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Irrupción que descoloca: un Gobierno que no se propone transformar sino romper

Juan Pablo Hudson intenta auscultar la razón del desconcierto que mantiene en el letargo a los grandes actores sociales ante la osadía de una fuerza refractaria a la matriz y las contenciones de la política tradicional. Un avance sin mirar a los costados ni medir consecuencias

Se formó en la Universidad Nacional de Rosario, ahora vive en la ciudad de Buenos Aires, donde edita la revista Crisis y trabaja como investigador en el Conicet. Hudson es autor de los libros de no-ficción Acá no me manda nadie. Empresas recuperadas por obreros (2011), Las Partes Vitales. Experiencias con jóvenes de la periferia (2015) y Chicas en Fuga. Está de nuevo en la ciudad para dictar el taller “Pensar el presente: de la extrema violencia a la extrema derecha” que define como una oportunidad para pensar la ciudad, las nuevas juventudes y la sociedad en tiempos de incertidumbre.

En su transitorio regreso, estuvo en el estudio de Radio Universidad y en el programa Apuntes y Resumen esbozó algunas hipótesis sobre los vertiginosos cuatro meses que lleva la gestión presidencial de Javier Milei y su extraña construcción de La Libertad Avanza.

Una punta para pensar el nuevo escenario, señaló Hudson sobre lo que está trabajando, es describir al actual Gobierno como uno que llegó para “destruir sin instituir”. No se observa, siguió en la misma linea, una pretención de edificar sobre las ruinas que dejan sus propias medidas.

Esa descripción, señaló el editor de Crisis, es una diferencia sustancial con el macrismo, porque en el caso de Cambiemos lo que quedaba en evidencia era la voluntad de desmantelar políticas públicas referenciadas en el “progresismo” para allanar el camino a la instalación de otras apoyadas en las concepciones empresariales de la educación, las intervenciones sociales y otras áreas propias de lo comunitario.

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Hudson mencionó como referencia última a la lógica que atisba en el paradigma de Milei es el embate contra la Universidad pública. Hubo una reacción ausente en otros casos similares, pero demuestra que el rumbo es el de “ir apagando luces del Estado en todos los espacios en los que no encuentra resistencia”.

Esa dinámica, siguió Hudson, produce en el ecosistema político una gran desestabilización. Más, en las organizaciones y actores relacionados con el Estado. Quedaron al desnudo, con la irrupción libertaria, las consecuencias de un largo estadío en zonas de confort que terminaron por aburguesar en alguna medida algunos espacios que ahora son atacados.

En ese sentido, añadió, conceptos como el de la relación de fuerzas que mediaban la toma de decisiones desde el Estado o las acciones de los espacios políticos quedaron puestos en entredicho: La Libertad Avanza demuestra que se puede ir contra todos y destruirlo todo. Instala una gran innovación: no se trata de modificar sino de romper.

Un ejemplo que puso el investigador, caso puntual que describe el escenario, remite a un ex funcionario macrista que fue incorporado, en los inicios de la gestión, al súper ministerio de Capital Humano. Cuando tomó nota del manejo, le dijo, quedó espantado. La razón se condensa en una pregunta que hizo entonces y en la respuesta. Ante la evidencia de numerosos lugares vacíos en la estructura, y en el entendimiento de que lo primero que hace una gestión es asegurarse funcionarios para las “200 firmas” necesaria para la dinámica de áreas y programas, le comntestarpn que no las necesitaban, que en todo caso las rúbricas imprescindibles quedarían a cargo de personal de carrera, porque no venían a hacer funcionar, aún distinto, lo que estaba, sino a destruirlo.