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Cuánto mueve el voto la imagen de constraste entre un hombre de Estado y un temerario

La buena estrategia del candidato del oficialismo, Sergio Massa, dejó expuesto a su contrincante Javier Milei en su desconocimiento de temas en los que supuestamente es especialista y en lo referente a la gestión de lo público, pero la emergencia del libertario puede estar más allá de las racionalidades y argumentaciones

La tertulia especial del programa Apuntes y Resumen convocó para analizar el último cruce entre los postulantes antes de la segunda vuelta electoral a Lucas Masucco, politólogo especializado en políticas públicas, administración pública y desarrollo de proyectos y director del Museo de la Memoria, la politóloga Estela Pérez Moncunill, el sociólogo, profesor de la UNR y especialista en Comunicación Institucional y Política Gustavo Tati Mainardi, y Silvana Comba, magister en Comunicación Social.

Los participantes coincidieron en la distancia, en cuanto a imagen, que el debate expuso, y las características de la misma. Sin embargo, la incógnita también compartida fue cómo eso incide en la porción de electores que aún no definieron preferencias y cuyo voto explicará en buena medida el resultado de los comicios del 19 de noviembre.

Comba admitió que se está ante un clima de incertidumbre, con ciudadanos cansados frente a un extenso período preelectoral. Su primera impresión, admitió sobre el debate del domingo 12, fue de sorpresa pese a que se conocían las lógicas de cada candidato, y ante la falta de tradición para los mano a mano de los aspirantes a la presidencia en la Argentina.

Para la especialista en comunicación, quedó expuesta la acertada estrategia de un candidato oficialista que se mostró sólido y con precisión, haciendo eje en la capacidad de gestión. Y por contrapartida, a Milei centrado en no desbordarse. Que el primero quedó en ventaja, interpretó, quedó demostrado por la cobertura mediática post debate de los medios hegemónicos opositores, cuyos comentaristas se preocuparon por levantar la figura de Milei y reprocharle por qué no fue más incisivo y en cambio terminó atado a las preguntas de Massa, sobre todo en el primer bloque.

la incomodidad, ejemplificó, es que una de las explicaciones ensayadas fue que Massa le había cedido el protagonismo a Milei porque se colocó en el papel de un periodista.

Para Comba, Milei no pudo desarrollar con claridad una idea. Sin embargo, pese a esta disparidad, señaló que deja pendiente cómo ese escenario influye en el voto efectivo. Además, la docente de la UNR destacó la decepción que le produce una agenda política en la que se reinstalaron temas que se creían ya saldados, como los relativos a los derechos humanos.

La tertulia completa se puede escuchar acá ↓

Mainardi aclaró que no decía nada nuevo al señalar que el resumen del debate dejó en claro que hubo un claro expositor que elaboró propuestas, argumentó y se presentó como un un hombre de Estado, y otro que lució como un amateur, o mejor como un aventurero y temerario.

La pregunta del millón, insistió, es para qué sirve un debate. Los convencidos de votar a Massa confirmarán su preferencia, estimó. Pero agregó que en el salón de la UBA la presencia de referentes de otros espacios, como la socialista santafesina Mónica Fein, el libertario Carlos Maslaton, la peronista Graciela Camaño o el salteño Juan Manuel Urtubey, hablan de una vocación, por parte del fundador del Partido Renovador, de representar a un abanico político amplio bajo la idea de unidad nacional.

Massa se presentó como un hombre de Estado, recalcó Mainardi. De nuevo, no está claro cómo eso impacta en los que aún no definieron su voto. Puso como ejemplos, sin embargo, otros debates presidenciales fuera de las fronteras, como el estadounidense de John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon en 1960, pero más el español entre el socialista Felipe González, que iba por su cuarto mandato y con una gestión gastada, contra José María Aznar, del Partido Popular. Las encuestas lo daban favorito al derechista, pero González lo dio vuelta en el mano a mano.

El socialista le preguntó a Aznar cuántos semáforos había de Sevilla a París. Su contrincante quedó mudo. Entonces, le enrostró que ninguno porque se había construido entre ambas ciudades una autopista. Eso, repasó Mainardi, fue mostrarse como un hombre de Estado, que así interpelaba al electorado indeciso.

