Se detectaron más de 18.500 microplásticos por metro cuadrado en los márgenes del Río Paraná a la altura de Rosario. Esta situación enciende la alarma y llama a la necesidad de encontrar soluciones inmediatas.
La contaminación plástica se ha convertido en uno de los problemas ambientales más alarmantes de los últimos años, ya que la creciente cantidad de desechos generados por nuestro estilo de vida actual nos obliga a reconsiderar nuestras prácticas y buscar soluciones sostenibles. Clara Mitchell, docente de la Universidad Nacional de Rosario y especialista en Ambiente y Desarrollo Sostenible, detalló las consecuencias de este tipo de contaminación.
“La principal causa u origen de la contaminación plástica, y por lo tanto de los impactos que esto tiene en la biodiversidad, que son muchos e importantes, es el modelo de producción y consumo que tenemos. Producimos materiales súper durables como es el plástico, que no se degrada, y lo usamos para un producto descartable. Entonces seguimos acumulando residuos y ya no sabemos qué más hacer con todos ellos”, detalló Mitchell.
La mejor de las soluciones que se ha encontrado hasta el momento a los residuos en general son los rellenos sanitarios, que no son más que un basural con algunos recaudos. “El reciclaje de los plásticos es sumamente limitado, a nivel mundial de hecho es un 10% aún con las mejores tecnologías”, comentó la investigadora y agregó: “Ahora bien, ¿Cómo llegan estos materiales al río? En nuestro caso, pero es similar para todos los cursos de agua, e inclusive a los océanos, es a través del viento y la lluvia que los arrastran de los lugares donde suele haber muchas personas que los utilizan, como por ejemplo las ciudades”.
En parte junto al equipo del Centro Científico Tecnológico y Educativo Acuario del Río Paraná y la Plataforma Ambiental de la UNR, Clara realizó varias investigaciones respecto al plástico. Una de ellas fue en el 2020 donde se midieron macro, meso y micro plásticos. “Ahí la diferencia es una cuestión de tamaños, macroplástico es todo aquello que sea superior a los dos centímetros y medio, mayor al tamaño de una tapita de gaseosa. Entre eso y cinco milímetros hablamos de mesoplásticos, por ejemplo un caso típico: un filtro de cigarrillo. De ahí para abajo son microplásticos, ya estamos hablando de algo muy chiquitito que necesitas una lupa para poder detectarlos. Lo que encontramos es que a la altura de Rosario, en el río Paraná, había más de 18.500 microplásticos por metro cuadrado de arena. Eso fue a nivel superficial, por lo que es un número bastante alto, de hecho si analizamos algunos parámetros en comparación con Shanghái teníamos una contaminación bastante parecida”.
La cuenca entera del Río Paraná pasa por muchas ciudades enormes, con un montón de población, y eso implica que desemboquen muchos desagües pluviales cloacales sin tratar, como así también por muchos basurales en zonas inundables. “Por donde buscamos había contaminación plástica. Desde antes veníamos trabajando en Más Río Menos Basura, un colectivo de organizaciones que busca contribuir a la disminución de la contaminación por plásticos y otros residuos. Descubrimos que la gran mayoría de residuos son de la industria alimenticia, de hecho el 70 por ciento sólo de 14 marcas, y el dato principal, y el más relevante para mí, es que el 95 por ciento son productos descartables”.
Contaminación del ecosistema
El equipo de investigación, que involucró a la UNR y al INALI, buscó conocer cuál era el impacto que tenían los plásticos en los ecosistemas, por lo que lanzó una convocatoria de ciencia ciudadana donde se solicitó a las personas que mandaran fotos de interacciones entre el plástico y la fauna. Lo que se encontraron fue principalmente cuatro tipo de interacciones.
La primera se vinculó con la ingestión, o sea imágenes de animales comiendo estos plásticos. “Estos casos fueron relativamente pocos porque había que sacar una foto o en un vídeo al animal en el preciso momento en el cual estaba ingiriendo el plástico, y tenía que ser un plástico grande para de lejos poder verlo. Por ejemplo, tuvimos el caso de un biguá, que es una ave negra que se sumerge porque es buceadora y tiene un pico especial para capturar peces y moluscos. Este animal estaba ingiriendo una bolsa que parecía tener algún contenido alimenticio, y creemos que el animal confundió el plástico con algo de alimento. Tuvimos otros casos de pichones que tenían pedazos de plástico que salían de su boca, probablemente la mamá regurgitó la comida para alimentar a ese pichón, el cual contenía plástico”.
