Flavia Freidenberg, politóloga argentina que coordina el Observatorio de Reformas Políticas de América Latina, cuestionó simplificaciones sobre los procesos políticos de América latina y expuso tres ejes para su fortalecimiento en función de una mejor distribución de los bienes públicos, una mejora de las representaciones y la tarea olvidada de formar demócratas viscerales
Flavia Freidenberg estuvo en Rosario el año pasado para el Congreso sobre Democracia que organizó la UNR y ahora volvió para una serie de actividades como coordinadora del Observatorio, que desde hace 30 años, dijo, monitorea las elecciones en la región: más de 230 nacionales y subnacionales desde 1978. Estuvo en los estudios de Radio Universidad para el programa Apuntes y Resumen.
Contra ciertos discursos derrotistas, aclaró Freidenberg de entrada, considera que la democracia en América latina muestra una salud “vigorosa”, con cuatro décadas de continuidad tras la noche de las dictaduras. Lo dice en base a la experiencia de los monitoreos del Observatorio. Hay una continuidad de esos procesos, que incorporan, incluso, a líderes que construyen espacios con discursos impugnadores del sistema. El caso paradigmático es el brasileño Jair Bolsonaro, que aun así se acopló a los mecanismos representativos tradicionales.
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Los procesos electorales competitivos, como en general se vienen sucediendo, destacó la politóloga nacida en la localidad bonaerense de Santa Teresita, son las herramientas que permiten la posibilidad de cambio, el control ciudadano, el apuntalamiento de la paz y la convivencia. “La evaluación, en los últimos dos años, es de una tendencia de derrotas de quienes están en el poder“, repasa. Y ello, interpreta, es por el imperfecto cumplimiento de las expectativas de resolución de problemas puestos en el sistema. Es que, contextualizò, se da en coyunturas adversas como la de la pandemia y la situación global de guerra. Hay, sintetiza, una suerte de agotamiento.
Sin embargo, Freidenberg rechaza los diagnòsticos de una derechización generalizada de los electorados y los espacios políticos, como en otros momentos se afirmaba lo contrario respecto de un avance global de las posiciones progresistas. “El escenario es más complejo”, apunta.
Freidemberg, también integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), esboza tres ejes para sostener y reducir las debilidades de las democracias en la región.
El primero es garantizar una distribución más igualitaria e inclusiva de los bienes públicos y universales (como salud y educación). Pero ello, con dignidad, con servicios de calidad. Para lo anterior, aclara, es necesario un Estado con recursos y capacidad para garantizar lo básico. En su opinión, debe ser el piso desde el cual se abone la libertad de elegir a todos los ciudadanos.
Lo segundo, sigue, es fortalecer las instituciones: el Estado, los procesos y mecanismos por los cuales se accede a los gobiernos y las representaciones, con base en los partidos políticos. “No es posible una democracia sin partidos”, enfatiza Freidenberg. No hay reemplazo para ellos, ni siquiera lo son los movimientos y organizaciones sociales o sindicatos, que enriquecen el sistema y lo amplían. La politóloga se enfoca en que los partidos son los únicos que pueden, aunque no siempre lo hagan, representar y articular intereses, coser, sumar, construir sentido de comunidad que trascienda las ideas propias o sectoriales.
Con todo, Freidenberg admitió que el espacio de debate público se está perdiendo, y en el mismo sentido señaló que “el algoritmo en las redes no ayuda” porque realimenta la conexión con los que piensan igual, la famosa burbuja de las plataformas virtuales.
Lo tercero, completò, es formar demócratas. Porque se dio por sentado que la democracia no necesitaba aprendizaje una vez recuperada de los tiempos de la dictaduras.