El docente de la UNR agregó que Milei dibuja un panorama político maniqueo y reduccionista: todos los malos excepto los libertarios. Y desnudó su desconocimiento del comercio exterior al insistir en que debe dirimirse entre privados. Un dogma imperdonable sobre un eje clave para la situación de restricción externa –falta de divisas– de la Argentina.

Su voluntad de no comerciar con China, an base a consideraciones ideológicas, es otra exposición de su ignorancia de las relaciones internacionales y en especial las comerciales, pero también de las complejidades de un mundo globalizado. El gigante asiático es lejos el mayor destino de la soja argentina, que tiene una economía primarizada por la que el portoto emerge como el mayor producto de exportación. Y el gran comprador es China, con una política de incorporación de más proteína animal a la dieta a partir de pollo y cerdo, que requieren soja para su alimento. No hay otro que absorba esa enorme demanda.

Massa, por el contrario, quedó como alguien que conoce el Estado, las relaciones internacionales y la ubicación de Argentina en el mundo. Que apuesta a la multilateralidad, no se alinea con Estados Unidos pero tampoco condena a Israel por el apartheid de los palestinos.

De nuevo, la duda, sumó Mainardi: ¿eso alcanza para el 5 o 6% del electorado que definirá la elección?

Masucco incorporó otro factor: Milei es una persona rota, además de improvidsado, que responsabiliza a otros por las cosas que le pasaron en su vida. Y en el debate hizo agua en los temas en los que en teoría es especialista, como en economía o seguridad, en el que confundió fuerzas federales y de seguridad. Además, no conoce los procesos internos del estado, no sabe lo que es una compra directa, una licitación. Sin embargo, el director del Museo de la Memoria metió allí una cuña: ¿no será que un candidato roto sintoniza mejor con una sociedad rota como la Argentina, post pandemia y post terrorismo de Estado, construida por un genocidio y que recién empieza a reconstituirse? Sería la tormenta perfecta.

Así, continuó, el temor es que el libertario logre fidelizar votos sin importar el profesionalismo y la impronta de hombre de Estado que intentó mostrar Massa. Que en las ganas de probar algo que rompa y el prejuicio anti K pesen más que la racionalidad.

Como los otros invitados, Masucco también aludió a la tristeza por la vuelta de interpelación a temas que no deberían estar en la agenda de los debates. No obstante, afirmó que hay que hacerse cargo de la responsabilidad por los errores en las estrategias de comunicación sobre el genocidio a las nuevas generaciones.

Perez Moncunil admitió que en principio no está convencida de que los debates presidenciales sean una virtuosa herramienta democrática. Porque lo que ponen en juego esas instancias, explicó, es la capacidad discursiva, y entonces un excelente orador, como único mérito, puede enfrentarse con otro con menos destreza y sólo por eso salir airoso. Además, sumó a sus reparos, tienen un formato nacido en los Estados Unidos, con su impronta de espectacularidad mediática.

Tras eso, concedió que tienen un potencial comunicativo hacia la ciudadanía. Respecto al viepresidencial entre el oficialista Agustín Rossi y la libertaria negacionista Victoria Villarruel, de quien señaló que, pese a que en apariencia dominó el cara a cara, decantó la imagen de una candidata que grita, interrumpe, que es insensible a las interpelaciones. Del otro lado, apareció el santafesino como serio y moderado, aunque eso sea discordante con su historia. Al principio, reconoció, le pareció una emboscada en uncanal y con reglas impuestas por la oposición. Pero algo se coló con consecuencias inesperadas: la mención del genocida Juan Amelong, paradigma del terrorismo de Estado, por parte de Villarruel.

Moncunil estimó que los que votan a Milei difícilmente cambien de opinión porque su decisión está basada en la indolencia, en el “que se pudra todo” bajo la certeza de que esa hecatombe no los involucra. Y respecto de los indecisos, bajo el presupuesto de que en ese segmento están quienes se preocupan por el futuro del país pero no llegan a una toma de posición, ´repitió que no está claro cómo incide lo que el debate dejó en evidencia.