Fueron 30 años. De 1964 a 1994, Mau Mau fue la boite, o el boliche bailable, más famoso de Buenos Aires. El Templo de la calle Arroyo o La Catedral del Ruido en Recoleta. Un ícono porteño con sus luces y miserias que atravesó la dictadura y fue traducido y rememorado en múltiples lenguajes. Uno de ellos, el teatro. En Rosario, todos los viernes de agosto, se presenta la obra “Mau Mau o la tercera parte de la noche”, versión en base a la dramaturgia de Santiago Loza llevada delante por el grupo El Humo Teatro, de la ciudad de Armstrong, con la dirección de Gustavo Maffei. Notas de Papel dedicó su espacio de la tarde en Radio Universidad para hablar de la noche y las tablas.
Nada que ver con la insurrección de rebeldes kenianos contra los colonislistas británicos de la década de 1950, Mau Mau es una creación de los mellizos Alberto y José Lata Liste en sociedad con Federico Fernández Bobadilla. La boite se convirtió en lugar obligado, y exclusivo, para quienes se autopercibìan integrantes de la casta dueña del glamour, el dinero y los contactos de la alta sociedad. La inauguración fue el 10 de abril de 1964. El escritor Eduardo Mallea bautizó esa curva de calle Arroyo entre Suipacha y Esmeralda como “el codo aristocrático de Buenos Aires”.
La obra de teatro escrita por Loza se presenta los viernes de agosto, a las 21, recreada por grupo El Humo Teatro, de la ciudad de Armstrong, con la dirección de Gustavo Maffei y las actuaciones de Mariela Romero y Nené Pedretti. Los dos primeros compartieron Notas de Papel.
La dramaturgia reposa sobre dos amigas, Mecha y Rita, que tras acceder a la boite sorteando al portero –“El Insobornable”–, se hacen habitués del lugar y, sin escapar de la banalidad, dan cuenta de la historia de las mismas tres décadas con sus hechos más atroces.
“Mau Mau, o la tercera parte de la noche es una obra sobre el brillo de una época y su decadencia, sobre un modo de transcurrir a ciegas en una existencia vacía, sobre la soledad de los vínculos carentes de compromiso, en la noche más larga, frente a los vidrios de una bola de espejos estallada, a puro baile, para salvarse, reflejándonos como meros espectadores del horror, como si a nuestro lado no pasara nada”, explicaron los responsables de la nueva puesta en escena.