La tercera generación de un negocio familiar que se transformó en cadena no pudo remontar su crisis financiera y bajó las persianas de sus últimos dos locales. Los 16 trabajadores que aún mantenía afrontan horizonte de incertidumbre
Un comercio familiar que nació en 1986, creció y se expandió con sucursales en Santa Fe y Buenos Aires, cerró su último local y los 16 empleados que quedaban, del centenar que supo tener, no tienen certeza de cobrar ni la indemnización ni los créditos laborales adeudados. Es que Perfumerías Gerlero va a la quiebra, y los tiempos judiciales acechan la subsistencia de las familias afectadas.
Apuntes y Resumen consultó al secretario Gremial de la Asociación Empleados de Comercio, Juan Gómez, sobre la situación de los trabajadores y el derrotero de caída de la firma, que comenzó antes de la pandemia, aunque se agudizó durante esa crisis sanitaria.
Cinco años en caída libre
El gremialista señaló que los problemas comenzaron en 2018, y que a partir de entonces se sucedieron cierres de sucursales, al principio con traslados de personal y después con drástica reducción de la planta de personal.
Gómez planteó una situación difícil, porque ya agotadas las instancias ante el Ministerio de Trabajo, con el pedido de quiebra, la crisis de la empresa queda en el ámbito de la Justicia Civil y Comercial, con tiempos largos y en un ámbito en el que la responsabilidad corporativa respecto de los trabajadores se diluye.
Las últimas dos sucursales que resistieron pero terminaron bajando las persianas son la ubicada en Urquiza al 1300, en la planta baja del refinado edificio donde nació Ernesto Guevara, y la que oficiaba como casa central, en Sarmiento al 900.
El referente sindical aclaró que la caída de Gerlero no es parte de una tendencia sino un caso aislado en el sector, y en la ciudad. Esbozó que sólo es consecuencia de las decisiones comerciales y financieras de la tercera generación de la firma, a cargo de su dirección.
Idas y vueltas con los acreedores
A mediados de 2019, Gerlero recurrió a los Tribunales para reestructurar un pasivo que superaba los 20 millones de pesos de entonces, y escaló hasta alrededor de 50. Tres años después, pidió un concurso preventivo de acreedores en carácter de urgente. Se abrió una ventana de optimismo al conseguir el aval necesario para reestructurar su deuda y le aceptaron un plan de saneamiento. Pero todo volvió a caerse hasta llegar a la quiebra en que se debate ahora. Durante la pandemia, incluso, el Gobierno nacional la asistió, como a tantas otras empresas, para que sostenga la plantilla de personal.
Como con el mega espacio que cerró en Pellegrini al 1400, el local de Urquiza que sobrevivió hasta lo último eran alquilados. En ambos casos, Gerlero no pudo llegar a un acuerdo para renovar contrato con los propietarios en medio de su ahogo financiero. Las promesas de relocalización cursadas en su momento quedaron en eso. Gómez agregó que el sindicato no tiene información, siquiera, de algún inversor que quiera hacerse cargo del negocio y remontarlo, como ocurrió con otras firmas en problemas.
El fin anunciado de la perfumería se inició con el achique de superficie, no sólo en Rosario sino en las otras localidades hacia donde se había expandido en los buenos tiempos: Venado Tuerto, Rafaela y las bonaerenses San Nicolás, Campana y Pergamino.