El segundo tipo de interacción tuvo que ver con enredos con distintos pedazos de plásticos, principalmente en aves y peces. “Hubo muchas fotos que me dejaron muy consternada ya que son bastante fuertes. Los enredos se dan particularmente en el pico, en cuello, o en las extremidades como patas o alas. La mayoría de este tipo de encuentros, si una persona no interfiere, lo más probable es que sean letales para los animales. Los plásticos terminan siendo como una trampa que pueden aprisionar, estrangular o hasta asfixiar. Fue particularmente llamativo el caso de los anillos de las botellas plásticas que encontramos en el cuello de varios animales, incluso en algunos trabando el pico con cuello, con situaciones bastante complejas”, puntualizó y añadió: “También detectamos varios casos de peces atrapados. Hubo una especie de vieja del agua, no tan frecuente de observar, que tenía una bandita elástica alrededor del cuello que le estaba generando una lesión. Además encontramos un bagre atrapado en un envoltorio de unos cigarrillos, y una tarucha aprisionada en una botella plástica”.
Un tipo de encuentro que fue muy común, fue el uso de plásticos como material para realizar nidos, que corresponde con el tercer tipo de interacción. Los investigadores han observado casos extremos como un nido que fue realizado completamente con tanzas de pesca. “Una especie que los usa mucho es el ventebeo, ave amarilla con un antifaz negro que suele ser muy ruidosa y que se la ve por toda la ciudad. Otra ave que lo usa mucho es el espinero, similar al hornero, que tiene un nido grande, lleno de palitos y en el medio utiliza plástico. Hemos encontrado, por ejemplo, en las colectividades un nido que contenía cubiertos descartables. También encontramos esta interacción en mamíferos e incluso invertebrados, como una especie de abeja solitaria que utilizaba, en lugar de hojas de los árboles, plástico para los nidos donde ponía sus huevos”.
Y el último tipo de interacción, fue el uso de plásticos como lugar de asentamiento o transporte. “Como el plástico suele flotar, los animales lo usan como lugar de apoyo. Por ejemplo, aves e incluso tortugas. También observamos al mejillón dorado, que es una especie invasora en el Río Paraná. Coloniza este tipo de objetos pudiendo servir para su dispersión. Por lo que el plástico termina favoreciendo otra problemática ambiental que son la invasión de especies exóticas”.
Analizando consecuencias
Mitchell resaltó a los macroplásticos porque, por los efectos del sol, las olas y el viento, se van fragmentando y convirtiéndose en microplásticos. “En el Río Paraná de hecho todos los microplásticos que encontramos son secundarios, o sea que provienen de un fragmento más grande. Estos tienen un gran impacto ecológico ya que entran en las cadenas tróficas”.
Estos microplásticos incluso se han detectado en el agua, aire, pulmones humanos, heces, sangre, testículos, entre otros. “Hay un estudio de hace un par de años que detectó presencia de microplásticos en la sal de mesa en Rosario. La Organización Mundial de la Salud documenta su presencia en el agua, pero determina que aún no se tienen certezas sobre cuál es el impacto en la salud humana. Las vías de ingreso de los microplásticos al cuerpo humano es a través de los alimentos y la respiración, pero también se está evaluando qué se podrían estar incorporando a través de la piel. No solo hay impactos en la biodiversidad sino también en las personas”.
La investigadora opinó que la primera acción que se puede tomar para trabajar en esta problemática es bajar significativamente la cantidad de plástico que consumimos, ya que en los últimos 15 años duplicamos la cantidad de plástico que utilizamos per cápita.”Podemos empezar eliminando la bolsita superflua que nos dan en las farmacias, por ejemplo. Hay leyes donde se han intentado minimizar ciertos tipos de plástico, la realidad es que tenemos que empezar a reducir la cantidad que usamos, pero esto va mucho más allá de la acción individual. Lo que necesitamos es un cambio sistémico, empezando por la responsabilidad extendida del productor”.
Fuente: UNR – Periodista: Gonzalo J. García