La joven diputada por la alianza entre Unite y La Libertad Avanza relativizó los cuestionamientos por inconstitucional del DNU y los efectos del mega proyecto de ley enviado al Congreso, consideró que el Estado no debe promocionar la cultura, entendida como un negocio, pero sí a los industriales y productores agropecuarios. Es necesario, señaló, “dar un giro de 360 grados”
Rocío Bonacci tiene 27 años, vive en Funes, se recibió de técnica podóloga en una universidad privada, tiene un negocio de manicuría y se considera artesana. Sostiene que hay que dar un “giro de 360 grados” en el país. Fue electa diputada nacional por Santa Fe gracias a una alianza entre lo que calificó como el “sello” Unite del que era “militante no activa” y La Libertad Avanza. En su perfil de la Cámara baja figura como “emprendedora”. Defiende en el Congreso el mega proyecto de ley y el DNU del Ejecutivo que encabeza Javier Milei aunque sugiere algunos cambios para que no perjudique a “la industria generadora de divisas y empleo” y a los productores agropecuarios que define como quienes “se levantan todas las mañanas y están todo el día arando el campo”.
En diálogo con el programa Apuntes y Resumen, la hija del empresario de medios y generador de espacios políticos José Bonacci y de Beatriz Brouwer, diputada provincial por la lista de Amalia Granata, defendió las medidas que impulsa el Gobierno porque, justificó, hay que “cambiar 100% de lo que está mal” en el país. Los costos sociales de los ajustes propuestos para los asalariados y sectores medio o bajos, argumentó, no son mayores a los que venían sufriendo durante el gobierno de Alberto Fernández. Y respecto de la duplicación de la inflación mensual, el desplome del poder adquisitivo, la ausencia de medidas paliativas ante el violento ajuste y el empeoramiento de todos los indicadores socioeconómicos en lo que va de la gestión libertaria, esgrimió que se trata de “un camino que arranca sobre el final de una década decadente” por lo que habrá que esperar años –”como dijo el presidente”– para ver los prometidos resultados de prosperidad.
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Bonacci explicó que en la Cámara de Diputados, pese a no integrar ninguna de las tres comisiones a las que fue girada la llamada ley ómnibus, está planteando junto a otros legisladores algunas modificaciones al proyecto. En particular, respecto del aumento de las retenciones a las exportaciones y en atención a los intereses de Santa Fe. Afirmó que el oficialismo da lugar a que se pueda superar el proyecto, hay espacio para “hilar fino” y escuchar propuestas de modificaciones.
Lo que le preocupa, señaló, es la afectación de “industrias como las molineras, la de los biocombustibles”, que como otras, dijo, son “las empresas que generan divisas, fuentes de trabajo, sueldos estables”. Los perjuicios para los sectores medios o empobrecidos, opinó, no son consecuencia de las medidas como las adoptadas por el equipo de Milei, como la devaluación del 120% o la liberación total de precios, o si lo son, no cambian radicalmente la situación que se vivía con anterioridad.
Ante la consulta por los aspectos del megaproyecto que le parecen positivos, no abundó en precisiones e insistió en los “objetivos” declamados desde el oficialismo: “dar libertad para elegir en qué pueden gastar o qué no, bajar los precios, bajar la inflación, devolver la calidad del sueldo para que cada uno lo invierta en lo que quiera”, enumeró y desestimó el detalle de que, desde el pasado 10 de diciembre, muchos de esos aspectos fueron en dirección contraria. También, agregó entre las bondades, la de “liberar a la gente de las obras sociales del Estado”, en referencia a las sindicales.
Y enfatizó que la magnitud del cambio necesario implica “dar una vuelta de 360 grados”.
Sobre el “cacerolazo” convocado este mièrcoles por actores de los ámbitos culturales en rechazo de las afectaciones del DNU y la ley ómnibus, Bonacci consideró que el Estado no puede gastar “millones” en financiar a músicos, por ejemplo, que hacen canciones con lenguaje inclusivo.
Tras considerarse una “artesana”, la diputada consieró que “la cultura y el arte se la puede financiar cada uno, no hace falta la ayuda del Estado”. Y eso, desde una concepción de mercado, continuó, porque “si (un artista) hace un buen producto y la gente tiene ganas de pagar por eso, sin importar cuánto, no hace falta ninguna ley que lo avale”.