La escritora y crítica literaria Beatriz Vignoli abrió la Feria Internacional del Libro de Rosario con un discurso cargado de reflexiones profundas sobre la literatura, el poder de los libros y la tradición literaria de la ciudad. “Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado que tenemos dentro”, expresó citando a Kafka en una emotiva carta que dio inicio al evento
La Feria Internacional del Libro en Rosario quedó oficialmente inaugurada este jueves, en una ceremonia que tuvo lugar en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa. La jornada reunió a autoridades locales y provinciales, escritores reconocidos y amantes de la literatura, quienes celebraron la vuelta de este espacio cultural que se había visto suspendido por la pandemia en años anteriores.
En la jornada inaugural de la Feria, Beatriz Vignoli ofreció un discurso en el que resaltó la importancia de la lectura y la escritura como pilares fundamentales para una vida más digna y consciente. Frente a un auditorio expectante, la autora reflexionó sobre el papel de los libros en la sociedad y compartió una sentida carta dirigida al escritor Franz Kafka, citando sus obras y entrelazando recuerdos personales con el contexto literario global.
“Es un honor para mí estar aquí”, comenzó Vignoli su discurso. Recordó que hace 45 años, en ese mismo Centro Cultural, presentó su primer poemario, editado artesanalmente en stencil por un amigo de su abuelo. “Tenía catorce años y una pollera larga al estilo gitano, cosida en una tela floreada de la fábrica Estexa”, comentó con nostalgia. Este recuerdo personal marcó el inicio de una jornada en la que el vínculo entre el pasado y el presente literario de Rosario fue clave.
La escritora eligió inaugurar la Feria con un pasaje de una carta de Kafka a Oskar Pollak, escrita en 1904, donde el autor alemán reflexionaba sobre la necesidad de leer libros que “muerdan y arañen”, que sacudan a sus lectores y los despierten de su letargo. Vignoli, fan declarada de Kafka, citó: “Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpeara en el cráneo, ¿para qué lo leemos?”. Esta frase resonó en el auditorio como una invitación a repensar el propósito de la lectura y a conectarse con los textos de manera visceral.
Luego de citar a Kafka, Vignoli decidió responderle directamente en su carta ficticia: “Querido Franz, yo creo que no seríamos felices si no tuviéramos libros. Y no podríamos escribir si no tuviéramos libros que leer”. En esta parte de su discurso, la autora hizo una defensa de la literatura como acto creativo indispensable, subrayando la importancia de las lecturas pasadas en la producción literaria de los escritores contemporáneos.
El discurso también hizo hincapié en la tradición literaria de Rosario, una ciudad que, según Vignoli, ha cultivado una rica vida cultural a pesar de los desafíos históricos. “En Rosario tenemos una tradición de Ferias del Libro porque tenemos una tradición literaria”, afirmó. Esta afirmación está anclada no solo en la producción de obras literarias, sino también en la existencia de librerías, bares y espacios donde las ideas han florecido y se han compartido a lo largo del tiempo.
Durante su intervención, Vignoli no solo habló del poder transformador de la lectura, sino también del acto de escribir como un proceso sanador. “Escribir nos permite poner la vida fuera del cuerpo para sanarnos y recomenzar, liberados”, expresó. Esta idea conectó con la noción de que tanto la lectura como la escritura son actividades que nos permiten enfrentar y procesar el dolor, y que, como Kafka sugirió, los libros pueden ser tan impactantes como las tragedias más profundas de la vida.
El evento estuvo atravesado por la reflexión sobre los desafíos actuales en torno a la cultura y el acceso a los libros. “Querido Franz, si los libros no nos despertaran, ¿por qué los dictadores y los opresores de este mundo habrían de creer que necesitan prohibirlos, o incluso destruirlos?”, preguntó la autora, haciendo referencia a la censura que históricamente han sufrido los libros en distintas dictaduras, incluido el contexto de Rosario durante la última dictadura militar argentina. En su carta a Kafka, mencionó cómo la censura afectó la circulación de libros y las consecuencias que esto tuvo sobre el acceso al conocimiento y la libertad.
Vignoli también recordó a importantes figuras culturales de Rosario, entre ellos su abuelo, Erminio Blotta, un escultor y gestor cultural que, pese a haber quedado casi ciego por las duras condiciones laborales, fue un promotor incansable de la cultura. “Querido Franz, te escribo desde una ciudad llena de ecos de noches, bares y conversaciones”, señaló, haciendo hincapié en el vibrante tejido cultural que ha caracterizado a Rosario a lo largo de las décadas.
Con una emotiva conexión entre pasado y presente, el discurso de Vignoli resaltó la resistencia cultural de Rosario. “No nos han aplastado ni las dictaduras, ni los explotadores que nos quieren solo como fuerza de trabajo”, afirmó, destacando la lucha de los artistas y escritores locales por mantener viva la cultura, incluso en los momentos más oscuros de la historia.
La escritora finalizó su discurso con un mensaje de esperanza y unidad, refiriéndose a la comunidad artística de la ciudad como “algo inmenso, algo precioso y que está tan vivo, tan vivo que ‘los carceleros de la humanidad’ jamás podrán derrotarnos”.