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Bautismos de “bienvenida”: el ritual de la violencia patriarcal

Luciano Fabbri, secretario de Formación y Capacitación para la Igualdad de Santa Fe, abordó las prácticas violentas y machistas que se desarrollan en distintos ámbitos. Opinó que es necesario trabajar más allá de la víctima para evitar que los agresores sigan ejerciendo esa conducta

Michael Verón tiene 26 años. En junio de 2022 fue víctima de los denominados bautismos de “bienvenida” por parte de sus compañeros del destacamento militar de Apóstoles, en Misiones. Aspiraba a convertirse en suboficial. Hoy, sin embargo, permanece internado y está parapléjico.

Unas semanas antes se conoció el caso del subteniente Matías Chirino, de 22 años. En su caso la iniciación fue fatal. Forzado a comer y beber en exceso, fue arrojado luego a una pileta del Grupo de Artillería Nº 3 del Ejército Argentino, en Paso de los Libres, Corrientes.

Luciano Fabbri, secretario de Formación y Capacitación para la Igualdad del ministerio de Igualdad y Género de Santa Fe, definió esa práctica como “violencia patriarcal ritualizada”. En diálogo con Apuntes y Resumen abordó las prácticas violentas y machistas que se desarrollan entre miembros de fuerzas de seguridad, en distintos deportes o en el ámbito educativo y las formas de trabajar para modificar esas conductas.

“No es que se da sólo en el marco de las instituciones policiales o de las fuerzas armadas. Se extiende sobre otro tipo de instituciones. En la mayoría de los casos en el vínculo entre varones. Cómo se ponen en juego esas jerarquías y cómo estos rituales responden a que el nuevo, el raso, tiene que pagar el derecho de piso cediendo ante la violencia de los que están sobre él en una posición jerárquica”, explicó Fabbri.

El funcionario aseguró que es clave “construir estrategias pedagógicas” que permitan abordar en espacios de reflexión entre varones la forma de reconocer “los mandatos de masculinidad que nos lleva a ejercer este tipo de prácticas y naturalizarlas”.

“Esa forma de demostrar que hay otros por encima tiene mucho que ver con esa construcción jerárquica y competitiva de la masculinidad. Lo que venimos haciendo desde Santa Fe, con la creación del programa de masculinidades por la igualdad, hace poquito más de un año, son las rondas de varones donde se intercambian experiencias, opiniones, trayectoria en relación a los estereotipos y mandatos de masculinidad. Y a la promoción de masculinidades más saludables. Realizamos ya más de 130 rondas”, contó sobre la tarea que se desarrolla desde el Estado para erradicar ese tipo de prácticas.

Consultado acerca de si las sanciones pueden modificar una conducta arraigada, el funcionario opinó que “no hay que prescindir de las sanciones porque ponen coto a cierta impunidad, marcando que existe un límite entre lo que es lícito y lo que no lo es”, pero aclaró que “no modifica en sí misma la subjetividad ni la raíz cultural del problema”. Por ello, sugirió necesario contar con estrategias que apunten a una reflexión “más de carácter subjetivo”.

“A nivel provincial impulsamos la existencia de espacios de atención a varones que ejercieron violencia por motivos de género. Formamos equipos en 24 municipios y comunas. En principio son varones derivados por el poder judicial, aunque pueden asistir de manera voluntaria. En el caso de los derivados por el poder judicial, reciben una sanción que puede implicar la prohibición de acercamiento, la perdida temporaria de sus hijos e hijas y la privación de la libertad, pero en ningún caso se está alojando a ese varón en un espacio que le permita responsabilizarse de la violencia ejercida, reparar el daño provocado y erradicar esas prácticas para no reincidir. Acompañarlo a reflexionar críticamente tiene que darse con una estrategia complementaria a la sanción”, explicó.

Fabbri pidió por lo tanto no trabajar sólo con la víctima, porque de circunscribirse sólo a ese abordaje la violencia “va a seguir sucediendo”.

“Llegan diferentes mujeres víctimas del mismo varón. La mujer que lo denunció encuentra que no hubo respuesta estatal orientada a involucrar a ese varón en un proceso de reflexión más subjetivo. Por lo tanto, es probable que, si no revictimiza a esa misma mujer, lo haga con otra. Si la transformación que buscamos es colectiva, no puede reducirse a un abordaje exclusivamente de asistencia a la víctima”, concluyó.