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Humanismo en dictadura y compromiso profesional en el exilio

“Intervenciones globales innovadoras basadas en evidencia y de bajo costo en la salud materno-infantil… mejorando el bienestar durante el embarazo… y promoviendo la equidad en poblaciones vulnerables”. Por esas razones, la Fundación Gairdner le otorgó al médico obstetra rosarino el prestigioso premio homónimo en Salud Global 2023. Una vida dedicada a la profesión entendida como servicio

Obstetra, doctor en Biología de la Reproducción de la Universidad del Salvador y doctor en Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. José Belizán reúne características que no siempre van de la mano: ética profesional, humanismo y generación de gran impacto con la investigación. “No somos mártires”, aclara pese a que pudo transformar el desarraigo del exilio en descubrimientos que salvaron y continúan salvando vidas de niños y madres. Este 2023, la organización con sede en Toronto lo distinguió por sus aportes para mejorar la salud y el bienestar de quienes padecen las inequidades sanitarias en todo el mundo.

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Belizán tiene 77 años. Integra el Departamento de Investigación en Salud de la Madre y el Niño, que depende del Conicet y del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria. Es profesor asociado de las universidades de Tulane, en Nueva Orleans, y de Carolina del Norte, en Chapel Hill, ambas en Estados Unidos. Su producción científica está reflejada en más de 250 publicaciones que incluyen artículos en revistas como The New England Journal of Medicine y The Lancet. Así y todo, sobresale la humildad con la que conversó en los estudios de Radio Universidad, para el programa ABC.

El exilio por las vidas salvadas y vidas salvadas durante el exilio

Belizán no sólo contribuyó a salvar vidas desde la investigación sobre las causas de la preeclampsia y la manera de reducir el riesgo para madre e hijo. Lo hizo antes, cuando desarrollaba su profesión de obstetra en la Maternidad Martin, en la segunda mitad de la década de los 70. En esa “época tan negra y triste de la dictadura”, ubicó. Junto con sus colegas en el centro de salud, desafió a las autoridades militares que llevaban a las detenidas embarazadas para dar a luz.

Contra las órdenes de los carceleros, anotaban los partos en los registros con el nombre, apellido y DNI de las madres que habían sido secuestradas y parían bajo condiciones violatorias de los derechos humanos. La mayoría de esas mujeres eran trasladadas desde el centro clandestino de detención conocido como El Pozo, que funcionó en la ochava de San Lorenzo y Dorrego, en el edificio de la entonces Jefatura de Policía (hoy sede de Gobernación). Belizán, que tenía unos 30 años, y sus colegas les exigían a los represores del Servicio de Informaciones que permanecieran fuera de la sala de parto y les quitaran a las jóvenes las esposas.

Esa actitud evitó que las mujeres, que así quedaban en los registros de la Maternidad, pasaran a engrosar la lista de desaparecidas por el terrorismo de Estado. Dos décadas después, ellas reconocieron la postura humanista de los médicos en momentos tan difíciles. Belizán admitió que hubo llantos en comunidad durante ese encuentro, y que es el mejor premio a su desempeño profesional. “Que nos digan: nosotros salvamos nuestras vidas gracias a ustedes”, se emocionó.

El plantarse ante la dictadura le valió el desarraigo. Le “recomendaron” que se fuera del país, y tuvo que hacerlo con su pareja y tres hijos pequeños. Primero fue a México, y de allí a Guatemala, donde en 1977 comenzó a trabajar en el prestigioso Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (Incap), que depende de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

En Guatemala encabezó una investigación basada en un agudo sentido de observación que permitió, a partir de ahí, contar con una herramienta de prevención simple y económica de la preeclampsia, la complicación del embarazo más común y peligrosa para la madre y el bebé relacionada con la hipertensión.

La estrategia de prevención, en la dieta ancestral de los pobres

Me llamó la atención en Guatemala la incidencia muy baja (de preeclampsia), sobre todo en mujeres muy pobres, donde suele ser más frecuente por la falta de controles“, recordó el inicio de un trabajo que fue reconocido internacionalmente y en base al cual se logran salvar numerosas vidas sobre todo en los sectores vulnerados socioeconómicamente y en los países con menor infraestructura de salud pública. “¿Habrá algo que la prevenga?”, fue la pregunta que se hizo Belizán entonces y que repitió en el relato de su experiencia.

