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Liliana Heker: “La gran aventura de la ficción es que no hay garantías”

El pasado viernes por la mañana, la escritora, ensayista y cuentista pasó por los estudios de La Marca de la Almohada para conversar acerca de sus inicios, su proceso creativo y sobre la manera en que concibe a la escritura

La escritora, cuentista y ensayista Liliana Heker participó el pasado jueves 18 de mayo de un encuentro gratuito en Plataforma Lavardén (Mendoza 1085) junto a la narradora Lila Gianelloni, organizado por el programa “Un mundo propio” de Radio UNR. Este viernes 19 de mayo, dará una clase magistral en el Túnel 4, del parque de España (Sarmiento y el río), bajo el título “La escritura ¿oficio o búsqueda?”. Pero antes, visitó los estudios de La Marca de la Almohada para conversar acerca de sus inicios, su proceso creativo y sobre la aventura que supone escribir.

Liliana Heker se inició en la escritura de manera temprana. A los trece años escribía versos de amor “que eran una cruza de Alfonsina Storni y Héctor Gagliardi”, expresó. Por aquel entonces había intentado leer a Jean-Christophe de Romain Rolland, una novela de diez volúmenes que abandonó al segundo capítulo. Era una adolescente desbordada. Mientras comenzaba su paso por la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA para estudiar física, emergía con ansias su deseo de escribir en una revista literaria: “Tengo 80 y sigo siendo desbordada, imaginen lo que sería a los catorce”, bromeó y continuó su historia.

Con ese empuje viajó a Buenos Aires a la librería Galatea, que tenía un quiosco de revistas. “No tenía para comprar así que empecé a leerlas: me parecían o reaccionarias, o aburridas o ambas cosas”, manifestó. Ahí se encontró con el número uno de una revista llamada “El Grillo de Papel”, cuyo director era Abelardo Castillo, quien en ese entonces era “un muchacho de 24 años que acababa de llegar de San Pedro y al que no conocía nadie”, pero que sin embargo, se aventuraba con escrituras comprometidas. Había publicado un cuento de su autoría que se llamaba “El Marica”, una obra de 1959 que recirculó con curso alto cincuenta años después, en la lucha por el matrimonio igualitario.

“La literatura para nosotros no es un medio de vida sino un modo de vida”, decía la editorial del Grillo que leyó en aquel entonces la Heker adolescente. “¡Directo al corazón!”, exclamó ensoñada en los estudios de Radio UNR. Aquella revista que en su portada tenía la caricatura de un amigable grillo con hojas en sus manos y un lápiz casi colgando de su boca, se anunciaba “de izquierda pero independiente”. Hablaba de la gran literatura, pero al mismo tiempo del compromiso, porque no hacía falta un gran cuento o novela para dar testimonio de la realidad. “Todo lo que leí me hizo pensar: Ésta es mi revista”, prosiguió Liliana, que se recordó a sus quince años participando de huelgas por la educación: “Sentíamos que era posible cambiar el mundo para mejor”.

Tras enviar una carta con uno de sus escritos, recibió el parcial visto bueno de Abelardo Castillo, quien le dijo que “el poema era malo, pero se notaba que era una escritora” y luego la invitó a trabajar en la revista, rememoró Heker con lucidez. A partir de allí, tal como contó, a sus dieciséis años, atravesaría arduas discusiones con los varones que integraban el Grillo, siendo ella la única mujer y comenzaría su extensa trayectoria como escritora, aprendiz y maestra. Hoy, con ochenta años, lleva una vasta calidad de títulos en su haber: es la autora de “Zona de clivaje” (1987) y “Cuentos de aprendizaje” (2017), entre tantos otros, y fue premiada con el Konex de Platino 2014.

En relación al proceso creativo, la ensayista y cuentista destacó que “un escritor aprende su oficio” y dio cuenta del largo camino de búsqueda que le llevó escribir “Los que vieron la zarza”, un cuento que en el mismo año de su publicación le valió la Mención única del VII Concurso Hispanoamericano de Literatura “Casa de las Américas” (1966). También comentó sobre cómo fue escribir “La fiesta ajena”: “Desde que se me cruzó supe que era un buen tema, pero no había caso”. Pasaron años hasta que encontró la manera de escribirlo de modo que no resultara “un plomazo”.

Aquello habla de la manera en que Heker concibe al oficio. Según ella, una primera versión de un escrito “es nada más que un mal necesario”, a partir del cual se debe trabajar y buscar para llegar a que esa idea que uno tiene, empiece a parecerse a lo que realmente uno quiere hacer. Y que “la gran aventura de la ficción es que no hay garantía de nada: nada te garantiza que vayas a conseguir lo que buscás ni qué va a pasar con el lector”.

“Cuando se escribe hay incerteza y eso es la gran aventura”, concluyó. La literatura es, entonces, una continua búsqueda.