El dispositivo es sensiblemente más barato que los disponibles comercialmente y fue pensado para avanzar en estudios de campo y laboratorio. Permite recolectar partículas en suspensión en la atmósfera, medir su concentración y a la vez analizar su composición para determinar su impacto en el sistema inmunológico
El instrumento es furto del trabajo coordinado de un equipo de profesionales de la Plataforma de Estudios Ambientales y Sostenibilidad de la UNR (PEAS), el Instituto de Inmunología Clínica y Experimental de Rosario (IDICER, en la Facultad de Ciencias Médicas) y el Instituto de Física Rosario (IFIR, en el Centro Científico Tecnológico).
La idea surgió a partir del desempeño de varios investigadores durante la crisis ambiental de los incendios en el Delta del río Paraná entre los años 2020 y 2022. Había capacidad humana, pero hacía falta equipamiento. Así se elaboró un proyecto para subsanar el déficit, teniendo en cuenta que el instrumental disponible en el mercado estaba fuera de los alcances presupuestarios (alrededor de 10 mil dólares) y que, además, sobraba conocimiento para un desarrollo propio que se adaptara más ajustadamente a los requerimientos de los profesionales locales y a sus líneas de investigación.
La idea fue presentada a la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación, que la financió junto con la UNR. En el estudio de Radio Universidad, y para el programa ABC, repasaron el trayecto hacia la materialización del instrumental y lo que viene a partir del mismo la doctora en Física Adriana Ipiña, integrante del Ifir, y la farmacéutica y doctora en Ciencias Biológicas Bettina Bongiovanni, parte del equipo del Idicer.
Ipiña recordó el inicio: la constatación, a partir del compromiso profesional en el marco de las quemas en el humedal, de que había un déficit de equipamiento como contraste a la sólida presencia de personal especializado en salud y física de la atmósfera. EL proyecto fue dirigido por la dirección de Arístides Pochettino, que encabeza el PEAS.
La nota completa se puede escuchar acá ↓
El dispositivo es portátil. Permite recolectar el material particulado presente en el aire con el auxilio de una bomba de vacío y así medir su concentración con técnicas ópticas. A la vez, utilizar las partículas para los análisis de microscopía y su caracterización en el laboratorio de Ciencias Médicas.
Lo que se mide, señaló Ipiña, es la cantidad de partículas de tamaño igual o menor a 2.5 micrones –conocidas como PM2.5– presentes en el aire con unidades de peso en volumen: microgramos por metro cúbico, que es la utilizada comúnmente para catalogar la calidad del aire en numerosas redes de monitoreo ambiental.
El trabajo, repasó, fue impulsado a raíz de los incendios forestales en el delta del Paraná. Al comprometerse con la crisis ambiental, los investigadores de la UNR constararon un déficit de equipamiento para el desafío. No así, aclaró, de personal especializado tanto en en salud como en física de la atmósfera, que están congregados en la Plataforma de la UNR.
Tras constatar la necesidad de contar con un instrumento para cuantificar la calidad del aire y su composición, nació el proyecto, que estuvo bajo la dirección de Arístides Pochettino. El financiamiento, destacó fue por la doble vía de la provincia y la UNR.
Lo que hace el equipo, en resumen, es una lectura sobre la emergencia climática mediante la determinación de la calidad del aire.
Bongiovanni acotó que se trata de un prototipo que cumple las mismas funciones que los equipos existentes en el mercado, pero a un precio muy inferior y con mejor adaptación a las necesidad de investigación locales.
A partir de esa incorporación, agregó, se está generando un servicio para determinar los contaminantes y sus efectos sobre el sistema inmunológico, enfocado en la salud y con base en la Facultad de Ciencias Médicas. Además del partículado y sus efectos físicos, determinar las complicaciones por la presencia de plaguicidas o hidrocarburos aromáticos policíclicos, entre otros compuestos.
Es que Rosario empieza a tener particularidades de las grandes urbes, sumó Ipiña, con una combinación de emisiones derivadas del sistema vehicular (cobustión de hidrocarburos) e incluso de la actividad de la construcción. Y en contraposición, la ciudad no cuenta con estudios detallados de la calidad del aire en sus diferentes zonas, las más residenciales, o las de impronta industrial, entre otras. Lo que se trata ahora, con el equipo, es de iniciar la serie de mediciones sostenidas en el tiempo y en zonas específicas para hacer el mapeo riguroso. Eso, por dos caminos: tomas de campo con el instrumento y muestras de sangre de los habitantes para observar la presencia de químicos en el organismo humano.
Durante las quemas, se realizó un estudio de los efectos físicos de las partículas sobre el sistema inmunológico a nivel pulmonar, recordó sobre los primeros antecedentes Bongiovanni, un trabajo que fue presentado en la Asociación Toxicológica Argentina. En el laboratorio se comprobó que la concentración superaba los estándares legales fijados internacionalmente. Y que ese cuadro implicaba el riesgo de exacerbar enfermedades preexistentes o la inducción de otras, del tipo respiratorias.
Uno de los objetivos es, ahora, tener una referencia local para evaluar la calidad del aire y los efectos sobre la salud, recalcó Ipiña. “En muchas ciudades hay estándares, que tienen en cuenta las emisiones naturales y antropogénicas dentro de las políticas ambientales propias de los Estados”, comparó.
La especialista aclaró que la provincia de Santa Fe cuenta con legislación para material particulado de 10 micrones. Pero el de mayor efecto sobre la salud es el de 2,5, que puede ingresar al torrente sanguíneo y al sistema respiratorio. Para eso, no hay normativas. La recomendación de la OMS –Organización Mundial de la Salud–, que es en promedio 15 microgramos por metro cúbico en un lapso de 24 horas. En los incendios, comparó, fue hasta cinco veces mayor en el promedio, pero en algunos momentos del día trepó a 800 microgramos.
Bongiovanni insistió en que todo el esfuerzo apunta a mejorar la calidad del ambiente. Para eso, hubo un trabajo de coordinación exhaustivo para el desarrollo, especificando el tipo de uso del equipo y la manipulación de las muestras. Y con especialistas de dos áreas del conocimiento que pusieron en común los saberes específicos y las necesidades de cada uno para la funcionalidad del dispositivo. Ipiña completó con otro esfuerzo que significó revisar mucha literatura científica para el desarrollo. El logro, entre otras cosas, reduce la dependencia tecnológica. Hubo un trabajo de intercambio de necesidades para que cumpliera los dos aspectos de la investigación.