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El paquete de medidas anunciado por Luis Caputo abrió las puertas a un nuevo Rodrigazo

 

Por Diego Añaños

Profesor de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UNR) – Politólogo

La memoria popular adjudica a Carlos Menem la frase: “si decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Sin embargo, la verdad histórica dice que no fue el riojano el autor, sino que en realidad fue Guillermo Vilas, en un reportaje que le realizaba Bernardo Neustadt a comienzos de la década del 90’. El tenista quería significar que la agenda efectiva de gobierno menemista era invotable, especialmente para el peronismo. Hoy sin dudas que estamos ante una situación similar. A menos de una semana de iniciado la gestión de Javier Milei, poco queda del sueño liberal libertario, un sueño que murió mucho antes de nacer. Rápidamente pasaron al olvido aquellas promesas de campaña en las que el actual presidente parecía llevarse puesto el sistema, en pos de un nuevo y revolucionario mañana anarco capitalista. No se desaparecerá el Banco Central ni se dolarizará la Economía. No se eliminarán impuestos ni retenciones a las exportaciones. El salario volverá a ser ganancia. Ya no será el mercado quien fije el valor del tipo de cambio, sino el Ministerio de Economía. En un abrir y cerrar de ojos, China y Brasil dejaron de ser dos dictaduras sangrientas para transformarse, nuevamente, en nuestros principales socios comerciales. Desde los medios hegemónicos aplauden a este nuevo Milei, porque se parece mucho más a los ajustadores seriales conocidos de siempre, y hablan maravillas de su plasticidad y su pragamatismo. Es probable que sus votantes soporten estoicamente sus cambios de rumbo, pero veremos cuánto tiempo tolerarán el pasaje de la enunciación al acto. Una cosa es vivar la promesa de sangre, sudor y lágrimas, y otra muy distinta es sangrar, sudar y llorar.

El paquete de medidas anunciado por Luis “Toto” Caputo la tarde noche del martes pasado, abrió las puertas de un nuevo Rodrigazo. El ministro, apelando a la tradicional prédica conservadora, sindicó al déficit fiscal como madre de todos los males que aquejan a la Argentina, pero muy especialmente como causa de la inflación. Apoyándose en el mantra friedmaniano que reza: “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”, Caputo adjudica el desmadre inflacionario a la emisión monetaria destinada a financiar el déficit de las cuentas públicas. Por lo cual, aseguró, es necesario hacer un fuerte ajuste fiscal para estabilizar macreoconómicamente a la Argentina. Sin embargo, y contrabandeado dentro de los anuncios fiscalistas, se viene un brutal ajuste social, que ya comenzó hace algunas semanas con obscenos aumentos de precios, pero que se profundizará con la fuerte devaluación del tipo de cambio oficial nominal de casi un 120%. El ministro, al igual que el presidente, necesita convencer a la ciudadanía de que no había otra opción, de que era la única salida posible. Saben que sin un mínimo acompañamiento de la sociedad civil, las posibilidades de un estallido social están a la vuelta de la esquina.

Pero no sólo de legitimidad popular viven las administraciones. También necesitan demostrarle al sistema financiero internacional de que están dispuestos a ir hasta el infinito y más allá con sus acciones (la famosa “cirugía mayor sin anestesia” que reclamaba Menem). Este gobierno tiene la decisión de transformarse en el mejor alumno del neoliberalismo global, porque en el fondo tiene una gran debilidad, y es la imposibilidad de acceder al mercado voluntario de capitales. En esas condiciones sólo le resta obtener el favor de los organismos multilaterales de crédito, dado que sin financiamiento externo va a ser IMPOSIBLE gobernar. Las divisas provenientes de la que parece ser una gran cosecha, no llegarán hasta el segundo trimestre del 2024, y de alguna manera habrá que construir un puente intertemporal para salvar esa brecha. Los U$S913 millones otorgados por la CAF el día jueves, serán fundamentales para poder hacer frente al próximo vencimiento del programa con el FMI, pero no serán suficientes, eso está claro.

Hoy el objetivo planteado es bajar el déficit fiscal para poder contener la inflación. Sin embargo, esa inflación que Caputo pretende erradicar, va a funcionar al menos en el primer tramo de su gestión como principal herramienta de política económica. El anuncio del congelamiento de los salarios de la administración pública en un contexto en el que el índice general de precios navega cerca de los dos dígitos mensuales, le va a permitir bajar drásticamente el costo real del gasto al que debe hacer frente el Estado. Por otro lado, también le va a permitir licuar los pasivos remunerados del Banco Central (sean Leliqs o Pases), ya que además se dispuso poner la tasa de interés de referencia en el freezer. Si LLA está en condiciones políticas de llevarlo adelante, el combo de recorte de gastos, salarios del sector público pisados, suba de impuestos y congelamiento de tasas, les va a permitir bajar el rojo de las cuentas públicas rápidamente, al menos en el corto plazo. Para ir cerrando. El ministro de Economía adelantó el miércoles que propiciará un indulto impositivo para todos aquellos que reingresen sus tenencias en dólares. Concretamente prometió que se podrá hacer a costo cero. En una entrevista realizada por Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano en TN, aseguró que todos aquellos que tengan dinero en el colchón, en cajas de seguridad o en cuentas en el extranjero y repatrien sus dólares al sistema bancario nacional, no pagarán un centavo de penalidad. Lo maravilloso vino instantes después. Caputo sostuvo que hoy los argentinos tienen fuera del sistema el equivalente a un PBI, y que es muy costoso para nuestro país que ese dinero “se siga fugando” (sic). “Con esta política de combatir el capital lo único que hemos logrado es que se vaya un producto bruto afuera”. Y ahí fue cuando reconoció que si esos dólares estuvieran en el país no tendríamos ningún problema de déficit. A confesión de parte, relevo de pruebas, dice el principio del Derecho. Para lo que lo buscaban, ahí tienen el PBI que se robaron, y ahí tienen la raíz de todos los males en la Argentina. Por suerte lo dijo Luis, no lo dije yo.