La flamante médica graduada en la UNR, Sofía Juárez, reconoció que la vida en la residencia y los beneficios estudiantiles le permitieron culminar la carrera y cumplir su sueño
Sofía Juárez tiene 26 años y acaba de cumplir el sueño de su vida: convertirse en médica. Nacida en Palo Santo, una localidad ubicada a 140 kilómetros de Formosa Capital, Sofía decidió en 2018 mudarse a Rosario junto a su hermana para estudiar en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Este año, ambas lograron graduarse como médicas, marcando un hito en su familia.
Hija de una maestra jubilada y un empleado público, Sofía recuerda cómo, durante una visita a Rosario, quedó fascinada con la facultad. En ese momento decidió que era el lugar donde quería formarse. En 2018, se instaló con su hermana para comenzar una carrera que describió como intensa pero gratificante. Durante cinco años, participó en seminarios, laboratorios y talleres extracurriculares que consideró fundamentales en su formación.
El contexto no siempre fue favorable. La pandemia de COVID-19 afectó el desarrollo regular de sus estudios, pero Sofía logró adaptarse. Continuó con sus materias y recibió el apoyo incondicional de su familia, quienes la animaron a perseverar frente a las dificultades.
En 2022, la situación económica de su familia se tornó más compleja y mantener un alquiler en Rosario se volvió complicado. Fue entonces cuando Sofía se inscribió en la residencia universitaria “Ismael Bordabehere”, gestionada por la UNR. Allí encontró un espacio que no solo cubría sus necesidades materiales, sino que le ofreció contención y un entorno propicio para estudiar.
Sofía describe la residencia como un lugar donde siempre se sintió bienvenida. Desde los recepcionistas hasta el gabinete psicopedagógico, todos la acompañaron en este tramo final de su formación. Destacó también las instalaciones, que incluían una sala de computadoras con conexión a internet, un quincho y espacios de recreación que permitieron equilibrar los estudios con momentos de descanso.
A lo largo de su carrera, Sofía aprovechó los beneficios que la universidad pone a disposición de los estudiantes. Entre ellos mencionó la Biblioteca del Área de Salud, los Comedores Universitarios –en particular el del Centro, cercano a la residencia– y el gimnasio. Estos recursos resultaron esenciales para sostener su vida académica.
“Nada de esto hubiera sido posible sin la educación pública”, reflexionó Sofía al recordar el apoyo que recibió tanto de su familia como de las políticas universitarias. Sus padres, emocionados por el logro de sus hijas, la acompañaron en todo momento, alentándola incluso cuando enfrentó momentos difíciles en los exámenes.
En febrero, Sofía comenzará la práctica final obligatoria en Formosa, gracias a los convenios que la UNR mantiene con hospitales de la región. Esta etapa será el último paso antes de decidirse por una especialización. Sofía ya tiene en mente su próximo objetivo: convertirse en pediatra.
Mientras tanto, su hermana, quien también acaba de recibirse, planea especializarse en Neurología. Juntas han recorrido un camino lleno de aprendizajes, y ahora ambas miran hacia el futuro con entusiasmo y compromiso.