Anacrónica, una ordenanza de 2001 es la normativa que rige, con criterio centrado en regulación y sanciones, una serie de actividades relacionadas a la cultura, el ocio y el goce. Coincidencia en la necesidad de un cambio de paradigma hacia uno más integrador basado en el cuidado y la libertad
Las heterogéneas actividades nocturnas en Rosario se rigen, formalmente, por la ordenanza 7218 sancionada en un mundo y una ciudad radicalmente diferente a la actual, hace ya 21 años. Un consenso extendido es que esa norma hace rato se tornó anacrónica y hay que integrar la mirada de la denominada “nocturnidad” con la planificación urbana, el diseño de mejores servicios públicos –seguridad, iluminación, movilidad– y el apoyo a las expresiones culturales locales, entre otros temas.
Apuntes y Resumen convocó en su Tertulia de Viernes para debatir el tema a Omar Ortiguela, presidente de la Cámara de Hostels de Rosario, las concejalas Caren Tepp (Ciudad Futura) y Nadia Amalevi (Arriba Rosario), el ex integrante de Planeta X Manuel Squilacci y la docente, artista y gestora cultural Lila Siegrist.
Ortiguela abrió la charla puntualizando algunas características de la actividad que representa. “Somos una parte alternativa del turismo, a la que no se le da la importancia como industria, como eje generador de empleo, de movimiento, de proyectos y emprendimientos”. El referente de los hostels aclaró que la decadencia del sector, pese a los intentos de reinvención, no puede atribuirse a la pandemia. “Viene de antes”, enfatizó. En los inicios, recordó, se alimentó de un circuito “con el under del rock”. Pero eso se perdió al compás de la desaparición de una movida que no soportó la hiper regulación y las reiteradas clausuras de locales.
La concejala Tepp explicó por qué hay que construir otra mirada del Estado sobre la noche en la ciudad. “La ordenanza que rige los espectáculos públicos es de 2001 y regula desde un boliche hasta un cine y un circo“, dijo: un pastiche normativo que no contempla especificidades y cambios. En definitiva, no “contempla la nocturnidad y fue pensada para una realidad diferente”.
La referente de Ciudad Futura repasó debates anteriores que no llegaron a una síntesis. Mencionó un proyecto presentado por Diego Giuliano, Osvaldo Miatello, Roy López Molina y Jorge Boasso en su momento. Sí apuntaba a “la noche”, pero no prosperó y, además, estaba construído sobre una representación negativa y peligrosa de la nocturnidad, con lo que apuntaba al control y la sanción estatal de las actividades.
Las discusiones para acomodar la normativa a una ciudad radicalmente distinta a la de 2002 no consiguieron una síntesis, porque las propuestas fueron sectoriales, sin una visión enlazada, siguió Tepp. “Hubo compartimentos estancos: centros culturales, gastronómicos, hoteleros, cada uno por su lado”, detalló. Salir de ese atolladero, señaló, requiere “un debate que se relaciona con la planificación urbana, el modelo de ciudad, el turismo, la industria, el mercado laboral”. Esa necesidad asoma mayoritaria en el Palacio Vasallo, evaluó la concejala: derogar la 7218 y “cambiar el paradigma para pensar la noche en términos de planificación de la ciudad“.
En sintonía, aunque desde un recorrido diferente que destacó, la concejala Amalevi insistió en una “mirada centrada en el cuidado de los artistas y los usuarios” de la cultura. Como Tepp, recalcó la necesidad de “articulación de otros niveles, que garanticen seguridad” porque, de lo contrario, “no tiene sentido”. Y reclamó: “No más ordenanzas de laboratorio, aunque el camino sea más largo”. Es decir, el diálogo con todos los actores involucrados antes de cerrar la letra de una norma sobre la nocturnidad.
Artista y gestora o “agitadora” cultural, como prefiere definirse, Siegrist sumó al debate otro de los preceptos que debe guiar la acción pública sobre la vida nocturna: “El derecho al ocio y al esparcimiento. Incluso al goce, no desde una visión lírica sino de la de un Estado que cuida las relaciones comunitarias”. Y sobre eso, apuntó: “Un Estado que genere políticas para que la sociedad pueda disfrutar de todas las prácticas culturales, en particular las autogestivas, las emergentes”. Las que, había mencionado al principio el titular de la Cámara de hostels.
Siegrist volvió sobre el imprescindible cambio de paradigma para interpretar el complejo y dinámico mundo de la noche urbana, desde la acción del Estado: “Con cuidado más que con regulaciones excesivas. Con atención a la movilidad, la iluminación, la juventud, los consumos de mercancías. La nocturnidad no remite a la bajada del sol, sino al posicionamiento político”.