En diálogo con el programa La Marca de la Almohada, el historiador de la UNR pone la lupa en los equívocos en torno a las reconstrucciones del pasado, atravesadas por las intencionalidades políticas
El hito histórico se construye después de los hechos, con el tiempo, de manera real o imaginaria. Así empezó Gluck su mirada sobre las pretensiones de legitimidad de determinadas narraciones del pasado.
En tren de introducción, discutió la famosa canción de Litto Nebbia (con letra del director de cine Eduardo Mignogna) “Quien quiera oír que oiga”. El estribillo, en particular: “Si la historia la escriben los que ganan/eso quiere decir que hay otra historia/la verdadera historia”.
“La historia la escriben los que ganan y los que no ganan”, aclaró. Y ninguna puede reclamar la pretensión de verdadera.
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Siempre hay varias historias, repasó Gluck. La de los perdedores en cada circunstancia no está más cerca de la verdad que la de los vencedores, ni lo contrario. Como ejemplo, planteó el revisionismo de los grupos neonazis. Es que, explicó, hay víctimas en unas circunstancias que son victimarios en otras.
De lo que se trata, en contraposición de las recreaciones fieles de lo que sucedió, es de la construcción de una épica y una historia política. En ese punto, abundó sobre un ejemplo.
Es lo que hace, dijo, el actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien diseña una genealogía que arranca en Pedro el Grande, sigue con Stalin, omite a Lenin y concluye con él mismo. Explicó entonces la voluntad detrás de ese relato vestido de historiográfico.
El primero de la saga, Pedro, fue el armador del imperio de los zares, y eso es lo que pretende recomponer Putin. En esa línea, Lenin es un traidor al proyecto, con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que habilitaba ciertas autonomías a las naciones que la integraban. Como, por ejemplo, Ucrania.
A Stalin, el segundo de esa línea temporal, no lo reivindica por comunista. Lo hace, siguió Gluck, como fundador de la Rusia industrial, que entre otras cosas carga con millones de muertos. Varias matanzas sembraron de sangre el objetivo, recordó. Y entre ellas, la de los ucranianos. Stalin también es funcional a esa reconstrucción el vencedor del nazismo, y allí hay otra vuelta de tuerca sobre lo mismo: Ucrania fue aliada del eje que combatió contra los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Esa construcción de Putin, con inclusiones y exclusiones, resumió Gluck, es una legitimación histórica de la actual invasión a Ucrania. Un uso político de la historia como método.