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Defender la educación pública es un mecanismo de defensa propia

Por Alejandro Villalba – Lic. en Ciencia Política y profesor de Filosofía del Derecho en la Facultad de Derecho (UNR)


En estos momentos se discute un posible veto a la Ley de Financiamiento Universitario, una ley racional, necesaria y consensuada por todo el sistema de ciencia y técnica del país. El presidente de la Nación, Javier Milei, anticipó que va a vetarla ya que atenta contra el presupuesto que ha presentado al Congreso de la Nación y que, de cumplirse el veto primero y la aprobación de ese presupuesto después; condena a las universidades públicas a un desfinanciamiento que puede ser catastrófico.

En este contexto quisiera decir algo sobre la importancia del financiamiento de la educación pública y la ciencia.

En primer lugar hay que aclarar que no es sólo una discusión sobre el financiamiento universitario. Debatir sobre el mismo implica analizar cuáles son las necesidades, los recursos disponibles, cómo obtener lo que aún no tenemos, presentar un plan de asignación de recursos para obras, debatir fuerte sobre partidas y su distribución. En definitiva, en asignar prioridades. Todo lo contrario de lo que está ocurriendo, ya que con la política universitaria del gobierno sólo está consiguiendo desfinanciar a las universidades nacionales.

En segundo lugar, el hecho que haya que explicar por qué la ciencia y la educación pública deberían ser prioridad y deberían ser financiadas es alarmante. Se explica solo: la ciencia y la educación son la doctora que te curó el cáncer; el pediatra que vio crecer a tu hijo; el contador que te ayuda con tus impuestos; la abogada que evitó que perdieras todo; los ingenieros e ingenieras que proyectaron e hicieron los puentes y caminos que unen nuestro país; la arquitecta que diseñó tu hogar y los vestuarios del club; el profesor del Polítécnico o el Superior que te enseñó más sobre la vida que sobre su materia; los bioquímicos que te analizan la sangre; los que no conocés y desarrollaron vacunas, nuevos materiales, softwares. Todo eso es ciencia, todo eso es educación pública. Nuestra vida está llena de educación y universidad pública, ¿pensaste eso?

Si te quebraras una pierna, ¿irías al médico o a un mago? Si tenés un accidente del que pende tu vida, ¿vas al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez o a una clarividente que te diga el futuro? ¿Para vivir elegís un edificio construido por alquimistas o por arquitectos?
Lo que se hace o se pretende hacer con la educación habla del modelo de país que uno tiene.

Hasta ahora habíamos hablado de vouchers educativos, se ha difamado al CONICET, se ha tratado de desfinanciar a las universidades, las principales espadas del gobierno piden arancelar, el presupuesto presentado al congreso en el área universidades es menos que mínimo.

Pero hay algo más peligroso detrás, no es una discusión sobre el financiamiento, o sólo sobre el financiamiento. Una ley vetada puede ser insistida, un presupuesto magro puede ser cambiado, una correlación de fuerzas adversa en las Cámaras del Congreso se puede revertir. Como decía antes, lo que discutimos al hablar de educación es discutir el modelo de país que queremos.

Desde Sarmiento hasta la dictadura cívico militar que consumó el golpe de Estado de 1976, la educación pública fue prioridad porque no se podía construir un país sin educación y sin ciencia. Sarmiento fundó 800 escuelas en todo el país, la Academia Nacional de Ciencias, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, el Colegio Militar y el Observatorio Astronómico, entre otras cosas.

El guardapolvos blanco fue luego el símbolo de la igualdad de la escuela pública; la Reforma Universitaria de 1918 y la gratuidad universitaria del peronismo siguieron forzando los límites de lo posible e incluyendo gente y dándole la posibilidad de ascenso social. Esos maestros que iban a enseñar a Jujuy o a Formosa pese a haber estudiado en Córdoba o en Capital Federal en ese entonces, democratizaban aún más la educación.

La dictadura comenzó un proceso macabro ya que traspasó las escuelas primarias a las provincias. Lo que hizo que esa movilidad social de maestros y ese intercambio provincial se cortara. Le siguió Carlos Menem, ya en democracia, transfiriendo la educación secundaria a las provincias.
Ambas cosas se hicieron sin transferir recursos por lo que no es sólo una discusión sobre la asignación de los mismos sino también es sobre provincias ricas y pobres. Y lo que antes hacía el Estado Nacional, construcción de escuelas, distribución equitativa de docentes, presupuesto federal; fue dejado de hacer y, además, no se les envió el presupuesto correspondiente.

Menciono lo anterior ya que en los últimos días circuló una versión en varios medios de comunicación en las que se da cuenta que el Gobierno trabaja en un proyecto para traspasar las universidades a las provincias. El proyecto ya está en manos del equipo jurídico del Gobierno y lo está impulsando Santiago Caputo, el principal asesor de Javier Milei. Y si bien tiene importantes frenos legales, este gobierno mostró cuál es su objetivo final. Para este gobierno la educación es un gasto que no debe financiar. Lo que creo que hay que asumir es que este gobierno no discute sobre financiamiento, discute sobre cómo sacarse de encima la universidad y la ciencia pública.

En el final es un país con el 90% de excluidos, con represión generalizada, embrutecido y sin movilización popular, defender la educación y la ciencia pública es un mecanismo de defensa propia. La educación y la ciencia pública es ascenso social, es crítica, es rebeldía, es pedir más, es juventud, es docencia, es amor, es un país para muchos. Luchar para que sea prioridad su financiamiento es una obligación para todos los que queremos un país más justo, libre y solidario.