El titular de un local de calle San Luis denunció que le robaron la línea y se hicieron pasar por él para mandar falsas ofertas a sus contactos
Los casos de estafas por Whatsapp son cada vez más comunes. Pero este tipo de delitos digitales siempre encuentran un nuevo escalón de complejidad. A los robos de líneas a personas, y pedido de dinero a todos sus contactos, ahora se suma una más grave: el hackeo de cuentas de comercios en los que los delincuentes, haciéndose pasar por vendedores, envían falsas “ofertas” a toda la cartera de clientes para quedarse con el dinero. Ya atacaron en calle San Luis y también en otros centros comerciales como Echesortu.
Así lo denunció Damián, propietario de un local de venta mayorista de lencería de calle San Luis, pero también le sucedió a otros integrantes de diferentes centros comerciales. Es que atacar virtualmente un comercio es mucho más rentable que hacerlo con personas y pedir dinero “prestado”. La recaudación de una estafa es mucho más voluminosa cuando hacen “picar” a los clientes de un comercio, que están acostumbrados a comprar por teléfono y confían en mandar fondos habitualmente al que les escribe.
El 31 de julio por la noche Damián recibió un email de Movistar a su casilla personal, avisándole que hubo un cambio de chip de su línea. Las instrucciones eran que si lo había hecho él, que desestimara el mensaje, pero si no lo reconocía como propio llamara al *611. Sospechó, porque muchas veces cuando llegan ese tipo de correos son una trampa. Chequeó bien la dirección de la que se lo mandaban, y que el número indicado era efectivamente el de la empresa.
Llamó al teléfono indicado y le contó a la telemarketer que le había llegado ese correo. Le preguntaron si había pedido un cambio de chip, y contestó que no. Los móviles del negocio tienen abono, no son prepagos, por lo que la operadora le propuso que suspenda la línea, que podría reactivarla fácilmente cuando quisiera. Lo hizo. Instantes más tarde le llegaron por redes sociales varios mensajes de clientes, desde lugares como Entre Ríos y Santiago del Estero, avisándole que les estaban enviando ofertas. Les dijo que no habían sido enviados por ellos, y se fue al negocio -que estaba cerrado- a buscar el teléfono. Cuando quiso abrir Whatsapp, la línea ya estaba suspendida. La quiso dar de alta nuevamente, pero no pudo.
Una modalidad novedosa
Los estafadores aprovechan las listas de difusión que los comerciantes tienen armadas, mandan mensajes a todos los contactos con jugosas promociones y un alias bancario similar al nombre del negocio. Si bien la razón social y el número de DNI del titular no coinciden y las comunicaciones llegan a horas extrañas, algunas personas no sospechan y siguen adelante con la falsa compra.
“Los de Movistar me dijeron que saque el chip, me pidieron el número que tiene en un costado, y se dieron cuenta de que me lo habían clonado. Armaron un desastre, estafaron a ocho personas por alrededor de 250 mil pesos”, contó apenado. Si bien luego pudieron avisarle al resto de los clientes para que no caigan en la trampa, el restablecimiento de la línea demoró porque Movistar no tiene más oficinas en Rosario para hacer el reclamo. Todo el trámite es telefónico.
El modus operandi es el siguiente: los ladrones hacen un reclamo remoto, y piden la migración de la misma línea a otro chip en blanco. Lo hacen fuera de horarios comerciales o de noche, cuando las personas duermen y no ven el correo que les llega con el aviso, y que da una ventana de tiempo acotada para poder bloquear la maniobra. Para validar la identidad, recurren a ingeniería social de las víctimas. “Son organizados y te investigan. No hay mucha cultura de cuidados cibernéticos y esta gente sabe lo que hace. Yo por ejemplo tengo el doble cifrado en mi teléfono personal, pero no en los del negocio”, admitió Damián.
Para recuperarlo, hizo lo mismo que los estafadores: por solo 300 pesos compró un chip en blanco en un kiosco y pidió la migración, respondiendo a las preguntas de seguridad. Pudo acceder a la línea, pero los delincuentes habían hecho el cifrado doble de Whatsapp, y no pudo entrar. De todas maneras, al tener la aplicación de mensajería identificada con su número de teléfono, a ellos se les suspendió automáticamente.
Por eso, apuntó contra las operadoras telefónicas: “En el caso de Movistar no tenés adonde ir a reclamar acá en Rosario. Las empresas venden chips con números prepago sueltos, que son perfectos para hacer este tipo de maniobras. La verdad que tendría que estar más regulado, pero en este país vale todo y es un viva la pepa. Son las grandes responsables de muchas estafas”, se quejó.
Luego de la estafa, el comerciante hizo una presentación penal que tramita en la Justicia para que se investigue y se tenga constancia. Aportó los nombres y DNI de las cuentas a las que se hicieron las transferencias, y en la verificación constataron que serían personas de Buenos Aires, aunque por el momento no se sabe si son los responsables o les robaron la identidad.
Otros casos
El hombre de calle San Luis no fue la única víctima. Recientemente, en simultáneo a este caso, a otro comerciante de la zona le hicieron un Instagram paralelo. “No hay que subestimar a estos tipos. No son improvisados, son bandas que se dedican a violentar la seguridad cibernética”, explicó. Actúan como las redes de los pescadores, tiran y “enganchan” a mucha gente: “Es más rentable que hacerlo con particulares, donde se pueden alzar con 20 o 30 mil pesos. A lo mejor con un comercio sacan mínimo 100 mil”, agregó.
En otras zonas, como Echesortu, sufren otro tipo de maniobra: personas que, al comprar por WhatsApp, pasan boletas de depósitos truchas con datos apócrifos para probar una supuesta transferencia. Si el comerciante no comprueba en el momento si el dinero entró a su cuenta bancaria, entrega o envía la mercadería de buena fe y luego se da cuenta de la falsedad del documento. Por eso, muchos, a modo de resguardo, sólo otorgan los productos una vez que se cercioran fehacientemente del impacto del pago. Uno de los damnificados por esta estratagema fue el dueño de una juguetería.