El conflicto bélico en el Atlántico Sur “cambió a la sociedad”, destacó el historiador de la UNR Darío Barriera. Repasó las recomendaciones de desmalvinizar al inicio de la recuperación democrática y cómo comenzó a revertirse una deuda académica
La sociedad argentina moderna no había, antes de 1982, sufrido en forma directa las consecuencias de un conflicto bélico. Y el del Atlántico Sur contra el Reino Unido la modificó sustancialmente: los veteranos ya no eran aquellos que volvían de otros países, los abuelos que contaban lo que padecieron en las trincheras o frentes de batalla de Europa. Ahora eran hermanos, primos, vecinos que habían arriesgado sus vidas enviados por la dictadura al archipiélago. Quienes sobrevivieron, no encontraron contención, sino una política de olvido armada por el terrorismo de Estado ante la derrota y continuada en los primeros y débiles tiempos democráticos. Antes y después, una larga historia que es parte de la identidad nacional.
El historiador Darío Barriera dirige el Programa de investigación y extensión Malvinas y el Atlántico Sur en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Es, además, vice director del Investigacones Socio Históricas Regionales (Ishir, dependiente también del Conicet). En el programa ABC, repasó distintos momentos y sus contextos marcados por la usurpación de las islas, el conflicto bélico, los nuevos estudios que aportan a entender el tema.
“Después de la guerra, la visión sobre Malvinas cambió en la sociedad en su conjunto y particularmente entre los que realizan un trabajo académico”, destacó Barriera. “Entre otras cosas, lo que cambió fue la sociedad misma, una que no había estado hasta ese momento involucrada directamente en un conflicto bélico, sólo a partir de la recepción de veteranos de otros países. Muchas familias escucharon de sus antecesores relatos de trincheras en Italia, España, y de golpe hay argentinos y argentinos”, abundó.
El resultado de la contienda, pergeñada por una sangrienta dictadura sobre la base de un reclamo histórico, es central para entender lo que sucedió después, según el historiador. “El otro impacto sobre la sociedad es que ese conflicto se perdió, y sobre la derrota se edificó una visión y la idea de que llevó aparejada una suerte de debilidad final de la dictadura cívico-militar que había usurpado el poder en 1976. Y que así se convertía en un acelerador del reordenamiento democrático”.
Lo que siguió ya recuperada la democracia con el abordaje del conflicto y sus consecuencias, siguió Barriera, reconoce temores, debilidades y consejos externos. “Surge una idea, documentada de primera mano en Alain Rouquié”. El sociólogo e historiador francés nacido en Millau en 1939, tiene numerosos trabajos sobre Latinoamérica y Argentina en especial. Barriera recordó que fue “escuchado por las autoridades argentinas con el regreso de la democracia” y que “recomendaba, para desactivar los prestigios que mantenían algunos militares dentro de la sociedad, desmalvinizar”.
Esa política de Estado, a la que hay que enmarcar en el contexto de inicios de la década del 80 y que habían impulsado los responsables finales de la dicatura, implica, dijo el investigador de la UNR, “un proceso, conocido por las veteranas y veteranos, que arranca con las autoridades militares apenas los veteranos vuelven de las islas y sigue con las democráticas, con los efectos nocivos para las personas que pusieron en riesgo su vida”.
Barriera señaló que “la recomendación de Rouquié estaba basada en un temor político asociado a la vitalidad que mantenía el partido militar” en aquellos años. Y recordó que había otros factores que empujaban a poner un manto de olvido sobre la tragedia: “La derrota es un golpe duro, pero hubo violaciones a los derechos humanos, errores operacionales, y la voluntad de guardar la basura debajo de la alfombra”. Y contra una impugnación ligera hacia las primeras autoridades democráticas tras el regreso al estado de derecho, advirtió sobre las interpretaciones que ignoran las circunstancias temporales: “Hoy aparecen claras cosas que en el momento no lo eran, y para eso basta repasar documentos y ficciones de y sobre la época. No estaba definido si iba a haber consenso social para avanzar con investigaciones y juicios” a los genocidas, por ejemplo.
Más allá de preferencias políticas y de planes económicos implementados, el vice director del Ishir destacó que “los veteranos han enseñado que es en los 90 cuando les llega el primer reconocimiento, con las pensiones durante el gobierno de Carlos Menem”. Aclaró que no fue un suceso gracioso de una gestión presidencial, sino “sobre todo a partir de las organizaciones de base generadas por los propios ex combatientes, en centros, asociaciones, para reclamar por sus derechos”.
La academia se redime
Los estudios exhaustivos sobre las Malvinas fueron escasos antes del conflicto bélico, y recién surgieron nuevos aportes para comprender la “historia larga” del archipiélago y así también entrever sus implicancias geoestratégicas a dos décadas de finalizada la contienda, dice Barriera.
“El primer libro que plantea la posibilidad de que la derrota bélica esté asociada a una suerte de vergüenza académica a tocar el tema es el libro de la antropóloga argentina Rosana Guber «Por qué Malvinas». La autora es especialista en la enseñanza de la investigación etnográfica y en estudios sobre el conflicto bélico desde la perspectiva de los protagonistas. El texto es de 2001. El investigador de la UNR señaló que allí “plantea las preguntas incómodas sobre una reivindicación histórica asumida por una dictadura”.
Y así, siguió barriera, “empieza a destrabarse el tema, comienzan los estudios sobre la guerra, los veteranos. Y después arrancan las miradas retrospectivas, sobre la historia de las islas. No relacionados directamente con el reclamo de soberanía, pero aportan para su inteligencia”.
Lo que resta es mucho, avisó el historiador de la UNR, pero el camino comenzó a marcarse: “Es un trabajo lento y arduo, pero permite poner en perspectiva la historia larga y profunda de un archipiéladgo como espacio estratégico global”.