Líderes de organizaciones sociales advierten que la crisis alimentaria en los barrios populares se volvió insostenible, con una demanda creciente en los comedores comunitarios y un incremento alarmante en la malnutrición infantil. Reclaman una respuesta urgente por parte del Estado ante lo que describen como “una situación desesperante”
La crisis económica profundizó la vulnerabilidad en los barrios populares, donde las organizaciones sociales enfrentan una demanda creciente en los comedores y merenderos. El aumento de precios y la falta de recursos exacerbaron la situación, especialmente en la infancia, que sufre las consecuencias más severas de la malnutrición. “Cada vez son más las familias que dependen de estos espacios para garantizar su alimentación diaria”, denunciaron desde las organizaciones, que advierten que la situación se volvió insostenible.
Sofía Botto, directora del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci) en Santa Fe, destacó que el relevamiento realizado en 250 comercios de cercanía reveló una inflación acumulada del 118% en los últimos ocho meses. “Tenemos 118% acumulado en estos 8 meses del gobierno de Javier Milei, con la expectativa declamada de llegar a 0, pero nosotros en el territorio vemos que no es tan así. Hay desaceleración, pero seguimos relevando aumentos que se reflejan en el consumo cotidiano y que impactan en los ingresos de las personas con las que trabajamos y buscamos visibilizar en este estudio”, señaló Botto.
Referentes de diversas organizaciones sociales señalaron que la inflación y la falta de políticas públicas efectivas empeoraron la situación alimentaria en los sectores más vulnerables. Según el estudio de Isepci, la cifra precisa es $889.139 por familia para no caer en la pobreza, frente a los $262.432 del salario mínimo vital y móvil actual. “Los recursos no alcanzan y la cantidad de personas que asisten a los comedores sigue en aumento”, explicaron. Ante este panorama, las organizaciones exigen una intervención estatal inmediata para evitar un colapso en la asistencia alimentaria.
Los comedores y merenderos, que solían ser un recurso complementario para muchas familias, se convirtieron en la única fuente de alimentos para un número creciente de personas. “Antes, los comedores eran una ayuda, pero ahora son indispensables para miles de familias que no tienen otra opción”, afirmaron los referentes. La situación llevó a muchos espacios comunitarios a operar al límite de sus capacidades, con recursos que resultan insuficientes para cubrir la creciente demanda.
Las organizaciones sociales advirtieron que, sin una intervención adecuada, la situación podría derivar en una crisis humanitaria en los barrios populares. Botto subrayó que la inflación tiene un impacto particular en los sectores populares, donde muchas familias apenas logran cubrir la canasta básica alimentaria, si es que lo logran. “La malnutrición infantil es alarmante”, alertaron, subrayando que el impacto de la crisis se siente con especial dureza entre los más pequeños.
El estudio también reveló que los precios en los barrios son significativamente más altos que en otros sectores. Un kilo de arroz cuesta $1930, un sachet de leche $1390, y la carne parte desde los $5000, lo que limita gravemente el acceso a una alimentación balanceada. “Los artículos de almacén no dan tregua, y son los de mayor consumo en los sectores populares. El consumo de carne es esporádico, porque la gente resignó ese consumo. Hay productos que ni llegan al comercio del barrio porque la gente no los compra”, describió Botto.
Los referentes también denunciaron que, a pesar de las promesas de asistencia, la ayuda por parte del Estado resultó insuficiente y no llegó a todos los sectores que la necesitan. “Las políticas públicas no están alcanzando a los que más lo necesitan”, criticaron, señalando la falta de una estrategia integral que aborde la emergencia alimentaria desde sus raíces.
El patrón de ingresos en estos barrios determina el consumo, y muchas familias recurren a la informalidad para sobrevivir. “Medimos en comercios de cercanía porque es donde la gente en los barrios va a comprar el día a día, no es que van a un supermercado y pueden aprovechar las ofertas o comprar para el mes”, explicó Botto. En muchos casos, esto lleva a endeudamiento, con familias que deben recurrir a préstamos informales para cubrir gastos cotidianos. “El tema de los préstamos informales es todo un problema”, advirtió.
En el contexto afloró lo complejo de la situación, cuando a mitad de mes se termina el efectivo y muchas familias no cuentan con posibilidad de financiación. Botto también destacó que la falta de alimentos en los comedores comunitarios, una herramienta fundamental, agrava la situación. “Hace algún tiempo ya que irrumpe la situación de personas que empezaron a cirujear, vender cosas de su casa para comprar alimentos. Y a eso se suma que el gobierno no envía alimentos a los comedores. A veces un alimento seco le resuelve la comida a una familia, pero hasta eso disminuye y la consecuencia se ve en el barrio”, concluyó.