Científicos del Conicet probaron la técnica en un modelo experimental, con ratones y resultados prometedores. Es un primer paso, en línea con otros trabajos en el extranjero
Los llaman órganos bioartificiales. Son el fruto de una técnica en la que científicos del Conicet trabajan desde hace ocho años en el Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos, que depende también de la UBA, bajo la dirección del investigador Eduardo Chuluyan.
Hace poco, el equipo consiguió un alentador resultado, en laboratorio y con ratones, pero aclaran que se trata apenas de un primer escalón y hay muchas complejidades por sortear. ¿A dónde apuntan? Si logran avanzar con el método, la idea es poder obtener órganos y tejidos para trasplantes que incluyan células del paciente receptor y así minimizar la probabilidad de rechazos. Y, además, obtener plataformas biológicas para evaluar eficacia y efectos colaterales de medicamentos para un paciente específico, dentro de lo que se conoce como medicina personalizada.
Diego Guerrieri es licenciado en Ciencias Biológicas, integra el grupo liderado por Chuluyan y habló en ABC sobre la técnica que pudieron probar con éxito mediante el trasplante de un riñón bioartificial de rata a otra rata, con células humanas. Los resultados fueron publicados en la revista BioMed Research International.
Guerrieri aclaró que se trata de un tema complejo, pero bajó una descripción a términos comprensibles: “Trabajamos con animales de experimentación, de los que podemos obtener los órganos. Y, por distintas técnicas, con la ayuda, para que se entienda, de detergentes, podemos eliminar parte de las células de los órganos y tejidos. Con lo que nos queda una matriz, un sustrato, casi una hoja en blanco que se intenta repoblar con células de otro organismo mantenidas en el laboratorio”.
Lo que se hizo en Argentina
El equipo se enfocó en remover y reemplazar células del endotelio, las planas que recubren el interior de los vasos sanguíneos. Eso, en el riñón de una rata, y en esta etapa, con células humanas. Luego, fue trasplantado a otro animal. “Es como si fuese una receta, aunque bastante compleja, para generar estos órganos bioartificiales”, señaló Guerrieri. Lo probaron con tres animales diferentes y buenos resultados: el órgano produjo orina, es decir que cumplió su función. Lo que se probó es la capacidad de “repoblamiento” de las células implantadas. “Tras la cirugía se observó la correcta perfusión del órgano y la producción de orina. A través del microscopio se pudo observar la recelularización del órgano por parte de las células endoteliales humanas, que previamente habían sido marcadas con una proteína verde fluorescente”, explicó Geraldine Haeublein, primera autora del estudio.
Por qué ese órgano y esas células
No es caprichosa la elección del órgano y el tipo de células reemplazadas. “El riñón es uno de esos órganos complejos y desafiantes al momento de plantear su generación bioartificial. Es por eso que nuestro proyecto consiste en reemplazar únicamente las células endoteliales del órgano del donante por células endoteliales del receptor. De esta manera, una vez trasplantado el órgano, la sangre del receptor se pone en contacto con sus propias células endoteliales, que fueron «pegadas» en el laboratorio antes del trasplante”, explicó el director del proyecto, Chuluyan.
“Un cuello de botella en los transplantes es la compatibilidad entre donante y receptor. Con este desarrollo, en el futuro sería posible proponer que estas células con las que se repueblan los sustratos sean del propio paciente que está necesitando el trasplante“, agregó Guerrieri sobre uno de los dos principales objetivos del estudio. Otra posible utilidad de estos órganos es la prueba de nuevos medicamentos para un paciente particular, sin ponerlo en riesgo porque se harían sobre tejidos cultivados que tienen su propio “sello” de identidad.
Técnicas complementarias
El desarrollo de estas técnicas está extendido en varios países, aunque en diferentes líneas que son complementarias. Otra propone la creación de órganos con una matriz totalmente artificial, mediante una bioimpresora, a la que luego se le agrega células humanas. Una tercera, es “la modificación genética de células de órganos, en este caso corazón de cerdo, para retirarles las proteínas y genes que pueden ser reconocidos y rechazados por el organismo receptor humano, o en otras palabras, «humanizarlos» y trasplantarlo a una persona”, informó Guerrieri.
El investigador destacó que “la contribución local es el planteo alternativo de eliminar selectivamente, y no en su totalidad, las células de los órganos para después repoblarlos“. Y expresó el optimismo: “Lo que publicó el grupo de Argentina refiere a que hay capacidad técnica de remover células endoteliales y reemplazarlas por células humanas.Los resultados son alentadores a nivel experimental, por supuesto hay problemas a resolver en el escalado a la dimensión de un órgano. Pero la idea es válida y alienta a avanzar”.
El próximo objetivo, destacó, es “trabajar con animales más grandes y con otros órganos, como intestinos y pulmones“. De ahí a hacerlo con humanos, advirtió, queda un largo trecho de desafíos técnicos y apoyo de regulaciones para el uso médico, que además deberán atender las cuestiones éticas.