Tres escuelas del centro de Rosario no abrieron sus puertas este lunes debido a la amenaza que recibieron la semana previa. Otra, en zona norte, por balacera contra su frente. Los directivos de los colegios analizan con los docentes cómo seguir
Las tres instituciones céntricas que fueron utilizadas como “buzones” para cursar mensajes ligados a las disputas de bandas en la ciudad son la Leónidas Gambartes, la Mariano Moreno y la Bernardino Rivadavia, todas en la cuadra de Paraguay al 1200.
En la noche del domingo 21 de mayo, la directora de la escuela secundaria 411 Leónidas Gambartes recibió en su teléfono celular particular un mensaje en le que advertían que a la mañana siguiente se iba a producir una balacera frente a la escuela y que debía cuidar a los chicos.
La amenaza fue denunciada ante las autoridades del Ministerio de Educación y la policía. La dirección del colegio decidió suspender las clases, y lo mismo ocurrió en la Mariano Moreno, lindera a la Gambartes, y la Escuela Taller Rivadavia, en la vereda de enfrente.
Casi 48 horas después, otro colegio atravesó por algo aun más grave: el Complejo Educativo Rosa Ziperovich, ya no en el centro sino en la zona norte, fue blanco de al menos cuatro impactos de bala en una de sus paredes. Fue por la noche, y cuando había un patrullero de custodia policial que no amedrentò a los agresores.
Apuntes y Resumen conversó con Gustavo Trungelliti, docente y delegado de la escuela Gambartes. Recordó que el miércoles pasado mantuvieron una reunión en la sede de la Región VI del Ministerio de Educación en Rosario con su responsable, Osvaldo Biagiotti, en la que no se bajó ninguna directiva precisa.
“Lo único en limpio que sacamos es que las directoras de las tres escuelas (céntricas) se juntaban este lunes para decidir los pasos a seguir”, señaló el delegado docente. Trungelliti destacó la falta de compromiso por parte de la cartera educativa antes las amenazas, algunas incluso personales a directivos de los colegios. Admitió, sin embargo, que hay desconcierto entre los funcionarios respecto de la nueva modalidad. No existen protocolos, como los que se elaboraron luego de la seguidillas de avisos falsos sobre bombas en los establecimientos, que una investigación comprobó que habían sido cursados por alumnos.
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El docente resaltó que los últimos episodios tuvieron mayor resonancia mediática porque, lamentó, los mismos hechos se terminaron naturalizando en los barrios periféricos de la ciudad. Y advirtió que el problema de inseguridad no se supera con apenas más patrulleros, o con los llamados corredores seguros, que suelen ser por corto tiempo.
Ninguna medida coyuntural será efectiva para contener la ola de violencia sobre la comunidad educativa, sintetizó Trungelliti. En cambio, consideró imprescindible un consenso con mirada estratégica y de fondo. “Si no hay un acuerdo político entre todos los espacios, nos llevan puestos”, resumió. Y remarcó la gravedad del escenario: “Ahora tocaron la línea de defensa de la sociedad, que son las escuelas. Más, con un tejido social destruido”.
El docente no quiso aventurar opinión sobre el origen de las amenazas, que pueden ser un escalón más de la mecánica de “sobres” para enviarse mensajes entre bandas de narcomenudeo, o algo que las exceda, como el interés por generar un clima desestabilizador mendiante la psicosis y el miedo colectivos.