre, salvo un caso puntual, pero una situación desfavorable seguro. Antes sentíamos un ritmo y un ambiente que de todas las áreas acompañaban. Ese clima ahora es distinto y disminuye las probabilidades de poder trabajar en ese sentido, sobre todo con los satélites geoestacionarios.
¿Y no se puede hacer aplicar la Ley?
Ese es el punto, desde distintos lugares. Creo que se debía pasar un tiempo para ver qué se hacía. Se aprobaron hace muy pocos esos satélites. Las autoridades nuevas de la empresa tenían que ponerse en ritmo, considerando que es muy grande. Ya pasó un tiempo considerable y las cosas fueron quedando claras. Había que esperar un tiempo para ver qué línea se tomaba. Hay que tratar de hacer cumplir la Ley; por distintos medios hay que levantar esa Ley y si hay algo que no les gusta, se puede modificar o ampliar. Pero no se puede perder el espíritu de que Argentina tenga una industria satelital y todos esos ingenieros que están trabajando en estos temas tengan que dejar de hacerlo. La senadora Silvina García Larraburu, por la provincia de Río Negro, había pedido un informe. Los legisladores por la provincia son más susceptibles y están más preocupados porque impacta en el trabajo de INVAP. Varios hicieron pedidos de informe pero hasta ahora se llegó hasta ahí.