El médico rosarino indagó en esa población, con ascendencia mayoritaria maya. Descubrió que mantenían algunas de las costumbres milenarias de sus antepasados. Además, observó que cuanto más pobres son las familias, más depende su alimentación del maíz. Y si bien esa dieta es insuficiente en calorías y proteínas, tiene otra característica que le llamó la atención: en el laboratorio, él y su equipo comprobaron un alto contenido de calcio.

Descubrieron que ese calcio no provenía de los lácteos, debido a la dificultad para adquirirlos, sino, en un 90%, del maíz. Incluso ello no era por las características específicas de la gramínea, originaria de la región y domesticada hace unos 12 mil años. El alto porcentaje del elemento se debía, en cambio, al tratamiento del grano previo a la molienda. Es el llamado proceso de nixtamalización, originario de mesoamérica y que consta de la cocción del maíz con agua y cal para obtener el nixtamal, que​ después de molido da origen a la masa utilizada para la elaboración de tortillas, tamales y otras comidas. La palabra nixtamal proviene del náhuatl y es una combinación de los significados “cenizas de cal” y “masa de maíz cocido”.

“¿Habrá alguna asociación entre la baja frecuencia de la enfermedad y el consumo de calcio?”, fue la segunda pregunta clave, recordó el obstetra. “En los resultados con animales de laboratorio comprobamos por primera vez una relación entre consumo de calcio y presión arterial. Después lo hicimos en humanos, de todas las edades y sexos”, repasó Belizán. Eso fue a lo largo de décadas.

Los estudios siguieron en Rosario una vez que, con el retorno de la democracia a la Argentina, Belizán y su familia decidieron poner fin a su exilio y retornar. Fue en la Maternidad Martin, pública, y en el privado Sanatorio de la Mujer. “Entonces se comprobó que efectivamente una dieta rica en calcio previene la preeclampsia. Nuestro estudio fue el primero, y después fue replicado por otros investigadores”, repasó el rosarino.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el trabajo y en base a él adoptó la recomendación internacional de reforzar la ingesta de calcio de todas las mujeres que tengan un bajo porcentaje en sus dietas como una forma sencilla, eficaz y económica de prevención de la preeclampsia.

“En otro estudio más reciente indagamos el antes y durante el embarazo. Y el antes potencia la prevención, con lo cual la recomendación es sostener los niveles de calcio durante toda la vida”, siguió el obstetra el relato de la saga de las investigaciones derivadas de aquella primera observación lúcida en Guatemala, cuatro décadas antes. Y hay más: “Otro hallazgo original es que el alto porcentaje de calcio reduce la presión arterial y la hipertensión, y ello desde la infancia hasta la edad mayor”. Y tanto en varones como en mujeres.

Estos resultados son relevantes para la salud pública, entendida como un derecho para todos los sectores sociales. Porque si bien, recordó Belizán, “los buenos proveedores naturales de calcio son los lácteos y derivados, por cantidad y precios, hay además comprimidos de bajo costo, suplementos“. Y ya se elaboran, por ejemplo, en el laboratorio público de Rosario, el LEM (Laboratorio de Especiliadidades Medicinales). El médico adelantó que, en breve, comenzará a distribuirse ese complemento en los efectores públicos de la ciudad.

Una salud para todos, no solo para quienes puedan pagarla

La preocupación por una salud pública que llegue a toda la población es una constante en el rosarino. “Ahora tratamos de estudiar cómo proveer en forma universal un mayor consumo de calcio en forma equitativa. En la fortificación de alimentos, por ejemplo, el trigo en la molienda. Y en el agua, donde hasta cierta dosis no se percibe el gusto y el organismo lo absorbe bien. Estamos bastante avanzados”, señala al respecto. Entre muchas líneas de trabajo, con su equipo iniciaron una cooperación con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) para el desarrollo de un dispositivo dosificador para intercalar en la canilla, como los clásicos filtros.

Lo que desvela a Belizán es cómo desde la investigación, el conocimiento y el ejercicio de la profesión se puede reducir la inequidad, a la que define como una desigualdad injusta, diferente en esencia a la bienvenida diversidad. “América latina es la región de mayor inequidad del mundo”, enfatizó sobre una realidad que es imperioso modificar. “Los investigadores estamos enfocados en cosas que sean aplicables a nivel poblacional”, siguió sobre ese rumbo, que a la vez está ubicado en espacio: “A pesar de que la Argentina es un país lechero, la ingesta de calcio es muy baja, en promedio la mitad de lo necesario: un gramo. Y eso ocurre en todos los grupos etarios”.